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La batalla perdida

Alfredo Maldonado 

La de la ayuda humanitaria –para sólo mencionar una de tantas equivocaciones maduristas en los últimos meses-, que pudo haber sido un tema manejable con un poquito de esa habilidad política y comunicacional que el gobierno de Nicolás Maduro ha demostrado no tener. Nicolás Maduro no sólo quedó en ridículo al anunciar centenares de toneladas de ayuda humanitaria rusa que un portavoz del Kremlin desmintió, sino que a su alrededor se viene demostrando, contundentemente, que se está quedando solo, que hasta sus asociados empiezan a abandonarlo crecientemente, que le está hablando al viento que en Venezuela suele ser fuerte y fluido.

El mismo régimen madurista, con Nicolás Maduro a la cabeza, contribuyó fuertemente a hacer de interés mundial todo lo que estos viernes y sábado se vio y que vio el mundo entero. Ni siquiera suspendiendo canales de televisión pagada la ayuda humanitaria y la masa humana con y sobre las gandolas dejaron de ser noticia en todas partes. Frenar la ayuda humanitaria ha sido uno de los mejores regalos que el régimen pudo hacerle a la masiva oposición y a Juan Guaidó, incluyendo la ¿amenaza? del impasible canciller madurista de que en el seno de las Naciones Unidas se discutirían las medidas adecuadas. En la ONU puede pasar cualquier cosa con los vetos y actitudes de China, Rusia y otros cómplices.

En el fondo no importa demasiado si las gandolas entran o no en territorio venezolano, lo que cuenta es el obvio, abrumador, fervor popular contra un régimen tan ciego que lleva a su gente y a sus militares no sólo a trabar el ingreso de los camiones con ayuda humanitaria, sino incluso a incendiar tres, que, la verdad sea dicha, es una barbaridad, un salvajismo estúpido, es incendiar expectativas de los ciudadanos más necesitados y presentar caras detestables al mundo. Peor cuando los incendiarios son además funcionarios uniformados del régimen madurista.

El régimen madurista sigue con sus mismas proclamas ruidosas pero desgastadas, inútiles, mientras la Guardia y la Policía Nacional Bolivarianas siguen hundiéndose, al menos en la agitada frontera con Colombia, en Ureña y en territorio pemón, en la convicción ciudadana de que son ejecutores y cómplices entusiastas de la represión oficial, esto será difícil de olvidar a estas alturas. En cualquier caso, junto con el madurismo también los militares venezolanos están siendo derrotados por la realidad, todo el sector castrense, con o sin amnistía, tendrá que ser revisado por completo y en detalle. Es mejor una fuerza armada pequeña, altamente profesional, entrenada, equipada y convencidamente democrática, que más grande, armada y politizada al punto de ser capaz de disparar contra sus propios ciudadanos.

No se cuánto durará esta situación, pero Venezuela ha cambiado radicalmente y mientras Maduro y sus acompañantes sigan en el poder, tendrán que ser más tiranos. Y seguirán perdiendo batallas para no ganar nada, y las de estos días son imborrables. En eso están, digan lo que digan.

Ésa es la tragedia. La de ellos, porque la del país es tenerlos como gobierno.

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