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Este Bolsonaro que viste y calza

Beatriz de Majo

Hay que estar muy atentos al Brasil de nuestros días. Ese país resulta ser la cuarta democracia mundial en talla y la primera en nuestro vecindario latinoamericano. La inclinación natural de los venezolanos, agobiados como estamos por 20 años de fracasos estruendosos en el manejo de nuestro país y cada día más asfixiados por un régimen que, para entronizarse en el poder, a cada paso comete más tropelías en contra de los derechos de su población, es a aplaudir el advenimiento de un político de derechas que confronte a sus predecesores en su país y que ponga los puntos sobre las íes a su vecino, el gobernante venezolano.

Pero su sola inclinación hacia formas ultraderechistas de manejo del Estado, sin embargo, debemos mantenernos atentos a su desenvolvimiento.

Los peculiares rasgos de su carácter no son en absoluto deleznables. Es un líder de carácter recio y machista, poco dispuesto a la contemporización y duro en temas en los que no transige con facilidad como la homosexualidad y el racismo. Seguidor a ultranza de la Biblia, ha utilizado una retórica de alto tono en materia de religión, lo que le genera apego entre el cristianismo y la inmensa y poderosa comunidad evangélica del Brasil.

Bolsonaro no es un hombre del común, es de los que defiende sin rubor muchos de los aspectos de la dictadura militar brasileña habiendo llegado a pronunciarse a favor de “matar más y torturar menos”.

Su popularidad por este tipo de declaraciones extremistas ya iba en ascenso cuando un hecho fortuito como determinante terminó de inclinar la balanza a su favor. Una puñalada en su abdomen por parte de un perturbado mental furioso lo catapultó a la fama mundial, no solo a la brasilera, y le colocó un aura de héroe de la cual es difícil desasociarlo. Hoy en día alcanza a capitalizar la atención de 7 millones de seguidores en las redes sociales.

Estos rasgos de personalidad pueden ser en harto peligrosos, si el hombre no cuenta con un muro de contención a su alrededor. Y si sus metas gubernamentales inmediatas son la que el mismo se ha encargado de pregonar, en particular, la que tiene que ver con la “limpieza de la política”, pudiéramos asistir a un espectáculo nada constructivo al interior de su país aun blandiendo la Biblia de manera principista como el ahora mandatario suele hacer.

Sin embargo una actitud comprometida en extremo en torno al desmonte del crimen pudiera hacerle mucho bien a su país – mientras no se trate de armar a la población como ha anunciado irresponsablemente-  al igual que acciones concretas, que ya parece haber anunciado a favor del redimensionamiento del Estado. Este último propósito del nuevo gobernante tiene muy animados a los empresarios e inversionistas.

En estas primeras de cambio, lo que no se sabe es que tan buen político puede ser un individuo enredado en sus propias pasiones ya que la Política es el arte de la contemporización y del equilibrio, aunque sea aparente. Una década y media de gobiernos de izquierda llevaron al país a una recesión desde 2016 y su principal contendor, el Partido de los Trabajadores, no parece dispuesto a cederle la tribuna al militarista que se ha anidado en el ánimo del nuevo presidente.

Hasta ahora todo son buenas noticias para el sector privado: menos impuestos, mas incentivos a la inversión, así como el anuncio de un número importante de empresas estatales a ser privatizadas y la creación de 10 millones de plazas de trabajo. Tanto los mercados financieros como el real se han fortalecido con la sola expectativa de su victoria.

Así las cosas, el adagio popular que reza que “toda escoba nueva barre bien” está en el ambiente brasilero en esta hora, pero los logros del nuevo presidente estarán coloreados tanto por los singulares rasgos de la personalidad de este dirigente- personalidad “salvífica”, lo califica Fabián Bustamante Holguín, columnista de El Clarín de Chile- como por la destreza del equipo que lo rodee.

Posiblemente más lo segundo que lo primero.

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