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¿Hacia el revocatorio en 2017?

En el curso de los últimos días se han reanudado las visitas de José Luis Rodríguez Zapatero a Caracas. Una presencia sombría desde aquel encuentro clandestino de representantes del gobierno y la oposición en Punta Cana. Por fortuna, esta turbia maniobra del oficialismo murió aquel mismo fin de semana de junio, porque manos anónimas filtraron la noticia del encuentro a los medios de comunicación.
En un primer momento la MUD, por intermedio de su secretario general, negó la noticia, pero poco después debió reconocer lo inocultable: en efecto, una delegación de la alianza había viajado a República Dominicana, pero, afirmaron, no hubo reunión de las dos delegaciones sino de cada una con los ex presidentes, por separado. Un eufemismo desde todo punto de vista infructuoso, pues la reacción de la opinión pública venezolana fue inmediata y categórica. ¿Por qué razón un sector de la oposición, a espaldas de la voluntad ciudadana, que había depositado su confianza en las gestiones de Luis Almagro para lograr una condena colectiva de los países miembros de la OEA al gobierno Maduro, y que alentaba la esperanza de que la convocatoria de un referéndum revocatorio fuera el camino adecuado para salir de Maduro pacífica, constitucional y democráticamente, participaba en un proyecto secreto del oficialismo cuya única intención era precisamente neutralizar estas acciones e impedir la restauración en Venezuela del orden democrático y la racionalidad económica, aspectos cruciales del gran drama nacional?
La impactante Toma de Caracas el pasado 1° de septiembre fue consecuencia directa de aquel rechazo masivo a la espuria negociación impulsada por Miraflores. Así, Rodríguez Zapatero y su combo de ex presidentes desaparecieron del espacio físico venezolano, pero ya vemos que no para siempre. El tiempo pasa, inexorable, y solo el tiempo parece pasar en esta Venezuela de la decadencia y el hambre. Como si el país, atrapado entre la ambición sin límites de unos y la futilidad de los lugares comunes, los intereses subalternos y los gestos exclusivamente escénicos de otros, 17 años de miseria física y espiritual después, y a pesar de todos los miserables pesares que padece, siguiera precipitándose, indefenso, hacia el fondo de un insondable abismo histórico.
A estas alturas vale la pena no perder la memoria. Tener presente a cada instante que la misma debilidad política y moral que en los años noventa destruyó a los principales partidos políticos venezolanos hasta el extremo de abrirle a Hugo Chávez las puertas del Palacio de Miraflores de par en par, lamentablemente continúa guiando los pasos de sus dirigentes más veteranos en esta dura jornada de revolución mal llamada bolivariana. Sobre todo si se comprueba que el viaje de Rodríguez Zapatero la víspera de la Toma de Caracas persiguió el propósito de reunir, también en secreto, a los participantes en aquellas reuniones de Punta Cana, ahora en el despacho del ministro del Interior, para asegurar, por una parte, que la MUD se comprometiera a que la protesta ciudadana no rebasaría los límites de la prudencia y la buena conducta pública, incluyendo el acuerdo de que la manifestación se disolvería tranquilamente a las 2:00 pm, hora en que Maduro le hablaría a sus seguidores en la plaza Caracas. A cambio de ello, y de que los manifestantes no ingresaran al municipio Libertador, el general Néstor Luis Reverol se habría comprometido a no reprimir la concentración ciudadana.
La semana pasada Rodríguez Zapatero regresó a Caracas, también por pocas horas. Nadie ha informado con quién se reunión ni para qué. No obstante, una sospecha terrible flota desde entonces sobre Caracas. ¿Qué objetivo pretende alcanzar Rodríguez en esta última gestión suya? ¿Lograr que la MUD acepte que el revocatorio se celebre el año que viene, después del 10 de enero y que Maduro finalmente abandone Miraflores el año que viene, pero sin cambio de gobierno y régimen? La MUD debe pronunciarse sobre esta alternativa y despejar todas las dudas. Cuanto antes. En ello le va su futuro.
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