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Escribir lo que no quiero

Cuando Juan Guaidó se juramentó como encargado de la presidencia y describió la ruta que se debía transitar para alcanzar la meta de reencontrar de nuevo la democracia y construir un régimen político al servicio del ser humano, indicando como los pasos inmediatos a seguir “el cese de la usurpación, el gobierno de transición y elecciones libres”, me permití tomarle prestado a Antonio Machado sus imperecederos versos “caminante no hay camino/se hace camino al andar”, para advertirle a Juan Guaidó que su andar estaría acompañado de errores y desaciertos y que no debía detenerse a enmendarlos, sino continuar la marcha.

En este largo peregrinar hemos tenido avances y retrocesos; y desde luego no comenzó hace año y medio con Guaidó, sino mucho antes desde el mismo momento cuando Chávez Frías no se juramentó, sino se mofó de la constitución vigente llamándola “moribunda”, porque tenía la intención de asesinarla.

A lo largo de este camino, no han faltado quienes complacidos con el régimen, unos por cuentas que cobrarle a Acción Democrática o a Copei, otros por ver en esta parodia de revolución realizada sus fantasías de muchos años atrás, otros simplemente por lucrar y en fin, otros por no tener otra oportunidad de sobrevivencia, que se muestran sin embargo como opositores al régimen y señalan rutas a seguir que operan como las rémoras que retardan, detienen y hasta hacen retroceder al torcer el camino, la marcha de los venezolanos hacia el objetivo de reconquistar la democracia.

Entre los venezolanos que han sostenido una marcha constante de combate a esta usurpación que hoy encarna, valga la redundancia, el usurpador Maduro, pero que se remonta hasta el mismo comienzo del gobierno de Chávez bajo la tutela de Castro, está María Corina Machado a quien varias veces, en prosa y en verso, he elogiado sus posiciones, actitudes y defensa de los principios democráticos y su valor, a todas luces sobresaliente sobre quienes, y me incluyo, formamos la oposición.

Dicho lo anterior, procedo a escribir lo que no quiero. En la carta de fecha 29 de agosto de 2020 dirigida por MCM a JG, que como todo lo humano tiene aciertos y errores y yo hubiera preferido que fuera privada y no abierta al público. Comprendo que hacerla pública le da una fuerza mayor para que sea oída y no colocada en el archivo de las cosas que serán olvidadas, razón por la cual yo, predicando una cosa hago lo contrario.

MCM entre muchos aciertos le recrimina a JG por no haberlo hecho y le pide que lo haga, que invoque el numeral 11 del artículo 187 de la constitución relacionado con las misiones militares, para obtener el apoyo de una fuerza que sea capaz de oponerse al único sustento que tiene hoy el usurpador: la fuerza armada contemplada en la constitución, muchos de cuyos miembros están en prisión y no han sido “indultados” por su respeto a ella que le dice que no es fuerza deliberante; pero abriga a quienes violándola se han puesto al servicio de una parcialidad política junto a otras fuerzas armadas ilegal e inconstitucionalmente creadas únicamente al servicio de la parcialidad política que se asocia con el castrismo.

Digo y desde luego tratándose de cosas relacionadas con las leyes y el derecho, hay opiniones que sustentan lo contrario. Digo y repito, que ese numeral del artículo 187 no tiene nada que ver con una misión armada para enfrentar la fuerza que tiene el usurpador Maduro como único sostén; y por lo tanto es un error pedirle a Guaidó que lo haga, pero si yo estuviera equivocado y fuera procedente invocar el numeral 11 del artículo 187 de la constitución, si no se tuviera la certeza de que la solicitud de esa misión cuenta con el beneplácito de quien la proveerá y la enviará, sería una insensatez. Esa misión quien la puede aprobar es  la Asamblea, ojo que no es Guaidó. Guaidó le puede proponer a la Asamblea que la apruebe, si él ya cuenta que el invitado la acepta y viene.

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