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La desesperada ruta de la tragedia latinoamericana

Cualquier análisis estratégico que pretenda revisar el panorama político, social y económico de América Latina, incluso del mundo occidental, se inicia con la situación de colapso que, entrada la segunda mitad del siglo XX, ya acusaba visos de actividad en la línea de extenuación de sus fortalezas y potencialidades. 

Los problemas que comenzaban a advertirse según los lineamientos de desarrollo pautados por la CEPAL (Comisión Económica para la América Latina) particularmente, estaban para entonces incitando atenciones. Aunque sus primarios efectos, apenas estaban presentándose en mínimas proporciones. Pero contaban con la fuerza de arranque necesaria para inducir las anomalías y quiebras que con los años posteriores alcanzaron niveles de incubación exigidos por la eclosión de todo fenómeno protagonizado por el homo sapiens que describe y exalta la historia universal.

A pesar de los pronunciamientos dirigidos a motivar alguna confianza de las poblaciones en los órganos de política dependientes de las estructuras de gobiernos nacionales, se ha observado que los problemas de aquellos tiempos no eran marcadamente distintos de los que hoy abruman los sistemas políticos comprometidos con la democracia. 

Sobe todo, luego de la década de los sesenta y setenta del siglo XX, se acentuaron dificultades variadas que comenzaron a oscurecer objetivos de desarrollo. Así se vieron potenciados problemas  relacionados con la pobreza crítica, con la corrupción que exasperó el comportamiento de los movimientos y partidos políticos. Con la desconfianza de la población en el futuro cercano, con la inflación monetaria que gravitaba sobre el peso de la deuda externa, y con el caos causado por falta de gerencia pública, principalmente. 

Aunque es propio considerar problemas que, como el de la droga, indujo un comercio que se tornó político. Tanto que su movilización requería de mafias apoyadas por el auxilio sigiloso y cómplice de altos funcionarios gubernamentales, militares y policiales. 

Otro problema que se volvió estructural, fue el configurado por jefes militares y policiales toda vez que se sometieron al poder corruptor de cuantos negocios advertían provechoso ya que eran de inmediata evolución. Por consiguiente, la corrupción y desmoralización de jefaturas militares y policiales, aceleró el aludido fenómeno social al momento que desvirtuó la política convirtiéndola en una mera cuenta de saldos acreedores.   

Con el transcurso de los tiempos, nunca faltaron explicaciones a las causas y fuentes que determinaron el asentamiento de tan perversos problemas. Incluso, sus correcciones y desagravios formaron parte de las minutas debatidas por cientos de instituciones, grupos de investigación sin que de las mismas afloraron resultados favorables. Por lo contrario. Cada día, estos problemas fueron arraigándose más. 

Aparte del perjuicio causado por problemas como los anteriormente referidos, esta disertación no podría avanzar de desestimarse al aporte que significó la incidencia de ideologías políticas de izquierda y derecha. Esta, fue una de las razones que acentuó más aún el problema que propició la tragedia que fue envolviendo la América Latina. La manera que quiso seguirse a fin de sacar dicho problema de las cuentas que pesaron sobre el desarrollo latinoamericano, no estuvo a la altura de los procedimientos de seguridad y prevención. 

Su manejo conceptual y operativo fue equivocando cada vez más la manera de sistematizar y auscultar sus causales y efectos. Al punto que entre los intersticios que iba dejando la metodología empleada para enfocar sus debilidades, comenzaron a colarse furtivas formas y maquinaciones que lograron disfrazar procedimientos que se infiltraron como mecanismos de soporte del ejercicio de la política a fin de servirse de ellos. 

De esa manera, comenzó a cultivarse un poder vicioso que minó los reducidos espacios que quedaban. En consecuencia, se minimizaron los canales operativos que desde los mismos pudieron haberse combatido los males que venían irrigándose como flagelos en las rutas concebidas para afianzar mejoras de la política. Asimismo, de los criterios de desarrollo económico y social de los tantos países latinoamericanos que ya se habían infectados de los males del ejercicio de la política.

Bastaba la presencia de militares y grupos policiales y hasta parapoliciales o paramilitares, para que los delitos que empezaron a proliferar dificultaran algunos planes elaborados con el propósito de extinguirlos, evitarlos o apartarlos de los ámbitos más permeables de la sociedad.

Había que mirar más al fondo del asunto, para haber corregido los avatares que desfiguraban el discurrir de la vida política latinoamericana. En medio de tales flaquezas, y en nombre de ideologías políticas revestidas de democráticas, Latinoamérica vio cómo se mancilló su posibilidad de dar los frutos que sus precursores y libertadores forjaron con sangre y duras exigencias.

Habrá que indagar la preponderancia de los modelos y concepciones de Estado, de sociedad y política adoptadas a lo largo de estos tiempos de marcado deterioro. Sería un canal seguro que daría con respuestas que podrían utilizarse como argumentos sólidos a la hora de demostrar cuánto se ha visto vulnerada la región. Cuánto ha sido perjudicada América Latina a consecuencia del perverso influjo de ideologías contaminadas de resentimiento, egoísmo, deshonestidad e inmoralidad que, finalmente, se prestaron para marcar de modo impúdico la desesperada ruta de la tragedia latinoamericana.

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