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Israel: Una referencia para el futuro desarrollo productivo de Venezuela

Cualquier lector desprevenido que intente encontrar en la WEB alguna referencia sobre países emblemáticos en materia de Investigación y Desarrollo (R&D) seguramente se sorprenderá al descubrir que Israel es la nación que a nivel mundial dedica mayor cantidad de recursos a este propósito, exactamente el 4.9% de su Producto interno Bruto (PIB), que representa una cifra equivalente a poco más de 4 mil millones de dólares anuales, es decir una media de 464 dólares por habitante. 

Como nación líder en innovación, de acuerdo con el Bloomberg Innovation Index, se ubica en la 5ta posición a nivel global, pasando a ocupar este escalón después de haber estado en el décimo lugar del ranking en años previos, lo que indica un avance sin precedentes.

En 2019 Israel logró superar a Corea del Sur en la categoría de intensidad en Investigación y Desarrollo, desplazándose a la primera posición. Se trata de un indicador que mide el número de profesionales involucrados en esta actividad sobre la población total.

Otra categoría en la que Israel ha alcanzado un lugar destacado es en la producción de patentes, logrando pasar el año pasado de la posición número diez y nueve a séptima a nivel mundial.

En lo que respecta al número de empresas locales dedicadas a High-Tech, Israel se sitúa en la actualidad la quinta posición por tercer año consecutivo. En materia de participación de nuevos científicos e ingenieros en la fuerza de trabajo Israel ocupa el sitio 31 de un total de 60 países innovadores que integran este ranking, escalando nuevas posiciones año tras año.

Otras publicaciones también dan cuenta de los progresos de Israel en investigación y desarrollo. En su reporte correspondiente al período 2019-2020 sobre competitividad global el Foro Económico Mundial sitúa a Israel en la 20va posición de un total de 141 países, logrando avanzar a la primera posición en la categoría de emprendimiento y de estabilidad macroeconómica, asegurando de esta manera la creación de un entorno favorable para el desarrollo de nuevos negocios.

Como un hub para el emprendimiento, gracias a un buen desarrollado ecosistema de incubadoras y aceleradoras de negocios, Israel ha logrado situarse en la décimo quinta posición. Durante los últimos años en Israel se han creado 24 macro incubadoras y 369 aceleradoras de emprendimientos.

En relación con la capacidad de Israel de estimular y atraer inversión de riesgo (Venture Capital) y facilidades para captar trabajadores calificados Israel ha pasado a ocupar la segunda posición detrás de los Estados Unidos.

En los últimos 10 años Israel ha logrado captar alrededor de 39 mil millones de dólares en capital de riesgo de unos 2.300 inversores de todo el planeta, gracias a lo cual se han establecido en diferentes locaciones unas 10.866 empresas de alta tecnología, de las cuales 98 de ellas se encuentran en la lista del índice bursátil NASDAQ COMPOSITE, en donde Israel se sitúa como el tercer país con mayoría de empresas registradas en esta lista. Nos referimos a empresas como Ability Inc. (equipos para telecomunicaciones), Allot Comunications Ltd. (equipos computarizados para comunicaciones), Anchiano Therapeutics LTd. (biotecnología), Arcturus Therapeutics Ltd. (biotecnología) y Attunity Ltd (Software para computadoras), por solo mencionar algunas.

Igualmente, existe un número importante de empresas israelíes que cotizan en el New York Stock Exchange: Can-Fite Bipharma Ltd. (farmacéutica), Cellcom Israel, Ltd. (equipos para telecomunicaciones), Ellomary Capital Ltd. (electricidad), Fiverr International Ltd (servicios profesionales) y Gazit Globe Ltd. (bienes raíces), por solo mencionar las 5 más importantes.

No en vano Israel ha sido bautizada como la Silicon Valley del medio oriente (Silicon Wadi), también llamada Startup Nation, con presencia en actividades de investigación y desarrollo de empresas como Apple, Cisco Systems, Dell, Facebook, General Motors, Google, IBM, Motorola, Microsoft, 3M, Merck y otras tantas que supera en número a las 300 firmas multinacionales.

A pesar de que el valor de las exportaciones de Israel ha venido experimentado algún retroceso en los últimos 5 años, sigue siendo un país con una capacidad de exportación que supera los $6500 por habitante (11.5 veces el promedio de América Latina y el Caribe y 2.6 veces la media mundial). Israel es hoy en día una economía altamente diversificada en donde la agricultura moderna representa el 2.3% de su Producto Interno Bruto (PIB), el sector industrial el 26.6% y los servicios el restante 69.5%.

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), actualmente el PIB per cápita de Israel es de $42.823 dólares, que sitúa a este país en la décimo novena posición a nivel mundial en términos de nivel de ingreso promedio de sus habitantes, con un crecimiento interanual de 3.8% y una tasa de desempleo de apenas 3.4%.

Este impresionante resultado es el reflejo de una pujante y avanzada economía de mercado basada en la acumulación de habilidades y conocimientos que han permitido que este país disfrute en la actualidad de un elevado estándar de vida similar al de las economías más avanzadas del planeta.

Sin embargo, a lo largo de su breve historia como nación desde su creación por resolución de las Naciones Unidas en 1948, Israel no siempre fue el país exitoso que hoy conoce el mundo.  Después de su independencia Israel, un país recién creado y confinado a un espacio restringido y carente de recursos naturales, tuvo que afrontar los efectos devastadores de la guerra con sus vecinos árabes que desconocieron el estatuto de su creación además del esfuerzo que significo el tener que absorber a centenares de miles de judíos provenientes de Europa y cerca de un millón judíos que migraron de los países árabes.

Esta situación sumió a Israel, durante al menos 10 años en una profunda crisis económica caracterizada por altos niveles de desempleo, a lo que habría que añadir la falta de reservas internacionales para hacer frente a este terrible escenario. La situación se tornó tan crítica, por efecto de las nuevas migraciones, que fue necesario racionar la comida y el combustible.

La crisis que siguió a la creación del Estado de Israel se vio levemente aliviada, en parte, por las reparaciones del gobierno alemán y la emisión de bonos públicos adquiridos en su mayor parte por judíos de los Estados Unidos y de Canadá y por las donaciones de judíos de diferentes partes del mundo.

Buena parte de estos recursos fueron destinados a proyectos de base agrícola e industrial y a la construcción de plantas de electricidad, de desalinización, de suministro de agua, a infraestructura vial, transporte público, viviendas para los nuevos inmigrantes y a la construcción de puertos.

El racionamiento se extendió durante los 60´s, periodo durante el cual el Estado asumió un rol más activo en la economía. Pese a ser un país que se encontraba en la fase inicial de su despegue económico y a pesar del conjunto de restricciones iniciales, la incipiente economía israelí de base agrícola y manufacturera que giraba en gran medida alrededor del cultivo del algodón y de la industria textil de manera conjunta con los nacientes servicios, logró alcanzar tasas de crecimiento interanual del orden del 13% entre 1950-55, cayendo progresivamente por debajo del 10% en los años subsiguientes.

Las limitaciones y fisuras de este modelo se comenzaron a sentir desde los inicios de los años 1960.  La inflación que ya se venía manifestando en la economía israelí desde comienzo de los 50´s, comenzó a convertirse en un fenómeno creciente hasta culminar en el proceso hiperinflacionario que tuvo lugar durante el primer lustro de los 80´s, llegando a alcanzar su nivel máximo en 1984 en el cual la inflación acumulada anual escaló al 445%, acompañada de un déficit fiscal de alrededor del 15% del PIB y un nivel mínimo de reservas internacionales equivalente apenas a seis semanas de importaciones y de una enorme brecha en la balanza de pagos.

El colapso del sistema de congelación artificial de precios y rentas, de indexación salarial pactada con la principal central de trabajadores (HISTADRUT) desde el inicio de los años 1950 y de subsidios gubernamentales estuvo acompañado por igual de la quiebra del sistema de los llamados KIBUTZIM, un modelo de producción y de organización social colectivista (KIBUTZ) de inspiración socialista, que en parte surgió como resultado de la necesidad de desarrollar un tipo de vida comunal en las condiciones precarias en las que se fundó el Estado de Israel, pero que ya para los años 1980 había demostrado sus enormes limitaciones, su baja rentabilidad y los elevados niveles de endeudamiento al que los KIBUTZIM se vieron obligados a incurrir para darle continuidad a este modelo de producción altamente ineficiente. Este esquema de endeudamiento se facilitó bajo la premisa de que el gobierno se encontraba en capacidad de actuar como garante en última instancia.

Como respuesta frente a esta acumulación de fallas que habían hecho colapsar la economía israelí en 1985 se adoptó un plan heterodoxo de estabilización macroeconómica y de ajuste estructural acordado entre el gobierno, las centrales sindicales y los gremios privados.  La liberalización y apertura de la economía y el desmontaje de los controles condujeron rápidamente a frenar en seco la hiperinflación (desde el inicio la inflación se llevó a niveles de 15-20%), a un boom del consumo privado, al incremento de la actividad económica, a mejorar en términos reales los salarios y las tasas de interés y a reducir significativamente la apreciación del tipo de cambio.

Durante la década de los años 1990 la industria privada se enfocó a la actividad exportadora mientras que el Estado adoptó un programa de estímulo a la formación de nuevos establecimientos (YOZMA) que contribuyo a crear un fondo de capital de riesgo para la inversión en industrias de High-Tech orientadas al sector externo. Este proceso coincidió con una nueva ola de cerca de un millón de inmigrantes provenientes en su mayoría de la antigua Unión Soviética con un alto nivel de calificación que contribuyó a dar impulso a las nuevas actividades.

Desde los 90´s hasta la fecha las exportaciones de los sectores de High-Tech de Israel han incrementado su valor en aproximadamente 38 veces (de 3 a 114 billones de dólares). A este proceso ha contribuido una larga lista de descubrimientos a través de la investigación aplicada y la experimentación, con el apoyo del sector privado en alianza con el Estado, en un grupo muy vasto de disciplinas y actividades como las matemáticas, la física, la química, óptica, medicina, biotecnología, ciencias de la computación, hardware, software, robótica, agricultura, defensa y energía, entre otros.

Simultáneamente, Israel viene contribuyendo a través de la cooperación técnica internacional con un amplio número de países en vías de desarrollo, especialmente en lo que respecta a actividades como el riego por goteo, control biológico de pestes, alimentos a partir de gas de efecto invernadero, extracción de agua del aire, mejoramiento de cultivos, semillas resistentes y en un amplio número de soluciones agrícolas a la medida.

En el caso de Israel no solo se trata del impresionante número de startups y compañías de High-Tech y de ingenieros per cápita que conforman un sólido ecosistema de emprendimiento, como se señaló al inicio de este artículo. A lo largo de todo el territorio, gracias por una parte a la coordinación privada-privada y público-privada por la otra, se ha ido conformado un amplio número de clusters tecnológicos asentados en ciudades como Tel Aviv, Ra´anana, Petah Tikva, Hertzlya, Netanya, Rehovot, Rishon Le Zion, Haifa, Caesarea y  Jerusalem.

En lo que respecta al capital humano, debido al servicio militar obligatorio, los jóvenes ya reciben capacitación técnica avanzada durante su servicio militar y adquieren un alto sentido de responsabilidad y orientación al éxito. Adicionalmente, Israel ha experimentado varias oleadas de inmigración de académicos de todo el mundo. La fuerza laboral creativa, calificada y ambiciosa de Israel es una de las razones más obvias por las que los principales ejecutivos recurren a Israel para hacer negocios. De hecho, Israel cuenta con una de las fuerzas de trabajo más educadas, emprendedoras y multiculturales del mundo, que produce tecnologías, innovaciones y productos de investigación adoptados en todo el mundo y en todos los sectores.

De acuerdo con el ranking de PitchBooks, que se ocupa de analizar la contribución de las universidades a nivel mundial en materia de emprendimiento, las universidades israelíes integran la lista de las instituciones académicas más importantes del mundo que disponen de programas que han contribuido al lanzamiento de graduados convertidos en emprendedores. La Universidad de Tel Aviv entre 2016 y 2019 graduó 694 emprendedores que fundaron 577 empresas, las cuales han logrado recaudar en su conjunto 10.600 millones de dólares. Durante el mismo período el Technion ha graduado 510 emprendedores que fundaron 413 empresas, las cuales alcanzaron a recaudar 9.300 millones de dólares en las primeras rondas de financiación. La Universidad Hebrea de Jerusalem graduó 333 emprendedores que han creado 294 empresas que lograron recaudar 5.500 millones de dólares. La Universidad Ben-Gurion, por su parte, graduó 240 emprendedores que fundaron 214 empresas que recaudaron 3.500 millones de dólares.

Experiencias como el caso del Proyecto Yozma (“iniciativa” en hebreo) en Israel, pueden resultar aleccionadoras para Venezuela. Yozma, es quizás la iniciativa de inversión gubernamental en startups más exitosa a nivel mundial. Este programa que fue diseñado en el año 1992 por el gobierno israelí con la finalidad de crear un mercado de Venture Capital en el país, a pesar de las condiciones iniciales poco favorables, se inició como un fondo con un capital de apenas 100 millones de dólares. Estos recursos sirvieron como catalizador para la formación de una masa crítica de Venture Capital de origen privado para el mercado de startups, atrayendo dinero “inteligente” dentro de Israel, pero también del resto del mundo, que le permitió ganar visibilidad internacional no solo al conjunto de startups sino a todo el ecosistema israelí.

Igualmente, la experiencia de los llamados bootcamps (campos de capacitación en programación digital) de Israel constituye una referencia importante ya que se trata de un concepto que podría extenderse fácilmente a otras áreas de especialización. Se trata de un programa de la autoridad pública en materia de innovación que ha venido actuando como un catalizador para la capacitación del personal con conocimientos especializados en digitalización que demandan las empresas y para lo cual no existía suficiente oferta. Como respuesta se crearon los incentivos necesarios para estimular la creación y competencia de centros de capacitación a fin de asegurar la calidad de los proveedores que fueron finalmente seleccionados para participar en este programa basado en las necesidades y preferencias de las industrias y cuya subvención se encuentra sujeta a la evaluación de su desempeño.

Desde el momento que Israel adoptó el plan de emergencia económica y ajuste estructural para atender la crisis y pérdida de dinamismo de su economía han transcurrido ya 35 años. Durante ese tiempo este país logró incrementar 6.6 veces el ingreso promedio de sus habitantes. Es difícil establecer un paralelo entre la situación de Israel en el año 1984 y la Venezuela actual. Sin embargo, a la sociedad israelí se le planteó la disyuntiva de tener que darle un vuelco radical al modelo de desarrollo que hasta ese momento había mantenido en un contexto caracterizado por toda suerte de limitaciones y que finalmente pudo sortear con éxito y donde de nuevo han vuelto a emerger distintos retos y obstáculos. Se trata de un caso ejemplar que bien valdría la pena tomar en cuenta.

Para Venezuela puede resultar sumamente ventajoso, además de beneficiarse de las lecciones de la experiencia israelí para extraer algún aprendizaje, aprovechar la renovación de los vínculos diplomáticos con este país para establecer alianzas estratégicas con el gobierno, de Israel y con empresas del área de High-Tech  y fondos de inversión de capital de riesgo, como ya viene ocurriendo en los casos de países de la región como Argentina (Bolsa de Comercio de Rosario), Brasil (EMBRAPII, FINEP y ABDI) y Colombia (Ruta N, Medellín). 

Venezuela podría aprovechar el apoyo y la asistencia financiera para el desarrollo de estrategias para acelerar la creación de emprendimientos científico-tecnológicos que brindan algunas agencias multilaterales de desarrollo de la región, las cuales vienen impulsando alianzas estratégicas internacionales y haciendo aportes financieros para proyectos que contribuyan a la promoción de la productividad de las empresas y al desarrollo de ecosistemas de innovación y emprendimiento.

Esperamos que las ideas que expusimos con anterioridad sirvan para estimular el debate acerca de la política de desarrollo productivo que requiere urgentemente Venezuela y de cuya definición dependerá en los próximos años la orientación y calidad del futuro crecimiento económico del país.

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