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“Embajadorcillo” es únicamente el de Liliput

Egildo Luján Nava

Un Embajador es la máxima representación de un país ante la majestad de otro Estado, que acepta y reconoce en dicha persona la personería orgánica de un país al que se le califica de extranjero, pero que goza de autoridad y funge de máximo representante del mismo ante el país huésped.

Desde luego, es la expresión más pura de una Nación que, amparándose en la ventaja de presumir de civilizada, apela a sus normas constitucionales para desarrollar una relación que, a partir de allí, se le califica de diplomática. Pero, además, que se rige por las múltiples determinaciones que analizan, tratan y hacen posible los países interesados en, por ejemplo, hacer de la paz un modelo de convivencia. Asimismo, del respeto institucional la voluntad consciente de hasta la hermandad impulsada por valores, principios y  porque, adicionalmente, acepta su voluntaria disposición de convertir la paz en un ejemplo de suprema inteligencia, y no en una fraseología de presunciones caprichosamente subjetivas.

Cuando a conciencia de esta descripción común en los países que conviven en el Siglo XXI, se le escucha afirmar despectivamente a un Jefe de Estado que la opinión de un representante diplomático de otro Estado con el que se mantienen relaciones diplomáticas, es la de un «Embajadorcillo», la diplomacia que practican los auténticos diplomáticos de Carrera supone que la referencia se pudiera haber basado en la fábula descrita en un Cuento. Jamás a un visitante o a un funcionario digno de respeto, asumiéndose que tal funcionario es la imagen pura de su país y de sus ciudadanos, y a quienes el anfitrión le debe, por lo menos, respeto y trato digno de visitante.

¿Realmente ese Jefe de Estado se refería únicamente al muy diminuto Embajador de la Republica de Liliput, el país del Cuento de «Viajes de Gulliver», del escritor irlandés Jonathan Swift?. Es lo más conocido. Porque se trata del  País del Cuento, según el cual los diminutos ciudadanos liliputienses, de 15 centímetros de estatura, capturaron y amarraron a Gulliver mientras él dormía.

Pero si el citado comentario no guardaba relación alguna con dicho escrito, la interpretación adquiere un matiz distinto, un alcance comprometedor. Y todo debido a que  de no haberse referido al Embajador representante de Liliput, la expresión referida por el Presidente tendría que relacionarse con lo siguiente: «No puede venir un Embajadorcillo cualquiera a decirme…”. Entonces, lo dicho sólo se podría calificar de expresión denigrante o despectiva con todos los  honorables Embajadores a nivel mundial, sin duda alguna.

En una de las tantas cartas escritas en su momento por el Libertador Simón Bolívar, él le decía a su interlocutor: «Entrañable amigo, recuerde que la lengua es el castigo del cuerpo. El Centauro José Antonio Paz es un digno, fiel y valiente oficial al servicio de la Patria». Sin embargo  “la prudencia y el respeto son actitudes siempre constructivas”.

No obstante estar en época decembrina, días de reencuentro, amor familiar y de amigos, cuando se expresan cariño y amor con un fuerte abrazo y afecto, deseando una Feliz Navidad, viene el oportuno alcance de dicha expresión. Se trata de una palabra que proviene del latín » Nativitas», que significa nacimiento y se celebra  el  25  de Diciembre

como fecha de llegada de Jesúscristo, nuestro Señor. Además, es una de las fechas más importantes del Cristianismo, que hace posible  el sueño de los niños, y quienes,  con gran ansiedad, esperan la llegada del Niño Jesús. 0bviamente, es éste quien, se supone,   les trae sus juguetes y regalos de Navidad, y que los padres, con mucho celo, protegen esa ingenuidad y guardan el gran secreto.

Ahora bien, ante dicho sensible evento que es capaz de hacer posible una expansión infinita de gran emotividad y/o de  tristeza, al recordar a aquellos que se han marchado de este mundo, o a los venezolanos que decidieron migrar de su Patria, se arruga el corazón con dolor y nostalgia. Es el momento cuando  se extraña a  padres, hijos, abuelos, hermanos, amigos. También  a todos los seres queridos que se han ido del país, sólo deseando que pronto se vuelvan a reencontrar. Sin duda alguna, ¿cómo evitar que luzca  incomprensible la apelación despectiva del “Embajadorcillo”?.

Por otra parte,  que en ese encuentro con los representantes de los medios de comunicación social ya mencionado, el vocero, antes que repartir esperanzas, sólo anuncie la llegada de pertrechos de guerra, que incluyen: aviones con capacidad misilística y para portar armas atómicas con el fin de, supuestamente,  defender a la Nación de presuntos invasores o guerras promovidas por quienes hoy lideran amenazas foráneas, inevitablemente, inquieta que sean apartados injustificadamente los anuncios sobre esperanza, reencuentro y soluciones a los graves problemas que lideran el colapso en el que se encuentra Venezuela.

Dicho país, otrora el más rico de la América Latina, en el que el ciudadano sufre por carencia de todo, con un índice de pobreza y hambre de un 85% de la población, y que en lugar de expresar alegría en esta fecha emblemática sólo confiesa dolor y tristeza, con el mismo desparpajo que se insiste en minimizar lo grave del escenario,  se tendría que apelar al coraje administrativo para identificar el o los errores que han conducido a este desastre. No para el regodeo del momento. Sí, en cambio, para  aplicar los correctivos necesarios con la concurrencia de los más calificados.

El pueblo oye con ironía los discursos oficiales cuando se refieren a   progreso, abundancia y felicidad, causando cada vez más rechazo. Un espejo de esta situación fue la abierta actitud  popular de no acudir a las pasadas elecciones municipales.  El oficialismo acusa el total de  votantes en un 27%  de la población venezolana.  Es decir, el 73% -o 3 veces más de los que sí votaron-  no concurrió al proceso. Por su parte, voceros de los grupos democráticos manifestaron  que los concurrentes no llegaron a 2 dígitos, lo que representa, de acuerdo a esa apreciación, que no más de un 9% asistió a votar. También que  más del 90 % de la población no votó o rechazó el proceso, en protesta pasiva ante  un acto electoral no confiable.

«Nunca es tarde cuando el Clarín suena temprano» reza el dicho. Venezuela está hoy expuesta como botín sin dueño o como joya en próxima subasta. Hay otro dicho muy expresivo que puntualiza: «al que no hace, se lo hacen».  Ciudadanos de los cuatro puntos cardinales de la Tierra, están prestos a acudir a la subasta. Y como  no se sabe lo que se tiene hasta que lo pierde, entonces,  una vez más, adquiere connotación de seria importancia el hecho de que si se llama a acudir a un proceso electoral, y asumiendo que hay confianza en la Democracia y en lo que ella representa para un país que añora ser libre nuevamente, es porque,  evidentemente,  todos los interesados creen en la democracia. Y la participación se daría en respuesta a la voluntad de la mayoría.

Además, si el mismo oficialismo expresa que más del 73% de la población los rechaza y que las encuestas reflejan cifras de distanciamiento más dramáticas, es porque, obviamente,   la ciudadanía quiere un cambio ya.

¡FELIZ NAVIDAD¡

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