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La autodeterminación en el Socialcomunismo

El 26 de junio de 1945, concluida la II Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas aprobó en el Tratado Fundacional la declaración de Autodeterminación de los Pueblos. En el Artículo 1ero.reza: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen  libremente su condición política”. El tratado entró en vigencia el 24 de octubre de ese mismo año y fue ratificado por los 193 estados miembros, incluida la URSS. Aprobación que, sin duda alguna, la consagra dentro de la amplia gama de los Derechos Humanos.

Además, la entrada en vigencia del instrumento jurídico universal, da soporte a la solución pacífica a las disputas entre los Estados, siguiendo la metodología en ella establecida; lo cual vino a ser la máxima aproximación a la paz y un mensaje lleno de buenos augurios para cuantos poblamos este planeta de contrastantes luces y sombras. Es más, como el espíritu y razón de la declaración no limita su alcance a las disputas entre Estados colindantes o no, por extensión, la protección del derecho a la autodeterminación, privilegia el de los pueblos a decidir cuál ha de ser el  sistema político-económico que rija sus destinos. Y ahí está el gran detalle.

Sí, el gran detalle. Porque la guerra, además de ser la sumatoria de todos los crímenes, ha sido aderezada con un poco más de la criminalidad que ella encierra, un exabrupto denominado “lógica de la guerra” y dentro de tamaño despropósito, caben cuantos delitos puedan cometerse, como la “lógica” anexión del país derrotado. Así, en la medida en que las tropas nazi-fascistas de Hitler y Mussolini fueron siendo expulsadas de los países por ellas ocupados, las de quienes las enfrentaron ocuparon, a su vez, los territorios liberados. Y en eso de los liberados es que topamos con el gran detalle; el que enfrenta la vocación democrática de las potencias  occidentales, que lucharon por restablecerla con el ancestral expansionismo imperial ruso, amalgamado con el totalitarismo comunista. Primordial razón de ser del bolchevismo, impuesto por la troika diabólica que fueron: Lenin, Trotsky y Stalin.

Es así, como mientras en los países liberados de la coyunda nazi-fascista por los ejércitos de las potencias occidentales, priorizan el desarrollo económico y social, con arreglo a los cánones democrático-liberales, en la Europa del Este el totalitarismo comunista afianza su vocación expansionista y encarcela, tras una “Cortina de Hierro”, los países en los cuales sustituyó la crueldad de los derrotados ejércitos de Hitler para imponer, a machaca-martillo, fórmula marxista-leninista de desarrollo político-económico-social, utilizando la “dialéctica” de los cañones, prueba inequívoca del desprecio de los comunistas al derecho a la autodeterminación de los pueblos.

Con la caída del Muro de Berlín germinó la libertad en los países donde antes imperó la tiranía roja y a cuyos nombres habían agregado, como para escarnecerla, la palabra “democrática”, en vano intento por ocultar la crueldad, sin límites, ejercida por más de 40 años, durante los cuales los pueblos fueron arruinados, aplastados por sus botas y asesinados con la hoz y el martillo.

En Latinoamérica, demagogos con escasa o ninguna vocación democrática, subyugados por el verbo encendido y los malos ejemplos de la revolución de Fidel Castro, fueron atrapados por la hidra socialcomunista. A punta de prédica y acciones desestabilizadoras, construyeron el piso político a Hugo Chávez, quien financió a sus congéneres del continente. Lo hicieron Presidente de la República. Los resultados son más que contundentes. Ruina económica, perversión del sistema judicial y de seguridad, incluida la Fuerza Armada; demolición de los sistemas educativos y de salud.

A esas, sus primeras glorias, debe agregársele lo que para él debió haber sido su “Campaña Admirable”: la expropiación de empresas productivas, sembrando el hambre; liquidación de la libertad de expresión y, como él, sus herederos no están dispuestos entregar el gobierno y perder el poder.

 Entonces: ¿cómo queda la autodeterminación de los pueblos?   

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