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Equinoccio

Durante estos tres horribles años, el nortesantandereano ha dado muchas muestras de que el cargo le quedó inmenso, pero el sainete del billete de a cien pareciera retratarlo de cuerpo entero.  Después que nos puso a pegar carreras para depositarlos en los bancos en escasas cuarenta y ocho horas, ha decretado cinco, ¡cinco!, prórrogas de a mes cada una.  Porque —y aquí habrá que apelar a un dicho popular—, ¿qué sabe el burro de pasta de dientes?  De la actividad bancaria, lo más avezado que debe recordar es cuando en sus años mozos, recién llegado de Cuba graduado de comunista, junto a Cilia, Bernal y otros de la misma calaña iban a esos establecimientos para “liberar” ciertas cantidades con las cuales financiarían las “hazañas” de sus copartidarios en contra de la democracia.  Pero de cultura en ese tema (al igual que en muchos otros), nanai-nanai.  Y sus asesores puede que tengan cierta erudición, digamos Luis Faría y Roy Daza, pero la obcecación ideológica —más las órdenes que emite la gerontocracia cubana— no permite una salida sensata al desastre en el cual han sumido a la economía y las finanzas públicas.

En fin, que hoy, a más de dieciocho años de haber comenzado el desafuero robolucionario en contra del erario, lo que queda es hambre en las ciudades, desolación en el campo y vacío en las bóvedas del Banco Central.  Lo que no pudieron los gobiernos más irresponsables en los dos siglos pasados, lo lograron los rojos en lo que va del actual.  Pero, según los voceros del régimen, no es la mezcla de latrocinio, ineptitud y paterrolismo que los caracteriza lo que nos trajo a la inopia: todo es culpa del malvado imperio y su nefasta “guerra económica”.  ¡Nada de eso!  Fue que muy temprano decidieron acabar con la producción nacional porque “ser rico es malo” (menos cuando son ellos los potentados).  Expropiaciones van y vienen.  Porque no son capaces de crear riqueza; solo saben quitársela a los que la produjeron.  Y, así, volvieron eriales lo que hasta la llegada de ellos eran ubérrimas haciendas y fincas.  ¿Cuántas reses se saca ahora de las propiedades que le quitaron a la Compañía Inglesa?  ¿Cuántos racimos de plátano produce hoy el Sur del Lago, después de que les arrebataron a sus propietarios esas fincas para entregárselas a los rusos?  ¡A los rusos, que nunca en su vida han visto una musácea!

La misma pregunta podría hacerse ahora pero referida al pan. Nuevamente, la solución es arrebatar lo de otros, en este caso, las panaderías de quienes tienen generaciones manejando ese ramo.  La receta —al igual que la excusa— es la misma: entregar la gerencia a gente que de pan solo sabe comérselo.  Pero que tiene carné del PUS.  Por ahí están circulando las fotos de un truhan a quien encargaron de una de las panaderías “intervenidas temporalmente”.  Su mérito anterior era el de haber ayudado a destruir la estatua de Colón que estaba entre Maripérez y Los Caobos; él fue quien le puso las sogas para hacerla precipitar al suelo y arrastrarla, destruyendo patrimonio nacional y una excelente obra de un escultor venezolano.  Resulta que ahora es panadero.  Y alguien que gerenciará sectariamente: si no trae el carné de la patria (o el del PUS), pues no puede comprar.  Yo lo quiero ver dentro de una o dos semanas, cuando el gobierno ya no pueda proveerlo de la harina.  Pondrá la misma cara del curita pueblerino que —cuando el obispo le reclamó porque no había mandado a repicar las campanas avisando la visita pastoral— explicó que había como treinta razones, pero que la principal era que la iglesia no tenía campanas.  Igualito con el pan: si no hay trigo, no hay harina, y sin harina, no hay pan. Y el trigo es otro monopolio del régimen.

Pero, además, la orden es que se haga pan “francés”.  ¿Y el gocho, al que le gusta las acemas?, y el de la Colonia Tovar, que siempre ha comido das Brot?  ¿Y los guariqueños, que lo piden “sobado”?  Eso de la toma de decisiones disparando desde la cintura, sin asesores de verdad-verdad, es lo que ha caracterizado a estos ignaros e incompetentes.

Ni en la Venezuela palúdica de finales del siglo XIX y comienzos del XX faltaron la comida ni los medicamentos.  Ambos, indispensables para garantizar la salud y la fuerza del pueblo, que es quien produce y gana para poder comprarlos.  Porque es que la enseñanza bíblica habla de “ganar el pan con el sudor de tu frente”.  Pero como Boves II se creía más que mesías, se atrevió a enmendarle la plana al verdadero y empezó a regalar las cosas y a forzar a los comerciantes a que las vendieran a precio vil.  Nada distinto a lo que ya habían ensayado otros caudillos en otras latitudes y tiempos.  Por lo que nada distinto a lo que pasó por allá podría suceder por aquí.

Sin embargo, el 20 de este mes aconteció el equinoccio de primavera de nuestro hemisferio.  De ahí en adelante, los días se harán más largos y las noches más cortas.  Esperemos que esa sea una premonición de lo que sucederá en Venezuela: que la oscuridad y sus compañeras, la lobreguez y la tenebrosidad irán quedando atrás.  Pero todos tenemos que meter el hombro para que suceda…

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