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¿Idiotizar o ideologizar?

Antonio José Monagas

Hacer cultura, o como también suele decirse: inculturizar, no es un asunto fácil. Ni en tiempo, ni en procesos o mecanismos aplicados a tal respecto. Sobre todo, cuando el objeto a culturizar ha sido víctima del facilismo o del derroche de recursos que ha derivado de vicios practicados por equivocadas gestiones gubernamentales. Entre otros, el estatismo, el presidencialismo, el centralismo y el partidismo. Todos en franca comunión con el populismo o paternalismo extensivo, aplicados como criterios de gobierno con el impúdico propósito de ganar el espacio político que asegure la continuidad en el poder.

Soportado sobre esas prácticas, los gobiernos que han detentado el poder político en lo que va de vida republicana nacional, no han escapado de haberse resbalado y postrado ante dicha tentación. El estilo demagógico de hacer política, no ha dejado de ser furibundo cómplice de cada gestión pública. Unos con mayor descaro que otros.

Pero si bien, a medir por los efectos de lo que ha sido representativo del marcado desarreglo que tales comportamientos han acarreado en la organización política del país, tanto como en la mezquina distribución de las capacidades del sistema político, lo cual se evidencia por la concentración de poder obtenida en sectario beneficio, el régimen mal llamado “socialista bolivariano” ha sido el peor de todos. No sólo al considerar el descalabro que sus medidas han ocasionado. Sino también, por la suerte de contradicciones que en su devenir se han acumulado. En un todo, vinculadas al resentimiento del cual da cuenta cada declaración o manifiesto proliferado con el exacto asomo de soberbia, repugnancia y antipatía que distinguen cada imposición. Además, legalizadas a fuerza de chantajes.

No conforme con eso, el régimen socialista en su afán de enquistarse, ha buscado apoyarse en el influjo de la labor informativa de sus medios de comunicación. Medios estos, resultados de azarosas o violentas expropiaciones. Cuando no, establecidos con recursos habilitados en la excusa de constituir una base de información mal llamada “comunitaria”. Con base en tan alevosa idea, ha cercado el resto de medios de comunicación mediante la oprobiosa censura o la vulgar y cobarde amenaza de constreñirlos mediante la restricción de papel periódico, en caso de los medios impresos. O de tiranizar  la transmisión, en el caso de los medios radioeléctricos. La denominada Ley Resorte, es prueba fehaciente de tanta inmundicia organizada.

Los medios libres, apresados por tan patibularias condiciones, se han visto sometidos por la abulia. Aunque producto ésta, de la coacción que opera el régimen a través de su oficina secular cuya función es la de inhabilitar, suspender o impedir la labor comunicacional afianzada en libertades civiles. Fundamentalmente, aquellas relacionadas con el derecho que tiene todo venezolano a “expresar libremente sus pensamientos, ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura” (Del artículo 57 constitucional) Más, toda vez que la misma Constitución asienta que “la comunicación es libre y plural” (Del artículo 58) lo cual es propio al considerar que “toda  persona tiene derecho a la libertad de conciencia y a manifestarla” (Del artículo 61).

Sin embargo, así no ha sido entendido. Mucho menos atendido. La contingencia que derivó de los sucesivos y desastrosos apagones a que la inapetencia gubernamental llevó en lo que respecta el mantenimiento preventivo y correctivo de los sistemas de generación, trasmisión y distribución de electricidad provenientes de los sistemas de potencia nacional, evidenció el desvirtuado sentido de una información responsable apegada a la veracidad de los hechos que devinieron en tan serio problema nacional. Problema éste que convirtió a Venezuela en un cuadro de absoluta improductividad, donde el ocio fue razón para que el país completo terminara de desmoronarse. Sin servicios básicos que brindaran algún nivel de calidad de vida. Pareciera que lo hubieran arrastrado a los siglos del oscurantismo. Ellos, signados por tiempos sombríos, infructuosos y estériles.

No obstante, el problema no sólo fue el caracterizado por la retahíla de barbaridades asumidas como realidades disfrazadas de “guerra eléctrica”, “guerra electro-magnética”, “guerra teledirigida”, “bombardeo cibernético”, “asonada terrorista”. Como si el país careciera de capacidades en materia de ingeniería hidráulica, eléctrica, ciencias físicas, biológicas  y otras ramas condescendientes y comprensivas del colapso vivido.

Fue también problema, el protagonizado por quienes desde los escasos medios de comunicación que tienen capacidad técnica para proyectarse por encima de las circunstancias, se valieron de trasmisores secundarios o de relevo para radiar información  que resulta o irrespetuosa del sentido común, o del conocimiento técnico que muchos venezolanos ostentan dada su formación universitaria o experiencia.

Primeramente, cabe cuestionar los excesos cometidos por medios comunitarios o afectos al régimen, a manera de adular a gobernantes usurpadores en sus criterios obtusos y fantasiosos, dieron cuenta de la precariedad y ausencia ética de quienes se arrogan funciones “periodísticas”.  Simplemente, son medios serviles a los oscuros intereses del régimen en su pérfido afán de apagar las verdades. Fueron emisoras que entre tanta información pueril manejada, se dedican a ideologizar al radioescucha.

Pero por otra parte, ocurría en contrario en otros medios de información. Y ello igualmente desdice de la información y comunicación responsable. Así como lo que concierne al respeto por valores éticos y deontológicos del periodismo (radial). Estos, no sólo desperdigaron la oportunidad de informar oportuna y verazmente toda vez que el miedo infiltró sus gargantas. Sino que el tiempo al aire, lo coparon con música alborotadora tal y como si de una diversión se tratara. Estas emisoras, mostrando un comportamiento indiferente, idiotizaban al radioyente.

Dicho tal como enuncia el titular de esta disertación. El país, en medio del tormento al que se ha expuesto por causa de la ausencia de un servicio eléctrico estable, eficiente y eficaz, que para nada no resulta gratis, se encuentra cada vez más supeditado al dilema: idiotización o ideologización. O sea, la disyuntiva ocasionada por una singular “puja radioeléctrica” entre emisoras que idiotizan, y otras que ideologizan. O sea, un “mano a mano” entre modelos comunicacionales cuyas guías o pautas editoriales apuestan a ¿idiotizar o ideologizar?

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