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La Argentina equilibrista

A partir del 10 de diciembre habrá un presidente que hasta hace pocos meses ni contemplaba esa posibilidad. Tendrá como oposición a un espacio que, por primera vez, puede resultar un contrapeso de poder real al peronismo. Matices de un país que siempre sorprende.

Las elecciones generales del 27 de octubre dejaron más que un nuevo presidente en la Argentina. Los resultados configuraron un nuevo mapa de poder que obligará a las dos principales fuerzas a una pacífica convivencia política, algo que no tenían pensado —ni quisieron practicar— en los últimos años, pero que puede resultar una oportunidad para el país.

La holgada diferencia que había sacado el Frente de Todos en las primarias de agosto se vio sustancialmente reducida en los últimos comicios generales. El espacio oficialista nucleado en Juntos por el Cambio dejó de lado el marketing político y apeló a movilizar gente por todo el país con un discurso dirigido a su núcleo duro. La estrategia más ligada a la política tradicional le permitió sumar más de dos millones de votos, lo que se tradujo en triunfos en distintas intendencias, provincias y en un aumento sustancial de la representación en el Congreso de la Nación.

La estrategia política se redirigió de tal forma que, a partir de los magros resultados de agosto, la derrota de octubre fue presentada casi como una victoria. Esto se traduce en una posibilidad histórica para el espacio que gobernó durante los últimos cuatro años en la Argentina. De mantenerse unido, tendrá más legisladores en ambas cámaras que lo que tuvo en el período de gestión. Es decir, podría pararse como una alternativa de poder real al futuro gobierno, aglutinando, tal por primera vez, todo el voto antiperonista en una sola coalición. Sin embargo, para que eso suceda, primero hay que limar asperezas internas, barajar y dar de nuevo.

Los diez millones de votos que obtuvo el presidente Mauricio Macri obligan a Alberto Fernández a no desatender las demandas de ese electorado. Principalmente, la institucional. En las plazas que llenó la campaña oficialista se repitieron consignas de un sector de la sociedad que no permitirá atropellos éticos e institucionales como los que hubo durante el último mandato de Cristina Kirchner. Fueron plazas de apoyo popular al actual presidente, pero también donde se mandó un mensaje a futuro.

El nuevo esquema arroja un equilibrio que puede resultar una oportunidad histórica para la Argentina. En un país que ha estado signado por una división política sideral, donde en los últimos 15 años la tensión sociopolítica aumentó por la instalación del nosotros o ellos que pregona Ernesto Laclau, los vocablos diálogo y consenso se imponen como una obligación para lo que viene. La situación económica tampoco está en condiciones de ofrecer soluciones mágicas que no cuenten con un amplio apoyo institucional.

Quienes conocen más de cerca a Alberto Fernández justamente le destacan esa cualidad. Cristina Kirchner, al bendecirlo con la candidatura a presidente, le dejó planteado el desafío. El eslogan Con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede unificó a sectores peronistas que en los últimos años habían estado en las antípodas e, incluso, se habían enfrentado en distintas elecciones. Ahora, el presidente electo tendrá la misión de construir consensos dentro de su espacio político, con la oposición y con sus eventuales socios en la región. En campaña, visitó a Lula, Pepe Mujica y Evo Morales, y una vez ungido como jefe de Estado su primer viaje fue a México para reunirse con Andrés Manuel López Obrador, a quien le propuso formar un polo progresista en Latinoamérica. Sueña con fortalecer el Grupo de Puebla pero, a diferencia del Grupo de Lima, se trata de un espacio que reúne individuos y no gobernantes.

Fernández no cuenta con lo que fue la invasión de regímenes populistas a principio de siglo, ya que hoy la región presenta otra configuración. Sebastián Piñera en Chile, Lenín Moreno en Ecuador, Iván Duque en Colombia y Jair Bolsonaro no son los socios ideales que el futuro presidente argentino elegiría, pero la coyuntura económica y política demanda una interlocución y una relación cordial con ellos. Lo mismo ocurre con Donald Trump y el Fondo Monetario Internacional. Todo un nuevo reto para su capacidad acuerdista.

La mayor incertidumbre en Argentina es económica y el futuro presidente lo sabe. Deberá enfrentarla sin mayorías parlamentarias, una oposición con poder real, movimientos sociales que presionan por la recesión, una coalición de gobierno tan amplia como heterogénea y una región dividida entre socios naturales y espacios que hubieran preferido que ganara Mauricio Macri. A todo ese se enfrenta Alberto Férnandez; se enfrenta a una postal inédita del país para un gobierno peronista.

Diálogo Político es una plataforma de difusión de ideas del Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina de la Fundación Konrad Adenauer

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