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Hurgando en la basura

El título de estas breves líneas no pretende ser una metáfora, aunque podría serlo porque sólo la masiva corrupción de la hegemonía roja es un basural, entre tantos otros pipotes, o más bien rellenos “insanitarios”… Pero no. El título pretende ser literal y se refiere, trágicamente, a lo que innumerables venezolanos tienen que hacer para buscar algo que comer: hurgar en la basura.

Un venezolano venido de España hace más de 60 años, que le ha dedicado su vida al país, como sacerdote católico que ha vivido y trabajado en zonas populares de grandes ciudades y en áreas remotas del campo, que no tiene nada de conservador y que es un hombre de Iglesia que le hace honor a la opción preferencial por los pobres, comentaba en estos días que nunca había visto en Venezuela lo que ahora ve a diario: gente comiendo de la basura, o comiendo basura, a todas horas y por todas partes.

Y no lo decía a modo de comentario o mero registro de la realidad. No. Lo decía con una indignación que le brotaba de las entrañas, porque cómo es posible que eso esté sucediendo en la Venezuela de una supuesta revolución social, cuyo poder establecido ha recibido el caudal de petrodólares más cuantioso y prolongado de la historia. Y después de todo ello, o en verdad, todavía en medio de todo ello, incontables venezolanos no tienen nada que comer, salvo lo que puedan encontrar en la basura de la calle. No hay derecho.

Hace un tiempo se señaló que Venezuela estaba entrando en los terrenos de una crisis humanitaria. Pero ya entró de lleno en esa maldición. No toda la población, desde luego, pero sí una buena parte de la misma se encuentra en condiciones misérrimas, propias de una crisis humanitaria con todas sus letras. La falta de acceso a la comida –tanto por escasez como por los elevados precios, la falta de medicinas, la extrema inseguridad que agobia a la nación, son elementos propios de una crisis humanitaria que, en el caso nuestro, se profundiza y extiende de manera implacable.

El predecesor de Maduro, en sus momentos de más aguda demagogia, decía que los pobres de Venezuela sólo podían comer perrarina antes de que él llegara al poder… Embuste de lo más curioso porque ese tipo de alimentos siempre ha sido caro en el país. Pues bien, a estas alturas del siglo XXI, después de miles de miles de millones de dólares recibidos y despachados –por bonanza petrolera internacional y por más y más deuda externa–, después de todos los después de la llamada “revolución”, los más pobres de Venezuela buscan la comida hurgando en la basura.

Entre tanto, los dueños del poder se ufanan de sus millardos, de su impunidad, de su desprecio a todo el mundo. Pero más temprano que tarde habrá justicia en Venezuela. Y justicia no de venganza ni de parafernalia, sino justicia verdadera. Buscar comida hurgando en la basura es una evidencia indiscutible que este país tiene que cambiar a fondo, y mientras más rápido empiece el cambio, mejor.

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