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Espionaje y democracia cuestionada en México

En 2013, Edward Snowden nos sorprendió y revolucionó la vida de los ciudadanos del planeta, al confesar lo que todos sabíamos de antemano.  Snowden nos dijo entonces la verdad, pues no era cierto que un mundo nos vigilara desde el cosmos, sino que era su país, los Estados Unidos de América, los que controlaban lo que decimos y lo que escribimos.

Hoy no son los Estados Unidos, sino el gobierno de México que, habiendo demostrado su incapacidad para espiar e infiltrar al crimen organizado, está vigilando a periodistas y defensores de derechos humanos. El software conocido como Pegasus, del cual se ha vendido hablando desde 2013, cuando el diario británico “The Guardian” informó que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), a través de este software, estaba recolectando los registros telefónicos de decenas de millones de estadounidenses y líderes mundiales (la Canciller de Alemania, Agela Merkel, la presidente de Brasil de entonces, Dilma Rousseff, el presidente de Francia, François Hollande, y el propio presidente Felipe Calderón), ha provocado un escandalo de espionaje en México.

En ese año, Edward Snowden tuvo la valentía de oponerse a lo que en su momento consideró que no era ético en este mundo global, en el cual las comunicaciones han acercado pueblos, comunidades y ciudadanos, rompiendo las barreras culturales y lingüísticas, provocando una segunda revolución industrial; esto es, al espionaje por parte de su país en todas las comunicaciones orales y escritas entre personas a nivel planetario, a través de las nuevas tecnologías.

En su declaración Snowden planteó entonces: “Hace poco más de un mes tenía una familia, un hogar que era el paraíso y vivía con mucho confort”, y como seguramente otros lo siguen haciendo afirmó que en su trabajo él “tenía la capacidad de buscar, tener acceso y leer” nuestras comunicaciones “sin tener ninguna orden; podía tener acceso a las comunicaciones de cualquier persona en cualquier momento, ese es el poder para cambiar el destino de las personas”, reconociendo que era “un miembro de alto rango de los servicios de inteligencia” de sus país, la NSA.

En ese entonces, el gobierno mexicano no tomó medidas para evitar el control de las comunicaciones por los Estado Unidos. En México, el Caballo de Troya ya estaba instalado al interior de las oficinas del gobierno federal, a través de las donaciones en tecnología hechas por el gobierno estadounidense por medio de la Iniciativa Mérida, programa de cooperación que permitió la construcción de centros de mando en las principales dependencias del gobierno mexicano, equipados con la última tecnología en materia de trasmisión de datos, voz y videos, pero que el gobierno mexicano no puede reparar, desmontar o destruir, sino que debe recurrir a los Estados Unidos para ello.

Ahora en México se deja la ética a un lado, pero no para luchar contra el crimen organizado, sino para neutralizar a sus ciudadanos. Pegasus, es un software que se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros dispositivos electrónicos para monitorear todos los pormenores de las actividades diarias en los medios de las personas a través de su celular, incluidas llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, los registros sobre contactos y calendarios, utilizando el micrófono y la cámara de los teléfonos para vigilar a sus dueños, convirtiendo los dispositivos en centros de espionaje móviles.

Este software creado para espiar bandas criminales y terroristas, es usado en México para vigilar a periodistas como Carmen Aristegui, Carlos Loret de Mola,  Rafael Cabrera y Sebastián Barragán, entre otros comunicadores; a los  abogados encargados de la investigación de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, a Juan Pardinas, quien redactó y promovió la Ley anticorrupción 3de3, a personas incomodadas para el gobierno como Alexandra Zapata del IMCO y Daniel Lizárraga de MCCI, según la organización de Defensa de lo Derechos Digitales (R3D) y el The New York Times.

Pegasus, es un software que resulta imposible de detectar durante el hackeo de los teléfonos inteligentes, apoderándose de ellos y convirtiéndolos en dispositivos de vigilancia móvil. El software fue construido por una compañía llamada ONE Group y fue descubierto al ser utilizado en los Emiratos Árabes Unidos, lo que obligó a que Apple actualizará su sistema operativo iOS 9.3.5.

En 2012, el gobierno mexicano sólo disponía de un par de equipos donados por la Iniciativa Mérida para espiar teléfonos celulares y correos electrónicos; no obstante, las revelaciones hachas por el The New York Times, muestran que en lugar de que el gobierno mexicano buscara evitar ser espiado a través de los equipos donados por los Estados Unidos, ha decidido utilizar los equipos donados y la compra de tecnología adicional, como el software Pegasus, para espiar a sus propios ciudadanos.

Qué conversación telefónica puede estar a salvo, qué número de qué compañía, si estamos a merced de miles de hombres y mujeres que escuchan nuestras conversaciones, las más ingenuas o las más íntimas; quién puede estar a salvo de ser escuchado o leído, cuando una palabra clave puede llamar la atención para saber de nosotros.

Y en este estado de cosas, donde la soberanía nacional ha sido puesta en segundo plano ¿A quién le importan las leyes?, si bajo el pretexto de proteger la integridad del país, se está dispuesto a leernos a escucharnos e ir tras nosotros sólo por creer que estamos confabulando en su contra. A caso al gobierno de México, que hoy cuestiona a otros gobiernos de América Latina, le interesa respetar las leyes o el Artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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