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En los zapatos de Obama

Irak en los últimos veinte años ha dejado lecciones valiosas a cuatro presidentes estadounidenses, en especial, en la lógica de la toma de sus decisiones, resultando ésta distinta para George H W. Bush en su Tormenta del Desierto, para Bill Clinton en sus días de bombardeo en búsqueda de armas de destrucción masiva, para George W. Bush en su guerra contra el terror y ahora para Obama por sus motivos humanitarios.

La administración de Obama (que incluye sus diferentes organismos y su élite burocrática) ha sido duramente criticada en el proceder de su política exterior, en la que se libra un juego de fuerza entre una política intervencionista en aras de proteger la seguridad de la nación, otra tomando en consideración los derechos humanos y finalmente la de un distanciamiento a lo estrictamente necesario.

Esas grietas responden a que cada organismo de la administración tiene sus sesgos respectivos para coordinar la acción exterior en Medio Oriente, como ha sido el caso entre la Consejera de Seguridad Nacional Susan Rice y el Secretario de Estado John Kerry, donde para muchos la visión más influyente es la de Rice (de intervencionismo militar-liberal). Añadiendo a dichas tensiones las presiones de los extremistas o “halcones” conservadores que han buscan espacios para urdir políticas fallidas.

Este triángulo ha afectado una toma de decisión racional, que  amerita sea exhaustiva en  sus costos y beneficios, ya que el presidente ha planteado un distanciamiento o involucramiento selectivo (para usar un eufemismo) en toda intervención militar pero siguen las incursiones en defensa de los derechos humanos en otras poblaciones, que desestima el sentir de los ciudadanos norteamericanos, que como lo han demostrado las encuestas recientes de influyentes medios y consultoras, está en más de un 50%  descontentos con el rumbo de la política exterior, privando el grupo conservador ante el liberal y  prefiriendo el primero, que los otros países donde Estados Unidos ha intervenido, resuelvan sus propios asuntos.

Estas divergencias se demostraron en el discurso en West Point de hace unos meses, donde Obama presentó los supuestos lineamientos para su política exterior, resultando para muchos como la más pacifista del siglo XXI, pero presentando una dicotomía en la visión del rol de Estados Unidos, como si fuera un “policía circunstancial”, pues parafraseándolo, son el mejor martillo pero no por ello, todo problema debe ser un clavo.

Lo anterior se observa cuando Obama plantea que las amenazas directas a sus intereses nacionales son bajos, pero reconociendo que debe ser la máxima dentro de su administración, el preguntarse cómo se debe lidiar con las nuevas amenazas de hoy, para asegurar la paz y prosperidad no solo a nivel interno sino en el mundo, debido a que lo que pasa en el resto del mundo los afectará.

Finalmente, en ese discurso, identificó tres actuaciones, primero en materia militar, en el que usará la fuerza así sea unilateralmente cuando los intereses principales así se lo indiquen, o cuando los norteamericanos y sus aliados estén peligro. En el cual la opinión internacional no será determinante.

Segundo, su límite para una actuación militar será más alta cuando la amenaza no sea directa, estimulando por ende, la acción colectiva. Y tercero, la lucha contra el terrorismo como la principal amenaza debe seguir, sin crear nuevos enemigos en dicha lucha.

Y es así como Obama, con esta ambivalente política de que nada humano le es ajeno, vuelve a Irak, donde el resultado no será en favor de los Estados Unidos, a menos que se presenten cambios en su ejecución.

En Irak no existen aliados políticos fuertes, pues los kurdos no son suficientes y las pugnas por quién ejerce como Primer Ministro del país se han avivado. De igual forma, la acción colectiva aún no ha mostrado sus líderes, más allá de una tibia intención de Reino Unido de apoyar la incursión.  Tampoco será suficiente el evitar el genocidio de la sitiada población Yazidí,  con ataques aéreos dirigidos y mezclando la ayuda humanitaria, ya que ésta ha sufrido de manera constante discriminación dentro de la historia de Irak, tratada así por sus costumbres religiosas que no se consideran a plenitud parte del islam.

Acertadamente, el terrorismo si es una amenaza, sobre todo el causado por el extremismo religioso como el del grupo ISIS, pero las voces que le darán coto, sigue dependiendo de los moderados.

No hay forma de garantizar que no existan nuevos enemigos en esta lucha, en especial cuando las poblaciones son reaccionarias al policía estadounidense, pues lo que desean es una fuerza de orden propia y con un gobierno que actúe sin discriminación sectaria, y esto es algo que los Estados Unidos no puede hacer y que alimenta a grupos como ISIS.

Obama a nivel personal, ha expresado en una reciente entrevista referente a Irak que «no podemos hacer por ellos lo que ellos no están dispuestos a hacer por sí mismos» y es justo lo que debería tener presente en el resto de su mandato en el momento en el que se esté deliberando dentro de su staff, una incursión militar o “humanitaria” unilateral (las cuales por cierto, nunca pueden ser concebidas como actividades a ejecutar a medias).  Ya que, como el profesor norteamericano Mandelbaum ha expresado “nosotros podemos a un costo considerable detener que cosas malas pasen en estos países, pero nosotros no podemos por nuestra cuenta hacer que las cosas buenas sucedan”. A veces la realidad por más sombría que sea, es lo que es y el bien absoluto es una quimera.

Por ende, el mandatario de la Casa Blanca debe buscar cuando   su interés nacional no esté amenazado (si es que la administración logra actuar de forma cohesionada para precisar lo que percibe como amenaza coherentemente), revitalizar a los organismos internacionales en su papel como los baluartes de la paz y seguridad internacional, que para tales efectos fueron creados, y se busque mediante esas instancias más representativas de ámbito regional o mundial, la responsabilidad de actuar y frenar los avances de grupos violentos que se aprovechan de la inestabilidad y el sectarismo, como lo ha sabido hacer el ISIS en Irak.

@morrisjamie

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