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Epistemología de la transdisciplinariedad

Uno de los términos más confundidos en el ámbito de los estudios académicos es el de “transdisciplinariedad”; a pesar de contar con una prolífera bibliografía de textos e investigaciones especializadas, la incomprensión es la modalidad de acercamiento que más sobresale. Pero para entender de manera muy generar la esencia y significado de este término, se hace necesario acudir a la postura descrita en la Carta de la Transdisciplinariedad, redactada en el Convento de Arrábida, en noviembre de 1994, y donde aparecen como firmantes  José Anes, André Astier, Jeanne Bastien, René Berger, François Bianchi, Gérard Blumen, Lais P. Brandini, Jorge Brito, Jacqueline Cahen-Morel, Michel Camus, Antonio Castel Branco, Costin Cazaban, Laura Cerrato, Oliver Costa De Beauregard, Maurice Couquiaud, Ubiratan d’Ambrosio, Manuel Da Costa Lobo, Adriana Dalcin, Nicola Dallaporta, Robert De Beaugrande, Marc Williams Debono, Isabel María De Carvalhovieira, Giuseppe Del Re, Javier De Masona, Michele Duclos, Gilbert Durand, Ruth Escobar, María Fernández, Raquel Gonçalvez, Georges Guelfand, Helle Hartvig De Freitas, José Hartvig De Freitas, Eiji Hattori, Phil Hawes, André Jacob, Roberto Juarroz, Anthony Judge, Jacqueline Kelen, Jacques Lafait, Ghislaine Lafait-Hémard, Lima De Freitas, Salomon Marcus, Michel Mathin, Edgar Morin, Raúl Nicolau, Domingo Motta, Edmond Nocolau, Basarab Nicolescu, Alain Oriol, Patrick Paul, Odette Pétrequin, Jean-Marc Philippe, Patricia Prous-Laabeyrie, Philippe Quéau, Daniel Raby, Michel Random, Lucía Santaella-Braga, Elisabeth Saporiti, Luigi Secco, Jules Six, Luis Sousa Ribeiro, Dominique Temple y Ana María Vieira; quienes expresaron, al igual que lo haría tiempo después el metodólogo venezolano Miguel Martínez Miguelez que los problemas desafiantes que se están dando en el mundo actual no vienen confeccionados en bloques disciplinarios, sino que sobrepasan ordinariamente los métodos, las técnicas, las estrategias y las teorías que muestran las disciplinas académicas, fundamentadas en un enfoque, con visión unilateral de la poliédrica complejidad de toda realidad.

En este contexto, la mencionada Carta abordó que la razón de ser de buscar sustentar la categoría transdisciplinar en el ámbito de la sociedad actual, se debe a la proliferación de las disciplinas académicas y no-académicas, conducentes a un crecimiento exponencial del saber, en cuanto a comprender qué hace compleja la mirada del ser humano al intentar resignificar la realidad; que el hecho de que una inteligencia tiene dimensión planetaria de los conflictos frente a la complejidad del mundo y al desafío de autodestrucción material y espiritual de la especie; la vida está amenazada por una tecnociencia que obedece a la lógica de la eficacia por la eficacia; hay una  ruptura entre un saber cada vez más acumulativo y un ser interior cada vez más empobrecido conduce a un ascenso de un nuevo oscurantismo; hay un aumento de la desigualdad entre aquellos que los poseen y los que carecen de ellos, engendrando así desigualdades crecientes en el seno de los pueblos y entre las naciones de nuestro planeta; y, al mismo tiempo, los desafíos tienen su esperanza y conducen a una mutación comparable al pasaje de los homínidos a la especie humana.

Desde esa reflexión de la realidad, emerge en el Primer Congreso Mundial de Transdisciplinariedad (realizado en el Convento de Arrábida, Portugal, en noviembre de 1994), adoptan preceptos en una Carta cuyo cúmulo de ideas resalta los principios fundamentales de la comunidad de espíritus transdisciplinarios, constituyendo un contrato moral que todo signatario de esta Carta hace consigo mismo, fuera de toda coacción jurídica e institucional.

En concreto la Carta hace alusión a la idea de que es necesario reducir al ser humano a una definición y de disolverlo en estructuras formales, cualesquiera que sean, es incompatible con la visión transdisciplinaria; así mismo, debe haber un  reconocimiento de la existencia de diferentes niveles de realidad, regidos por diferentes lógicas, es inherente a la actitud transdisciplinaria.

La transdisciplinariedad es concebida con un valor de complementariedad en el marco del enfoque disciplinario; de esta realidad emerge la confrontación de las disciplinas nuevos datos que las articulan entre sí, y ofrece una nueva visión de la naturaleza y de la realidad; la transdisciplinariedad, y acá se da el mayor aporte de la Carta que es plantear que la transdisciplinariedad  no busca el dominio de muchas disciplinas, sino la apertura de todas las disciplinas a aquellos que las atraviesan y las trascienden.

La transdisciplinariedad, puntualiza la Carta, “…reside en la unificación semántica y operativa de las acepciones a través y más allá de las disciplinas. Ello presupone una racionalidad abierta, a través de una nueva mirada sobre la relatividad de las nociones de definición y objetividad. El formalismo excesivo, la absolutización de la objetividad, que comporta la exclusión del sujeto, conducen al empobrecimiento…”

De esta manera, la transdisciplinaria trasciende al dominio de las ciencias exactas por su diálogo y su reconciliación, y en relación a la interdisciplinariedad y a la multidisciplinariedad, transdisciplinariedad multirreferencial y multidimensional. “La transdisciplinariedad no constituye una nueva religión, ni una nueva filosofía, ni una nueva metafísica, ni una ciencia de las ciencias…”

A grandes rasgos, los problemas relacionados con el manejo de saberes disciplinares, resalta Martínez, obligan a centrar al sujeto en su naturaleza del objeto del conocimiento que en el método de medida. La disciplinariedad, por su parte, se comporta como el reflejo de problemas reales del mundo que son el producto de una falta de sistematización de los saberes.

Aunado a este problema de comprensión de los saberes, emergen problemas básicos y reales de la vida, como lo son cómo producir suficiente alimento para la población, cómo asegurarle una buena salud, cómo garantizar su seguridad personal, cómo bajar el índice de inflación, cómo aumentar la tasa de empleo laboral o cómo ofrecerle una explicación del sentido del universo, pareciera que estas subdivisiones disciplinarias entorpecen la visión de la solución más de lo que la iluminan.

En este aspecto aparece en ese proceso de sistematización de saberes, al accionar la figura de la transdisciplinariedad como necesidad de lograr disminuir la fragmentación del saber, e intensificar un conocimiento científico que demande  nuevas disciplinas, que hagan posible construir la solución creando nuevos sistemas para su codificación e integración, donde esos conocimientos serán más verdaderos y también más útiles y prácticos.

La sistematización se consolida por la vía de las interconexiones a un nivel global en el que los fenómenos físicos, biológicos, psicológicos, sociales, políticos, económicos y ambientales, son todos recíprocamente interdependientes; se hace necesario describir el mundo desde una perspectiva más amplia, holista y ecológica que no nos pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del mundo ni las diferentes disciplinas aisladamente; la nueva visión de la realidad se enfoca hacia la transformación del pensar, percibir y valorar.

El saber básico adquirido por el hombre, explica Martínez, que se conoce como el cuerpo de conocimientos humanos que se apoyan en una base sólida, por ser las conclusio­nes de una observa­ción sistemática y seguir un razonamiento consistente, el cual se integrar en un todo coherente y lógico y va edificando un paradigma universal o teoría global de la racionalidad, bajo la influencia de un realismo que vincula la ciencia más universal e integradora, en una “ciencia” verdade­ramente transdisciplinaria.

El hombre moderno está poco habituado al pensamiento sistémico, menos aún al pensamiento sistémico-ecológico; decía Martínez que el pensar con esta categoría básica, cambia la manera y forma de cómo apreciamos y conceptualizamos la realidad; la mente humana no sigue solamente una vía causal, lineal, unidi­reccional, sino, un enfoque modular, estructural, dialéctico, gestáltico, inter y transdisciplinario, donde todo afecta e interactúa con todo.

Es importante resaltar que el mundo en que vivimos está compuesto por sistemas no-lineales, donde todo está relacionado con todo,  un pequeño cambio en un parámetro puede hacer variar la solución poco a poco y saltar a un tipo nuevo de solución en la disciplina de la física cuántica. Resaltando que un sistema se da un conjunto de unidades interrelacionadas de tal manera que el comportamiento de cada parte depende del estado de todas las otras, pues todas se encuentran en una estructura que las interconecta.

En este orden de ideas, y volviendo a los aportes de Martínez, destaca que la naturaleza es un todo polisistémico que se rebela cuando es reducido a sus elementos; el todo polisistémico constituye la naturaleza global, que obliga a adoptar una metodología transdisciplinaria, donde la lógica sería una lógica privilegiada en el estudio de las realidades complejas, privilegiada en el sentido de que permite cruzar los linderos de las diferentes áreas del conocimiento en forma coherente.

Una categoría que es importante destacar al hacer mención a la transdisciplinariedad, es la del principio de complementariedad, el cual  enfatiza en que resulta imposible que se pueda demostrar la prioridad o exclusividad de una determinada disciplina, teoría, modelo o método para la interpretación de una realidad específica.

Ahora bien, la transdisciplinariedad, a juicio de Edgar Morin, es un paradigma cartesiano (entendiendo por este paradigma, el método cartesiano que busca evitar el error y obtener verdades, intuición; es decir, discernir lo verdadero de lo falso; y de otra, hallar nuevas verdades a partir de las ya existentes y conocidas, deducción), basado en la razón y legitimado en cuanto a su capacidad de conocer y dominar a la naturaleza, separa el conocimiento del sujeto que lo produce. Las disciplinas están separadas cada una con sus métodos, de ésta forma se promueve un diálogo de sordos, pues dos científicos de ramas diferentes no se pueden entender en lo más mínimo, estando ante el fenómeno de dos culturas, o dos formas del lenguaje, el de las ciencias experimentales y el de la ciencias humanas.

Hay que recordar que el epistemólogo y biólogo suizo Jean Piaget (1896-1980), entendió por transdisciplinariedad en la década de los setenta del siglo veinte, le colocó al término disciplinariedad el prefijo de origen latino trans, cuyo significado es “al otro lado de” o “a través de”; al combinar con la palabra disciplinariedad (entendiéndose por esta enseñanza o instrucción), la unidad de significado hace mención al manejo de saberes mucho  más allá de las distintas especialidades; lo transdisciplinar hace alusión a la cooperación entre disciplinas, sin coordinación,  dándose en el marco de las áreas de conocimiento compatibles entre sí, y de un mismo nivel jerárquico, por ejemplo, la combinación de saberes entre  la  física, química y geología, o de historia, sociología y lenguaje, para tratar un tema antropológico determinado. Acá no se dá un reduccionismo de conocimiento, sino una complementariedad de saberes en función de identificar y describir el contexto de un evento y/o sujeto determinado, y las diversas unidades de saberes que le permitan construir un discurso coherente y fundamentado que profundice el significado o resignificación que se alcanza en determinada investigación.

A grandes rasgos, la transdisciplinariedad se aplica a los esfuerzos de investigación centrados en problemas que cruzan los límites de dos o más disciplinas, y se hace referencia a métodos que se van integrando en un proceso de interpretación fenomenológica y hermenéutica que termina por generar un modelo teórico que sea simbólico y representativo de la realidad dinámica, incierta y compleja.

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