Gonzalo Plaza
Gonzalo Plaza recuperó los rostros anónimos de Venezuela logrando capturar la mutabilidad de los estados anímicos en la serie documentada en 1949. En sus composiciones estamos ante el descanso de existencias dedicadas al arduo trabajo, y de la sabiduría reflejada en su diario contacto con la naturaleza. Sin embargo, la remirada de estos retratos no expresa a personajes vencidos por la vida sino a venezolanos que asumieron su presente y sus retos con devoción y alegrìa, por el trabajo sentido que se manifiesta en los niños que las iacompañan. En estas fotografías se perciben huellas de placidez, de empatía con el otro, como en los rostros de las ancianas captadas. Fusiona dos tiempos y dos historias en mismo espacio visual.
La espontaneidad de estas series fotografías señala su vinculación con la cotidianidad, acción real de vida que no idealiza al entorno social y cultural al no ser compuestas por la percepción pautas planificadas denl fotógrafo. Uno de los rasgos del lenguaje visual de estas imágenes es haber logrado encuadres para sus retratos que respondiera a estos criterios, tal como se manifiesta en la serie de Informantes, Curiepe, 1949. Nos enfrentamos a vívidos instantes, en el que cada espacio-tiempo es una ventana a un pasado pleno de vida. Así en un feliz olvido de las formalidades citadinas el llamado por el fotógrafo Informante, está sentado en una silla artesanal con sentadera de cuero, vestido de pantalón y saco de cuatro botones sin camisa. Este estilo de usar la indumentaria expresa una posición ante la vida, es la continuación de la libertad gestual que se observan en el cuerpo como las manos que juegan hasta encerrarse sobre sí y tratan de expresar momentos de reflexión. El fotógrafo va hacia el personaje en lugar de ubicarlo según su conveniencia, para no descontextualizarlo de su entorno. Estas miradas contrastan con la tensión y artificialidad gestual de algunas fotografías posadas.
De esta serie, destacan cuatro retratos del mismo personaje tomados en Curiepe, 1949. En el interior de la casa se observa el informante solo, sentado cómodamente, con diversas expresiones de su rostro, y que casi parecería que en una de ellas brotaran palabras que nunca serán oídas. Las expresiones del cuerpo del hombre maduro, parecen reflejar un instante reflexivo sobre lo conversado entre él y el fotógrafo. Rodeado de objetos cotidianos, como un filtro de agua, paños y trapos que reposan encima de un letrero que impide mostrar su contenido junto a un calendario. El personaje anónimo juguetea con las manos sobre el respaldar de la silla, y sobre la tapa de un recipiente de barro, posiblemente deposita el agua filtrada, transmite una sensación de sosiego, tranquilidad y autenticidad que nos acerca a la existencia en un tiempo y espacio agrícola.Esta capacidad de Gonzalo Plaza para representar a través de la imagen cambios en los estados anímicos se hace evidente también en otros retratos individuales, como se evidencia en la imagen de un anónimo músico popular que cubre parte de su rostros con lentes oscuros, sentado despreocupadamente con una franela, casi semidesnudo, rodeado de lámparas cual Diógenes. Se encuentra ubicado en la esquina de una casa cuyas rejas eran de madera, permitiendo ver el exterior, en el que se reúnen curiosos intrigados por la escena que se realiza en el interior de la vivienda, y que generan un continuo entre el espacio privado y el público. Se está ante la detención en el tiempo y el espacio de la acción voyerista gracias a la cual estas miradas fueron rescatadas del olvido.,