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La cuestión ideológica

Carlos Canache Mata

No son el paludismo y las guerras civiles del pasado, sino el chavismo que ya lleva 20 años en el poder, el mal que ahora aflije a los venezolanos. Las políticas enmarcadas en un modelo económico equivocado nos han traído a la crisis que atravesamos. En nombre del llamado “socialismo del siglo XXI”, el país se precipita al desastre.

Parece que quienes nos gobiernan no se han dado cuenta que el totalitarismo marxista, pasado por el filtro cubano, está condenado al fracaso. La ortodoxia convirtió al comunismo en una especie de teología, con dioses que no bajan del olimpo para pisar tierra. Ya en plena senectud, después de haberle entregado el mando a su hermano Raúl, Fidel Castro  declaró en el año 2010, a un periodista de una revista de izquierda, The Atlantic, que “el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, afirmación que abrió espacio a la ampliación del trabajo por cuenta propia, a la reducción del palmarés estatal, y a la reciente reforma de la Constitución permisando la propiedad privada en  la isla.

Hace tiempo, en una larga entrevista en El Nacional, Moisés Naim declaraba que Hugo Chávez “sufre de necrofilia ideológica, está enamorado de ideas muertas”, que aparentemente ha transmitido a sus causahabientes. Nicolás Maduro sigue viajando con frecuencia a Cuba, para consultas sobre problemas de coyuntura y, tal vez, para añorar un sistema que el tiempo se ha encargado de desmitificar. En la entrevista citada, Naim asienta que “la apuesta al fundamentalismo socialista (marxista) no la ha ganado nadie en el mundo”. En la autodenominada República Popular China, se ha puesto en marcha, desde las reformas de Deng Xiaoping, “la economía de mercado socialista”, al igual que en Vietnam.  Es como el descubrimiento tardío de la existencia del mercado.

En la segunda mitad del siglo XIX, cuando las turbulencias de la injusticia social y los problemas creados por el capitalismo industrial posibilitaron la aparición del “fantasma” del comunismo, la socialdemocracia o socialismo democrático, que tuvo en Eduard Bernstein su principal teórico, reivindicó el papel del mercado, que a través de los precios expresa los deseos de los consumidores, en una economía mixta, donde el Estado, al lado de la administración de la justicia y sus funciones de seguridad y defensa, tiene también atribuciones reguladoras y contraloras para disminuir o corregir los fallos del mercado.

Dicho lo anterior y a la luz de las consecuencias que sufre Venezuela por la aplicación del “socialismo del siglo XXI”, es obvio que importa, y mucho, la cuestión ideológica.

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