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Inhabilitaciones por encargo…

El manejo inmediatista de la política, ha provocado ingentes y seguidos problemas. Tantos, que han arrastrado a la política a críticos y grotescos cuestionamientos. A que se le vea en burdas posiciones de rezago. Cuando no, el mismo ejercicio de la política ha ocasionado serias confusiones, desarreglos o complicaciones. Justamente, en el fragor de tales situaciones la política ha devenido en reacciones bastantes alejadas de lo que -en rigor- es su esencia. 

Aunque muchos de estos problemas, resultan o son tramados por la ineptitud o falta de visión a mediano y largo plazo de quienes, sin formación politológica alguna (por cuanto creen que política se aprende en la calle), se entregan a vivir impúdica y desvergonzadamente del ejercicio de la política. 

Esta es la situación que caracteriza las realidades azoradas por politiqueros dedicados solamente a pensar en las próximas elecciones. O sea, individuos que se arrogan la suficiente potestad para actuar entre desaciertos que nunca logran solventar.

Es igual la situación que embarga a países administrados por regímenes opresores. Por gobiernos totalitarios, convencidos de las fábulas contadas por hablachentos ortodoxos para quienes la represión y la ignorancia son razones de poder hegemónico. 

Hoy, Venezuela se encuentra entrampada (estafada) por culpa de los pésimos inventos de la mal llamada “revolución bolivariana”. Revolución ésta, afincada en un presunto “socialismo” destinado a repartir miseria. Mientras sus jerarcas o remedos de caudillos, viven en la opulencia que les dispensa el denominado “capitalismo de Estado”. Condición ésta en que la “impunidad revolucionaria” les permite cometer los desafueros que mejor convengan a sus oscuros intereses.  

La táctica utilizada por el régimen venezolano, se ha valido de la “siembra” de condiciones tan irracionales como perversas. Aprovechándose del hecho malévolo conseguido luego de haber desarticulado (con descarada alevosía y premeditación) la estructura del Poder Público Nacional, según reza la Constitución de la República a lo largo de 163 artículos, repartidos en dos amplios Títulos: Título IV (Del Poder Público) y Título V (De la organización del Poder Público Nacional), el régimen usurpador consiguió contravenir la independencia o separación de los poderes públicos. 

Ahora el régimen acude a su oficina de asuntos jurídicos, conocida con el remoquete de tribunal supremo de justicia (TSJ), cuando requiere sabotear o usurpar funciones que, constitucionalmente, corresponden a instituciones con la autonomía necesaria para hacer válida y legal las consideraciones pertinentes.

El problema en la perspectiva del caso “Barinas”

En el contexto de la contienda electoral que comportó el estado Barinas en los comicios para elegir autoridades regionales, efectuados el pasado 21-N, donde salió derrotada la intención política abanderada por el partido del oficialismo, el régimen apeló a la misma coartada. Siempre, preparada para imponer sus arbitrariedades. La misma consistente en vetar los derechos que corresponden al Poder Electoral arbitrar, salió a relucir. En este sentido, al régimen le ha resultado conveniente su juego de tétrica y perniciosa realización. El de estar inhabilitando a cuanto venezolano se atreva a oponerse a sus maléficas y huecas decisiones.

Es la excusa acostumbrada por el régimen con el perverso propósito de inhabilitar la condición política del adversario. Con esta práctica, busca imponerse sobre la verdad cuando se ve desfavorecido. Ahí deja al descubierto el lado tiránico que siempre trata de esconder con manidas disculpas.

El régimen se acostumbró a actuar de manera tan traicionera. Peor aún, con impúdica desvergüenza. La deshonestidad asiste cada decisión asumida por el bufete del régimen, cuando comienza a verse derrotada la candidatura oficialista propuesta ante cada proceso electoral. Sólo que el caso Barinas, se convirtió en una especie de “apología del odio”.

No sólo el régimen se conformó con deshabilitar al candidato triunfador. Sino que además, sin contemplación y medida alguna, impide la totalización, la adjudicación y proclamación del ganador (funciones éstas que corresponde tomar el Poder Electoral). 

Más aún. No conforme el régimen con todo ello, procede a la deshabilitación política a quien podría ser el reemplazo más inmediato del lado contendor. Igualmente hace con candidatos de otras fuerzas políticas. Sobre todo, si tal fuerza política se ha atrevido a criticar la postura envalentonada del régimen. 

En su enredo, aupado por el bufete de impugnados leguleyos, y resguardado por hordas violentas vestidas de rojo, beige y verde oliva, el régimen siempre decide lo que a su juicio o antojo, considera conveniente a sus encubiertos intereses sociopolíticos. Se desentiende del ordenamiento jurídico constitucional al desconocer el Estado de Derecho y de Justicia que ordena la Constitución respetar. Pero cuando en otros momentos las realidades le adversan, se esconde detrás de fundamentales principios constitucionales sacándolos a colación. Por supuesto, en defensa de sus alegatos.

Lo que vergonzosamente está viéndose y permitiéndose con la venia cómplice del régimen, en lo que concierne a Barinas, es el obsceno secuestro de las atribuciones del Poder Electoral. Y que seguramente, se arrogará cuantas funciones más le sean ventajosas. Así buscaría asegurar el triunfo trampeado  del candidato (banderín) del oficialismo. De esa forma, podría creer estar honrando a Barinas con eso de ser “el bastión fundacional del régimen”. O el lugar que políticamente, debe exaltarse por encima de cualquier presunción. 

Por eso al régimen opresor, se excusa haciéndose de la vista gorda ante quienes le objetan cada insolencia proferida luego convertida en grosero abuso. Todo le quedó del tamaño  de sus mentiras. Más, cuando ahora se ha dedicado a repartir migajas a fin de convencer al iluso que cree en sus engaños. 

Significa todo eso, estar ultimando la democracia a costa de lo que mejor le resulte inmediato y beneficioso a sus caprichos y fantasías. Ahora, antes que aprender a gobernar con equilibrio y ecuanimidad, el régimen ha preferido irónicamente justificar sus barbaridades. 

Así que para contrarrestar los preavisos de la justicia internacional, en torno a las acusaciones que pesan sobre personeros del régimen y que rondan en instancias policiales y de tribunales internacionales, cabe la colocación de avisos que hagan notar la tarea que ocupa al régimen.  Por tanto, debería reseñarse así: se elaboran innhabilitaciones por encargo…

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