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El viraje La Habana-Washington

El anuncio sincronizado de Barack Obama y Raúl Castro sobre la «normalización de relaciones» fue impactante. Los entretelones de la larga negociación que le dio lugar, también. El intercambio de prisioneros, la mediación del Papa Francisco, los buenos oficios de la diplomacia canadiense, las conversaciones vaticanas, el logrado hermetismo, todo ello parece extraído de uno de los grandes «best sellers» de la Guerra Fría. Y claro, lo relativamente inesperado de todo, le otorga un sino dramático que convierte a la noticia en una de las principales del 2014. Pero es una noticia en progreso. Apenas comienza un nuevo proceso, el del desarrollo del anuncio. El del desarrollo del viraje o de la «normalización».

Así entre comillas, porque una cosa son las declaraciones de intención y otra su aplicación en la realidad. El gobierno de EEUU se dispone a hacer todo lo que pueda, legal y administrativamente, para superar de manera definitiva el embargo económico a Cuba, ya, por cierto, bastante más flexible que en otros tiempos. Y Cuba se dispone a recibir los beneficios de una paulatina integración económica con EEUU, sin que esto necesariamente implique concesiones específicas en materia de derechos humanos o democratización política. En la Casa Blanca piensan que la apertura económica traerá inexorablemente la apertura política. En La Habana y en Miami, no están tan seguros…

Las circunstancias ominosas han apremiado a los hermanos Castro Ruz. Ya la «petro-revolución» de Venezuela no es garantía de supervivencia. Durante decadas la «revolución cubana» se alimentó de la Unión Soviética, más adelante de la República Bolivariana, y ahora han reconocido que no hay más remedio que tratar de mantenerse a costa del capitalismo gringo. Una voltetera acrobática y peligrosa, pero el derrumbe económico-financiero de la colonia venezolana ha estrechado el margen de maniobra. Fidel y Raúl han exprimido y quieren seguir exprimiendo a Venezuela al máximo posible, pero ahora necesitan de otras fuentes de sustento y consideran que el mercado estadounidense se las puede ofrecer. Un poco al estilo chino y vietnamita de finales del siglo XX.

Ellos pensarán que no son menos que Deng Xiaoping o los herederos de Ho Chi Minh. Aunque Cuba no se asemeje ni a China ni a Vietnam, al menos en cuanto a la aspiración democrática se refiere. Y aquí hay un tema principal para el viraje, porque el gobierno de Obama estara en minoría en el Congreso que tiene que sancionar las leyes, los presupuestos y los nombramientos de la «normalización».  Para ese Congreso de mayoría Republicana en ambas cámaras, el tema de las «concesiones democráticas» por parte de Cuba, no es secundario o colateral, sino absolutamente central. Y no por los méritos de la democracia misma, sino por los intereses político-electorales en la confrontación con el despotismo castrista.

Las declaraciones iniciales de voceros del partido Republicano, incluyendo el senador-doliente Marco Rubio, y el proto-candidato, Jebb Bush, expresan una oposición cerrada a lo pactado por Obama y los Castro, si ello no se expresa rápidamente en una agenda de cambios democráticos que, en verdad, no deben estar en las entendederas de la nomenklatura cubana. Al revés. Allí piensan que todo esto es necesario para perpetuar el sistema político, no para cambiarlo por uno de caracter democrático. Pero la verdad sea dicha, el viraje anunciado ha sido recibido con gran apoyo internacional, sobre todo en América Latina. Y hay muchas razones que lo explican y lo justifican. Recordemos la exhortación de Juan Pablo II al nomás aterrizar en La Habana, en 1998: «que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba»…

El desgobierno de Maduro, por cierto, no aparece en la foto. Las recientes proclamas sobre escenarios de ruptura de relaciones con EEUU y quema de visas de funcionarios venezolanos, más bien dan la idea de que los cubanos no lo tomaron muy en cuenta, que lo dejaron por fuera como la guayabera en sus aproximaciones y acuerdos con el vituperado «Imperio». Los intereses de la metrópoli, se argumentara en el habanero Palacio de la Revolución, están por encima de los intereses de las colonias. Pero eso sí, la extracción de recursos venezolanos continuará mientras los castristas sigan controlando el poder establecido en nuestro país. De allí la necesidad renovada de que Venezuela se libere de tan malevola dependencia, exógena y endógena…

La prueba ácida de la «normalización» tendrá que ver con la posibilidad efectiva de que el pueblo cubano pueda ir ejerciendo los derechos democráticos de los demás pueblos del hemisferio. Si el viraje La Habana-Washington ayuda en esa dirección, será muy positivo para la nación cubana. Pero esa interrogante se mantiene. Nadie sabe si será despejada en favor de la democracia. Nadie. Ni por los lados del Potomac o del Malecón. No obstante, la esperanza en un cambio profundo y afirmativo para Cuba adquiere un nuevo aliento, un nuevo impulso, un nuevo horizonte.
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