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La corrupción desbordada

Carlos Canache Mata

El domingo 9 de este mes de diciembre se cumplió el Día Internacional contra la Corrupción. Fue ocasión para que el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, se refiriera a la corrupción desbordada que está convirtiendo a nuestro país en tierra arrasada.  En un mensaje suyo escribió: “Se trata de un saqueo, un país desvalijado por una organización criminal en control del Estado. Un Estado-Mafia. Los venezolanos son por eso huérfanos, viven en un país ocupado por una fuerza criminal, sin protección alguna, abandonados a su suerte y forzados a emigrar. Es responsabilidad de la Comunidad Internacional trabajar para proteger a los venezolanos”. Terrible incriminación, que ni era desconocida ni  tampoco sorprende a la opinión mundial.

Los medios de comunicación, dentro y fuera de nuestras fronteras, se atiborran a diario con los escándalos que notician las trampas y los latrocinios que se realizan con el pie puesto sobre el patrimonio económico que el Estado debería cuidar y administrar  en beneficio de los venezolanos.  Me atrevería a afirmar, al tender la mirada sobre los gobiernos corruptos que registra nuestra historia republicana, que ninguno supera al de talante dictatorial que actualmente impera en el país, no solo porque ahora se manejan los grandes recursos de la renta petrolera, sino por la alevosía y la  voracidad con que sus jerarcas y favoritos se prodigan en el asalto a los dineros públicos. No se crea que lo anterior causa únicamente indignación a los que consideramos que los dineros públicos son intocables y sagrados, sino que también es la opinión de una institución tan respetable como la Iglesia Católica que, en comunicado público de la Conferencia Episcopal Venezolana del 7 de este mes de diciembre, manifestó: “Otro hecho grave que se conoce desde hace tiempo pero en los útimos días está saliendo a luz pública, es la terrible corrupción que se ha apoderado de las instituciones del Estado. Riquezas mal habidas de muchos funcionarios del Estado  o de personas influyentes que hoy llenan las arcas de bancos en distintos países, o han adquirido bienes a costa del sufrimiento del pueblo. Un silencio cómplice se hace presente en quienes tienen la resposabilidad de ejecutar las políticas económicas y sociales, y de controlar los bienes de la República. En algún momento tendrán que rendir cuenta de sus acciones en contra de la Patria”. Es la voz de quienes, no ganados por el odio, claman al cielo por lo que están viendo pasa en tierra venezolana.

Un gran arco de corrupción se extiende por encima de los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que arranca desde el pecado original del que se llamó Plan Bolívar 2000 y se remonta hasta bajar a las colosales cuentas bancarias de Andorra, de Suiza, de los paraísos fiscales del Caribe y de otras partes del planeta. Es como la danza de unos milmillonarios que, en puntillas, escenifican en tablados intercontinentales las contorsiones de sus tropelías. Pero está llegando el momento de bajar el telón.

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