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Esto es una tragedia

Metámonos en la historia de Venezuela y se comprobará que no hemos tenido un gobierno peor que el de la camarilla civil-militar que actualmente ejerce el poder. El ocupante de Miraflores llegó a la presidencia de la república usurpándola mediante el fraude electoral y desde allí ordena la represión para robarnos el sol de las plazas públicas y dirige, con asesoría cubana, el régimen de cleptómanos que está saqueando el tesoro nacional.

Es un tiempo siniestro el que vivimos. Una misión de Human Rights Watch visitó ocho estados del país y verificó la grave crisis que ya el mundo conoce. El director para América de la mencionada ONG, José Miguel Vivanco, declaró: “Negar que existe una crisis humanitaria, que no hay alimentos ni medicinas básicos, e impedir así la cooperación internacional para paliarla, me parece que representa una actitud del gobierno de Venezuela que yo francamente calificaría de criminal”. Tiene razón, es criminal condenar a una población al hambre y a la muerte.

La tragedia que el régimen ha instalado sobre nosotros pudiera ser vencida si se enfrentara el déficit de alimentos y de medicinas con medidas coyunturales urgentes que nos facilitarían recursos para suplir, con importaciones y otros mecanismos, la severa escasez generada por las carencias productivas internas, hasta tanto se rectifiquen las políticas económicas equivocadas que nos han arrastrado a la crisis. Esas medidas a implementar cuanto antes serían: a) buscar dinero fresco acudiendo al financiamiento internacional de organismos multilaterales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y, si se apartan falsos pruritos dogmáticos, el Fondo Monetario Internacional; b) reestructurar la deuda pública externa, que el también nefasto gobierno de Chávez quintuplicó a pesar de la bonanza de los precios del petróleo entre los años 2004 y 2013, para alargar los plazos de vencimiento y destinar los ahorros a la atención de la emergencia; y c) admitir que sí hay una crisis humanitaria y aceptar las ayudas de alimentos y de medicinas que están ofreciendo países amigos y la comunidad internacional en general.

Los saqueos y las protestas que se escenifican diariamente en la capital y en el interior del país son como el tránsito de la ingobernabilidad a la rebelión popular. Pero el gobierno, con su política de avestruz, parece ignorar el peligro. Entre el 80 y el 95% de los venezolanos, según las encuestas, juzga negativamente la gestión de Maduro. La expectativa del referendo revocatorio que debe realizarse este año es el dique que está deteniendo la ira colectiva. Sin hacer futurología, se puede presumir que si se cierra esa válvula de escape, el estallido social no se hará esperar. Las tragedias también tienen su final.

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