Entrelazados: El arte de las relaciones interpersonales

La Comunidad: Un Diseño divino.
El ser humano no fue creado para vivir en aislamiento. Dios nos diseñó para vivir en comunidad, comenzando por el matrimonio y la familia: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla”. Génesis 1:27.
Desde la infancia, el entorno social juega un papel clave en nuestro desarrollo. El psicólogo Lev Vygotsky, afirma que el aprendizaje es un proceso social, donde los niños construyen conocimientos a través de la interacción con otros. Este psicólogo introdujo el concepto de ZDP (Zona de Desarrollo), el cual describe la distancia entre lo que un niño puede hacer por sí solo y lo que puede lograr con la guía de otros; además de la MS (Mediación simbólica), en la que describe al lenguaje como la herramienta fundamental para desarrollar el pensamiento
De tal manera que, podemos expresar que un entorno social enriquecido es esencial para el desarrollo cognitivo, ya que fomenta el lenguaje, la resolución de problemas y la capacidad de adaptación. Asimismo, la falta de relaciones sólidas en la infancia puede afectar negativamente la autoestima y la estabilidad emocional de una persona en la adultez. Un estudio de la Universidad de Harvard, el estudio prospectivo más largo de la historia, ha podido constatar que las relaciones humanas son un factor determinante para la felicidad y la salud a lo largo de la vida.
La iglesia también juega un papel fundamental como comunidad de fe y apoyo. El apóstol Pablo exhorta: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. (Romanos 12:10). Nuestra necesidad de comunidad no es solo la subsistencia física sino la psicológica, emocional y espiritual.
La regla de oro.
Las relaciones interpersonales son el fundamento de nuestra existencia. Desde el momento en que nacemos, dependemos de otros para sobrevivir, crecer y aprender. Dios nos ha diseñado para vivir en comunidad y con el fin de amar y ser amados. Jesús fue muy claro cuando enseñó el mandamiento más importante: “ Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Y añadió: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39).
Este principio, conocido como la regla de oro, nos invita a tratar a los demás como queremos ser tratados (Mateo 7:12). Un principio olvidado en una sociedad cada vez más egocéntrica, en la cual la mayoría espera recibir un trato como si fuera alguien especial, sin dar otro tanto a cambio. Pero, ¿qué significa amar a los otros como a uno mismo? Significa en primer lugar, que es necesario aceptarnos, valorar y apreciar la creación de Dios en nosotros mismos. Luego, comprender que el valor de nuestra dignidad no puede existir si no reconocemos y estimamos la dignidad de los demás.
Lamentablemente, muchas veces no existe una amistad genuina sino un interés que se persigue y una vez que se obtiene lo que el ego desea, entonces se descarta a a la persona. No obstante, la felicidad y el bienestar de todo ser humano dependen en gran medida de la calidad de las relaciones interpersonales. Desde la niñez, hasta el ocaso de la vida las relaciones sanas son capaces de impulsar el aprendizaje, de motivar al logro y de consolar corazones.
La regla de oro no solo es un un principio universal sino un mandamiento cristiano, que ha sido reconocido a lo largo de la historia por su impacto en la convivencia humana. El evangelista Mateo (7:12) nos reporta que Jesús les dijo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Enfatizando que toda la ley se resume en hacer el bien que todo ser humano quiere vivir.
Este principio debe reflejarse en todas nuestras interacciones: En la familia, cuando elegimos la paciencia y la comprensión en lugar de la ira. En el trabajo, cuando damos el respeto y la consideración que queremos recibir. En la sociedad, cuando cultivamos la empatía y el trato digno hacia los que nos rodean.
Vivir según la regla de oro es el fundamento para construir relaciones basadas en la armonía y la paz, en lugar de la amargura y el conflicto.
Respeto en contraposición al egoísmo.
El respeto es la base de toda relación saludable. Cada persona tiene un valor intrínseco a su condición humana, por ser creación de Dios a su imagen y semejanza. C.S. Lewis lo expresa de manera poderosa: “No hay personas ordinarias. Nunca has hablado con un simple mortal”. Los seres humanos tenemos esencia de eternidad, esencia de divinidad en nuestro ser, aunque muchos escojan el camino opuesto a Dios.
El respeto se entiende como el reconocimiento y valoración de la humanidad de cada individuo. Se basa en la empatía, la aceptación y la consideración. Diversas manifestaciones del respeto son:
- Escuchar con atención es una manifestación de respeto.
- No menospreciar las opiniones de los otros es una demostración de respeto.
- Tratar a todos con consideración, debido a la condición de igualdad humana. Sin permitir que el juicio con respecto a la condición social, económica o ideología minimicen a la gente es otra manifestación palpable de respeto.
El apóstol Pablo una vez más, en su epístola a los Filipenses, enfatiza cómo debe ser el trato con nuestros semejantes: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad, consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”. (Filipenses 2:3).
El egoísmo y la vanidad destruyen el tejido humano, los lazos de unión entre unos y otros; son actitudes que hacen que las personas se concentren absolutamente en sí mismas, convirtiéndolos en ciegos para reconocer al otro.
Cuando respetamos a los demás, construimos puentes de empatía y comprensión, fortaleciendo nuestras relaciones.
La Tríada del Amor: Respeto, Perdón y Servicio.
Es fácil pensar en el amor cuando se trata de aquellos que nos son cercanos. Pero, el amor no es solo un sentimiento, sino una acción. Existe al amor universal en el cual a diferencia del amor de relaciones íntimas, entendiendo la intimidad como conexión emocional y cercanía, no despliega un gran número de emociones; pues, se trata de una actitud del corazón que se traduce en un comportamiento amable y respetuoso.
Sin embargo, al hablar de amor sea o no una relación que incluya la intimidad, la pasión y el compromiso siempre encontraremos que hay tres pilares fundamentales que lo sostienen:
- Respeto: El respeto es la base de cualquier relación sana. El respeto significa reconocer el valor del otro, aunque piense diferente.
- Perdón: El perdón es clave para la restauración de relaciones. Jesús nos dio el mayor ejemplo cuando, en la cruz, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:34).
Cuando perdonamos, liberamos nuestro corazón de la amargura y permitimos que el amor fluya nuevamente. Corrie Ten Boom, sobreviviente del Holocausto, una vez dijo: “El perdón es abrir la celda de una prisión y descubrir que el prisionero eras tú”.
3. Servicio: Jesús nos mostró que amar es servir. En la última Cena, lavó los pies de sus discípulos y les dijo: “Si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros”. (Juan 13:14-15). San Francisco de Asís expresó: “Recuerda que cuando dejes esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solo lo que has dado”. Servir a los demás fortalece nuestros lazos, nos llena de alegría y nos da la perspectiva adecuada sobre nosotros mismos.
Para concluir, la calidad de nuestras relaciones define la calidad de nuestra vida. Los estudios científicos han confirmado lo que la Biblia enseña: Las relaciones humanas son un pilar fundamental para nuestra felicidad, desarrollo y bienestar emocional.
Nuestro Señor Jesucristo nos llama a vivir con amor y respeto, practicando la regla de oro, honrando la dignidad de cada persona y construyendo comunidades sólidas. Si queremos una vida con propósito necesitamos estar entrelazados en relaciones robustas, fortalecidas por el respeto, el perdón y el servicio. Comenzando en nuestro hogar y extendiéndonos a todas las comunidades de las cuales seamos parte, hasta nuestra relación con el desconocido.
¿Cómo puedes mejorar tu relación con aquellos que Dios ha puesto en mi vida?
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