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Fábulas, arengas, fraudes y enredos 

De las apariencias hay que cuidarse. En política, mucho más. Porque embelesa, corrompe, engaña y deshonra. Más aún, distorsiona la realidad toda vez que funciona cual espejismo de desierto. O cual falsa promesa cimentada en el aire. En el aire contaminado. No tanto por lo descompuesto de sus elementos. Sino, por lo enviciado, degenerado y depravado. Como ahora se encuentra el aire de la revolución bolivariana, que tantas esperanzas -en su momento de furor- exaltó.

En el fondo de tan cuestionada realidad política, todo es ficticio. Nada suele ser verdad. Atender su llamado, similar a cual canto de sirena, es aventurarse a insumirse en el pútrido “mar de la felicidad” donde se corre el serio riesgo de ahogarse en el contexto de la perplejidad. En esa incertidumbre fue donde finalizó el camino de las promesas forjadas en nombre del “socialismo del siglo XXI”.

El aludido “socialismo del siglo XXI”, quiso enarbolarse como una doctrina o ideología política en Venezuela. No pudo lograrlo. Su cacareado vuelo, fue todo un desastroso debut. Apenas llegó a elevarse a escasos metros del suelo. Su esfuerzo fue infructuoso. Su primer y único intento de sobrevolar el mismo camino de la “espada de Bolívar” Por América Latina, fue totalmente fútil.  Al poco tiempo, terminó estrellándose contra el primer peñón que, en su improvisado y pésimo aterrizaje de emergencia, consiguió a manera de imprevisto obstáculo.

En principio, pretendió aplicar una retórica cuya narrativa quiso basarse en frases que se convirtieran en eslogan de redundante contenido. Sólo consiguió fundamentar el discurso político en mingonas piezas publicitarias, cuya cursilería comenzó a dar cuenta del mal gusto de sus improvisados ideólogos. Todos ellos o casi todos, militares disfrazados de politiqueros. Sin la menor comprensión de lo que exalta la teoría política. Menos aún, del arte de gobernar.

Todas estas patrañas, formuladas con base en retazos del comunismo soviético de principio del siglo XX y del fascismo de mediados de la misma época, comenzaron a despertar sospechas sobre la malignidad que sus presunciones políticas de democracia, encubrían. 

Un dogma infectado de populismo 

El fichado “socialismo del siglo  XXI”, buscaba ocultarse debajo de las naguas de religiones, tradiciones y costumbres que confundían el quehacer político. Ello, sin excusarse de los errores cometidos. En el ejercicio de tan aparatosas ridiculeces, las decepciones del pueblo fueron recostándose sobre las espaldas del “socialismo del siglo XXI”. Fue así como llegó el momento en que el peso de las promesas incumplidas y de las irresponsabilidades demostradas, rompieron el equilibrio político pretendido.

El “socialismo del siglo XXI”, de hombre fuerte del poder ocasional, se transformó en un simple payaso de circo, sin palabra creíble. Y hasta sin la energía necesaria para evadir las brechas que en otrora fustigaban sus manifiestos políticos y alardes de poder.

De esa manera, el aludido “socialismo del siglo XXI”  se vio afectado en su naturaleza moral y política. Comenzó a cojear como resultado del deterioro padecido. Terminó internado en una sala de emergencia del hospital del pueblo por lo que poco volvió a ser advertido con la reiteración de otrora. Sin embargo, las circunstancias llevaron a que delegara autoridad en personajes impugnados por represiones, torturas y evidente autoritarismo. También, por mostrarse energúmenos, soeces, oportunistas e irresponsables. Casi siempre militares o venidos de las filas castrenses. 

La improvisación y el desconocimiento de las realidades y del ejercicio político, determinaron que la situación nacional sufriera profundos desarreglos. Al extremo, que las crisis heredadas del siglo XX, se profundizaron. El caos, se hizo hábito. Se extraviaron los escasos valores que todavía rondaban la idiosincrasia del venezolano. 

Puede decirse que Venezuela está hoy casi desaparecida del mapa político-democrático, petrolero y económico regional. La corrupción y la opacidad administrativa-pública nacional, puntean los indicadores de “países mañosos y deshonestos”.

Escozores políticos de un tema “escabroso”

En conclusión, el “socialismo del siglo XXI” no ha podido superar las deficiencias de aquel socialismo que vulgarizó su aplicación en la extinta Unión Soviética. Los ideólogos de tan improvisada doctrina, ni siquiera tuvieron el empuje para actualizarla de acuerdo a la exigencias de las nuevas realidades que vieron venirse de los rezagos de la postmodernidad.

No resolvieron la ecuación cuyas incógnitas siguen indeterminadas. Lejos de eso, los susodichos ideólogos, por la improvisación que venían arrastrando, convirtieron las variables de dicha ecuación en meros “clichés”. Los resultados logrados, fueron contrarios a los propósitos trazados. Así, consumieron las esperanzas de tantos románticos, resignados, tímidos y cándidos de las promesas del manseado “socialismo del siglo XXI”.

El “socialismo del siglo XXI” tuvo miedo a la verdad, la justicia y a la democracia. Por tan absurda razón, prefirió seguir criterios retorcidos que asfixiaron objetivos expuestos en procesos electorales. Comicios adulterados para imponerse por encima de la equidad, de la alternancia constitucional y de los principios que dan sentido y forma al Estado de Derecho.

Ya no vale justificar y ordenar escaramuzas para incitar una acción que reivindique la revolución bolivariana o “revolución bonita”. El pueblo llano se ha dado cuenta que no es posible superar la pobreza haciéndose más pobre. Aunque es el criterio más recurrente que busca aplicar el “socialismo del siglo XXI” para fortalecer su enclenque estructura política. 

Ya no vale disimular la soberbia y desvergüenza que le ha deparado el poder. Su rostro no resiste más maquillaje. Su cuerpo no tiene figura para un nuevo disfraz político. Su fuerza se le agotó aunque no lo reconozca. O la cubra de paliativos que la represión sabe brindarle.

No hay duda de que el “socialismo del siglo XXI” quedó varado en el tiempo y en el espacio. Por obsoleto. No revolucionó. Tampoco desarrolló su condición sustantiva, ni su esencia adjetiva. Sólo quedó para vivir de fábulas, arengas, fraudes y enredos

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