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Hoy en Niza mañana en… Dilaceramiento aquí y allá

La violencia es un signo oscuro de estos tiempos. El análisis político, sociológico, psicológico, no consigue abarcar sus orígenes y motivaciones -poderosos intereses se interponen, no dicen su nombre los que efectúan, ilegal o bajo leyes espurias, su tráfico-;  el abordaje del terrible tema es insuficiente; los hechos son avasalladores, repetidos con frecuencia inaudita. Crece la impotencia, en proporción directa al hábito que se va instalando paulatinamente, a golpe de televisión, postrándonos, sin mayores respuestas. La frustración pareciera haber llegado a los extremos, a sus límites y sin embargo, el siguiente episodio absurdo, cruel, infame la incrementa, la «enriquece», en el peor sentido de la palabra. La desilusión es uno de los sentimientos que se extiende más y prolifera frente a la muerte provocada por cualquier motivo. Ninguno de ellos, ideológico, religioso, social o político tendrá nunca verdadera base moral inteligible.

La supuesta justicia por la propia mano, las pulsiones religiosas, que como en época de las cruzadas llaman a matar infieles; el odio vergonzoso por motivos racistas, y de género, impulsado también por la inveterada intolerancia frente a las opciones sexuales, son cosa condenable bajo cualquier código jurídico o texto sagrado. La violencia se ejerce sin miramiento contra el que no piensa como uno. La violencia de clase, la represión de los estados antidemocráticos, la de las tribus urbanas, la de los hooligans, la de los xenófobos, la de los neonazis, no tiene sustento alguno frente a las ideas más caras de un humanismo elemental. Todo ello, sinsentidos, sin lógica capaz de formular un asomo de razón que dilucide el atentado terrorista o rebajado con eufemismos, al ámbito vital de tantas personas masacradas, torturadas, vejadas, al que acudimos cada día, en nuestro espacio geográfico o en el remoto.

Y no obstante, esta reflexión, cargada de desaliento por los embates recientes a los valores de la civilización, no sólo la de nuestra rica cultura occidental; por los ataques provenientes de los más variados actores extremistas y supuestos sujetos históricos fundamentalistas de cualquier signo, tiene el propósito catártico de proponer tocar fondo, en una busca de dimensión ética, y sacudir la conciencia adormecida o enajenada, la que nos impide fortalecer una indignación que nos conduciría a «tomar medidas» para proteger los valores que enaltecen la vida humana y el entorno natural.

Por eso, en estos momentos de estupor, no me meto en polémicas de once varas, no participo en programas de pesquisadores de show mediático y redacto un poema sin poesía alguna, atreviéndome a asumir el dolor inenarrable con palabras directas, en una vertiente sensible y emocionada que denuncia la barbarie y salvajada de quienes tristemente nacieron para acabar con la vida, contra la más alta, cotidiana, sagrada convivencia y celebración vital:

 

«UN HOMBRE MUERE EN MI CADA VEZ QUE UN HOMBRE MUERE

EN CUALQUIER LUGAR, ASESINADO…»*

 

CON LOS TITULARES DE LAS PRIMERAS PÁGINAS DE LOS PERIÓDICOS

EN LAS LENGUAS MÁS SONORAS O PARCAS DEL MUNDO

DESDE ORIENTE A OCCIDENTE, MIENTRAS SALE Y SE PONE EL SOL

PODRÍA PERGEÑARSE, REDACTARSE UN TEXTO A LA ALTURA

DE LA MAS CRUDA POESÍA MALDITA, EN CUALQUIER IDIOMA, TRADICIÓN,

FILOSOFÍA, MANO DERECHA O IZQUIERDA, DE ESPECTRO FRANKESTAIN  

O ACORDE AL ESPÍRITU DESDOBLADO DEL DOCTOR JEKYLL Y MISTER HYDE,

 APOCALIPSIS INCORPORADO O INFLUJO AMENAZADOR DE KALKI, INCLUIDO.

HE SIDO, DURANTE LOS ÚLTIMOS LUSTROS, ASESINADO

A MANSALVA, POR SORPRESA, EN LUGARES TAN EXTREMOS

COMO EN LAS TORRES GEMELAS DE NUEVA YORK,

EL BÓSFORO O BRUSELAS; HE CORRIDO CON LA MALA SUERTE

DE ABORDAR TRENES CARGADOS DE ODIO RUMBO A «ATOCHA»,

O AVIONES EGIPCIOS CON BOMBAS ENTRE EL EQUIPAJE,

Y VIAJADO CON ENLOQUECIDOS COPILOTOS  QUE ARRASTRAN

EN SU VICIOSA MALDICION SUICIDA CON LA ESTELA VITAL

DE DOCENAS DE INOCENTES EN LOS ALPES FRANCESES;

ME HAN CORTADO LA CABEZA MIENTRAS ATARDECÍA

EN LA MÁS LUMINOSAS BAHÍA DEL MUNDO,

EN ACAPULCO ME HAN CERCENADO, INCESANTEMENTE,

DESDE QUE LA PRIMERA CABEZA FUE LANZADA COMO UN COCO

EN LA PLAYA  «CONDESA» O EN EL BARRIO «COSTA AZUL»;

ME HAN ATACADO POR LA ESPALDA, A MÍ, QUE BAILO NADA

EN LA DISCOTECA BATACLAN, MIENTRAS MI ENAMORADA SONREÍA,

Y POCOS MINUTOS ANTES, O DESPUÉS, ESO YA NO IMPORTA

ME VOLARON LA MITAD DE LA CARA MIENTRAS LEVANTABA

UN VASO DE VINO DE LA BORGOÑA, EN UN BISTROT PARISINO. 

TAMBIÉN ME HAN ENREDADO, ENTRE ALGAS, LAS CORRIENTES DEL EGEO,

DEL ADRIÁTICO, DEL ESTRECHO DE MESINA Y HE ACABADO COMO DESHECHO

DE PATERA MARROQUÍ EN FUGA MULTITUDINARIA DE OTRAS VIOLENCIAS,

INCLUSO, LAS DEL HAMBRE ANCESTRAL.

APENAS AHORA ME APLASTÓ, LITERAL, MÁS QUE LITERARIAMENTE,

UN «PIE PESADO» FRANCÉS, IRÓNICAMENTE BLANCO, DE 19 TONELADAS

MIENTRAS GOZABA DEL MAR MEDITERRÁNEO EN UN PASEO DE PLAYA

DE EMBLEMÁTICO NOMBRE, A POCOS PASOS DEL HOTEL «NEGRESCO»

DONDE TANTOS MARTINIS BEBÍ, EN CÓMPLICE PLACIDEZ:

Y EL BÓLIDO CONDUCIDO POR UN INASEQUIBLE ÁNGEL DE LA MUERTE

TAJÓ CON SU GUADAÑA COBARDE, CRUEL, ABSURDA, E INJUSTIFICABLE

TANTA EXISTENCIA GOZOSA, CREACIÓN HUMANA DE SERES, TRUNCA…

*(verso del gran poema «Civilización», de Jaime Torres Bodet).

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