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Huérfanos de padre y madre

El diccionario tiene varias acepciones de la palabra “huérfano”, pero la que me parece pertinente para estas líneas es la de “falto de amparo”, o lo que es lo mismo: desamparado. Un huérfano suele ser un desamparado, y tengo la impresión que así se siente una gran parte de los venezolanos. Se sienten desamparados en materia de representación política. Y se sienten así, porque lo están así: desamparados, huérfanos.

De parte del poder establecido, de la hegemonía que representan Maduro y los suyos, no viene ningún tipo de amparo sino todo lo contrario. Acoso, engaño, despotismo y empobrecimiento causado por la masiva depredación. En otros tiempos, una porción amplia del país se sintió representada por el predecesor. Pero de eso queda muy poco, casi nada, como decía una vieja canción. Si la abrumadora mayoría de los venezolanos rechaza a la hegemonía imperante, es porque sabe que de ésta no puede esperar nada bueno. La hegemonía es causa de orfandad política para esa mayoría, repito, abrumadora.

Y además valiente, porque la votación de diciembre del 2015, en ocasión de los comicios parlamentarios, fue una oportunidad para expresar el referido rechazo, la protesta correspondiente, la angustia extrema ante el desamparo proveniente del poder. Para los votantes de buena parte de las regiones, sobre todo de las más periféricas, votar en contra del oficialismo fue un acto de suprema valentía. El mandato, por tanto, estaba claro: queremos un cambio verdadero, queremos que se vayan, queremos que Venezuela cambie a fondo.

Ese mandato fue confiado a la oposición política que, es justo reconocerlo, fue perseverante en hacer posible esa contienda electoral, con todo y su fraudulento ventajismo. Luego de conocerse los resultados, al menos los declarados por el CNE, las expectativas de cambio se fortalecieron como nunca antes en el siglo XXI. En líneas generales, el discurso de los voceros de la plataforma opositora, contribuyó a fortalecer esas expectativas, antes, durante y después de la fecha comicial. Sin embargo, fue pasando el tiempo, y las posibilidades reales de cambio se fueron difuminando. El enorme capital político que fue constituido, de manera muy principal, por el mandato de cambio efectivo, fue disminuyendo poco a poco.

La MUD y la jefatura parlamentaria, después de algunos meses de deliberación, optó por tratar de llevar a cabo el mandato del cambio a través del laberinto del referendo revocatorio. Opción que se sabía iba a terminar en lo que terminó, en una burla. La extraordinaria oportunidad de generar un cambio constitucional, democrático y electoral, mediante la presión nacional por la renuncia de Maduro y la convocatoria de elecciones presidenciales, fue dejada a un lado. No creo que haya sido valorada con determinación.

En la medida que la presión de los sectores políticos por el cambio real fue disminuyendo, en una medida similar fue aumentando la posibilidad del continuismo de Maduro. Y como corolario a este drama del 2016, la hegemonía montó la tramoya del “diálogo consensuado”, con patrocinadores de mala y buena fe, y quedó servida la mesa para convalidar la imposibilidad de realizar el mandato popular formalizado en diciembre del 2015, y menos aún de celebrar las consultas previstas en la Constitución para el 2016.

Todo lo cual explica, que otra buena parte de la nación venezolana se sienta, ahora, desamparada o huérfana con respecto a los factores más importantes de la oposición política nacional. Por eso titulo estas breves líneas: “Huérfanos de padre y madre”. Sí, el conjunto de los venezolanos, en mi modesta y por supuesto falible opinión, se encuentran en situación de orfandad política. Y eso favorece al poder hegemónico. Y también ayuda a explicar la paradoja de que el empeoramiento agudo de las condiciones sociales y económicas no se refleje en una desestabilización política de la hegemonía.

¿Esto puede cambiar? Claro que sí. Pero para ello tiene que tenerse muy en cuenta el mandato popular, que aspira a un cambio profundo de la orientación del país, tal y como lo proclaman los obispos venezolanos en su más reciente documento oficial. La cuesta se empina y el esfuerzo para superarla tiene que ser mucho más decisivo.

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