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La corrupción corroe a los latinoamericanos

Alfredo Michelena

El caso de los cultores de lo que se llamó el socialismo del siglo XXI es emblemático en cuanto a los niveles de corrupción a los que hemos llegado. Pero como para que no hubiera duda de que este flagelo trasciende fronteras ideológicas, recordemos los recientes casos de los presidentes peruanos y del actual del presidente guatemalteco. La corrupción se ha convertido en un mal endémico. ¿O quizás siempre ha sido?

En Venezuela acusar a alguien de corrupto sin pruebas es el pan de cada día. Entre los casos emblemáticos del pasado, Carlos Andrés Pérez  y ahora Capriles Radonski. Recordemos que CAP fue juzgado por malversación de fondos, es decir, usar los fondos de una partida presupuestaria para otros fines. Fines que por cierto no fue el disfrute personal sino el apoyo al nuevo gobierno democrático de Nicaragua. A Capriles le aplicaron aquello que decía mi amigo Pancho, “si dices en un mitin ‘les aseguro que fulano no es ladrón’,  de allí en adelante queda la duda, aunque no se pruebe nada”. Así somos, condenamos sin pruebas.

Pero lo de ahora va más allá de rumores o malas interpretaciones: dos presidentes peruanos presos, uno escapado y dos objeto de investigaciones. Lula da Silva preso y Cristina Kirchner bajo investigación. Y todos por corrupción, por sobornos. En Guatemala el presidente anterior enfrenta un juicio por corrupción y el actual presidente, Jhonny Morales, que llegó al poder  sobre una plataforma anticorrupción, “ni corrupto ni ladrón”, ahora está envuelto en un escándalo de ese tipo.

Guatemala creó en 2006 la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) en convenio con la ONU, a fin de dar apoyo a las labores del Fiscal General y ha tenido un excelente desempeño, tanto que ha permitido juzgar a varios presidentes así como a ministros y otros altos funcionarios.

A pocos meses de entrar a la presidencia, su hijo José Manuel Morales y su hermano  Samuel ‘Sammy’ Everardo Morales  fueron señalados en casos de corrupción.  Jhonny declaró persona non grata al responsable de la CICIG. Pero esto fue bloqueado en la Corte Constitucional y se creó una crisis política que hizo renunciar a parte del gabinete, que no lo apoyó. Luego la CICIG detectó irregularidades en el financiamiento de su campaña electoral, pero el presidente se salvó de ser investigado pues el Congreso no le levantó su inmunidad.  Esto fue la gota que rebasó el vaso  y Morales le dio la vuelta legal y decidió no renovar el convenio con la ONU. ¿Qué tal?

Pero el caso más emblemático es el de Lula da Silva que ya convicto y ratificada su sentencia intentó lanzarse a las elecciones presidenciales. Y el Tribunal Electoral se lo negó en votación 4 a 1.  Parece  increíble que un juez considere que puede ir a elecciones luego de ser condenado en varias instancias por corrupción Y esto solo puede ser superado por las informaciones de las encuestadoras que lo ponen liderando la intensión de voto con casi 40 % de apoyo popular.

Por su parte, Cristina Kirchner, a quien le explotó el escándalo de los cuadernos que reseñaban los pagos o coimas del alto gobierno y los esposos Kirchner, no ha bajado su popularidad según varias encuestadoras.

Esto recuerda el eslogan aquel de ““Puto y ladrón, lo queremos a Perón”, o uno más cercano “con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”.

¿Qué nos pasa a los latinoamericanos que somos capaces de seguir líderes corruptos ciegamente? Quizás hemos convertido la corrupción en un mal que se critica pero se acepta como “un mal necesario”. Hace mucho tiempo me dijo un dirigente obrero cuando le señalé que había corrupción en la directiva de la CTV, “si no roban para ellos, tampoco harán nada por mí”.  Condenamos sin pruebas pero perdonamos aun cuando nos muestran las pruebas, si está en nuestro interés. ¿Así de mal estamos? La única consolación es que cada vez más los corruptos de alto rango terminan en la cárcel.

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