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La clave será el acompañamiento

Son muchas las interrogantes que nos planteamos en estos días y que nos mantienen en una continua búsqueda de respuestas para entender cuales son los mecanismos acertados que debemos utilizar para avanzar en la lucha por la incorporación a la modernidad.

El actual modelo basado en la distribución de recursos del Estado con la consecuente fidelidad que genera en la población mas desasistida no es exclusivo de este régimen sino que ha sido una constante en el sistema político venezolano.

Sin embargo hay factores que están dando una connotación muy particular y que muchos califican como “economía endógena de la supervivencia”, que ha generado unos lazos muy fuertes en los sectores de menores recursos que continúan manteniendo alguna fidelidad al modelo chavista.

La estrategia -diseñada o surgida de la espontaneidad- para sobrevivir, ha producido una sinergia social en la cual la participación de los miembros de las comunidades se ha hecho indispensable para cubrir las necesidades elementales de alimentación (mercales),  servicios públicos (mesas de agua, cooperativas de transporte), seguridad y otros tantos que se ha convertido a su vez en una importante forma de control político.

Por otro lado los estudios de opinión resaltan la enorme insatisfacción que en esos mismos sectores existe frente a las carencias y restricciones que afectan la calidad de vida pero lo curioso es que todavía no hay vinculación directa entre la insatisfacción con la situación actual y el sistema de gobierno. Esto es así porque persisten la fidelidad al modelo chavista y la permanencia de expectativas.

Romper este círculo pareciera ser la clave para conquistar estos sectores de la población que también quieren un cambio que mejore su cotidianidad pero que aún no ven en la oposición una alternativa confiable que los haga quebrar la fidelidad hacia ese modelo pernicioso que no permite salir de la pobreza sino por el contrario, genera mas miseria que nos aleja del progreso.

Entonces resulta indispensable construir liderazgo social y político en los cuales el “acompañamiento” de éstos al ciudadano será el factor fundamental.

Hay que tender puentes pero no con el gobierno sino con esa gran mayoría de venezolanos que en su momento confiaron (y siguen haciéndolo) en un liderazgo y un modelo que les generó expectativas y que progresivamente debe irse desmontando para dar paso a un modelo progresista que se base en el esfuerzo y capacidades personales, sin descuidar las responsabilidad frente aquellos menos privilegiados.

Hemos sido artificial e intencionalmente enfrentados lo que ha producido sin duda un quiebre importante en las relaciones sociales y que produce hoy cierta desconfianza que limita las posibilidades de cooperación por lo que ese nuevo o reforzado liderazgo social y político debe tener como objetivo ocuparse de la gente y sus necesidades.

Insistiré siempre que no hay “salidas” rápidas y no las debemos buscar por ser ineficientes y sumamente perjudiciales para la construcción de un futuro de progreso y paz; sin embargo en respeto del libre pensamiento debemos escuchar sus planteamientos e intentar reencontrarnos con objetivos comunes devolviéndole la importancia al derecho a disentir, sin que el que disienta sea visto como un enemigo.

El liderazgo creador y moderno exige que se escuchen las más diversas perspectivas para poder formarse opiniones equilibradas y racionales producto de la natural pluralidad.

La historia reciente nos permite afirmar que el líder que acompaña y se ocupa de la gente es el que gana la contienda.

Nuestros líderes (visibles y ocultos) deben destruir el mito del artificial enfrentamiento de clases, de la invulnerabilidad del régimen, del modelo rentista y repartidor como superador de la pobreza, del líder mesiánico como vehículo de cambio y esta labor, casi evangelizadora, requerirá mucho trabajo de muchos, cambios de la simplista visión corta, sacrificios que no necesariamente debemos confundir con actos heroicos para así evitar que reine el espíritu de la antipolítica, de las disertaciones vacías, moralistas, del elogio al coraje, al amor a la patria y que al final no se convierten en formas de acompañar ni de resolver los problemas de la población sino que por el contrario generalmente crean nuevos.

La mesa está servida para que a través de la recuperación de la confianza y la maltratada convivencia, se convenzan a los hoy disminuidos fieles seguidores del modelo fracasado que si es posible cruzar la línea que nos llevará a la construcción de la Venezuela moderna y de progreso.

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