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La divisoria del 11 de septiembre 2001

Visité Nueva York por primera vez en Abril de 1974, acompañado de mi madre. Aunque la estación de Invierno oficialmente finaliza con el Equinoccio del 21 de marzo, todavía el frío se negaba a hacer mutis. Por ello, mi progenitora hacía turismo conmigo mientras los rayos solares produjeran temperaturas ambientales apropiadas para personas habituadas a la tibieza de Caracas, bautizada como ciudad de techos rojos y eterna primavera. Antes de anochecer debía llevarla al hotel, en el centro de Manhatan, su refugio ante los ramalazos del rebelde  invierno. En nuestra habitación ella se entretenía viendo la TV, aunque no entendiera ni el “good evening”, yo volvía a la calle, cenaba en algún restaurant cercano y le llevaba su ración a mi madre que, recostada en su cama, cenaba algún plato vinculado a la cocina de Italia o La India (sabores parecidos a los nuestros).

Una de esas tardes fuimos a ver una película en el Radio City Music Hall, imponente teatro en planta baja, donde presentan hasta obras musicales, con capacidad para 7.000 personas. A la salida de aquella función, ya había anochecido y mi madre, en su versión opuesta a la de los vampiros, sufrió el ataque simultáneo del frío y de la obscuridad. Le puse mi chaqueta, para reforzar el efecto de su sweater, y de prisa caminamos hacia el hotel, donde ella recuperó su equilibrio fisiológico, y yo reanudé mi rutina de la cena, y los paseos hasta pasada la medianoche, dado que New York es en realidad, como dice la canción, la ciudad que nunca duerme. Incluso había tiendas de electrodomésticos, ropa, mercancías de una gran diversidad, abiertas hasta muy tarde. Visitamos la Estatua de la Libertad, obra de Eiffel donada por Francia, los rascacielos Chrysler y Empire State (disfrutamos de las vistas a 360º desde su terraza), la Gran Estación Central de trenes, el Centro Rockefeller y su plazoleta para patinaje. Incluso firmé la solicitud de Impeachment contra Nixon, frente a la Iglesia de Saint Patrick, en la 5ta avenida. Vimos de lejos las Torres del World Trade Center, que con sus 417 y 415 metros destronarían al Empire State -381 mts- como el edificio más alto de EEUU, que a su vez arrebató el título a la elegante torre Art Deco de Chrysler -319 mts- (la Torre Sears  -ahora Willis- en Chicago, con 442 mts, desplazaría de la primera posición al WTC).

Mi segunda visita a NY fue en mayo del 2001, esta vez con mi esposa, en una merecida vacación de 35 días, ya con los cuatro hijos adultos, y sin obligaciones abuelares todavía. La semana previa recorrimos Miami de cabo a rabo en vehículo alquilado, pero esa es la más cara e inconveniente manera de desplazarse en Nueva York. Tráfico denso y lento, gasolina y estacionamiento a muy altos costos. Preferible usar los buses, el Metro, o caminar. Múltiple    espectáculo: Apreciar Cerezos en flor caminando por Riverside Park, a orillas del Hudson, con Nueva Jersey en la orilla opuesta. El Teatro Lyceum y Broadway a pocos metros del Hotel Saint James, paseo peatonal por Central Park, Bryant Park, Tribeca (triangle below Canal street), Battery Park, ferry a Staten Island, trayecto gratis, vehículos pagaban 1 dólar. Recorrer Wall Street, admirar la hermosa y retadora escultura del “Toro” de Arturo Di Módica. El WTC, subir en un gigantesco ascensor al Mirador en el último piso de la Torre sur, una larga escalera mecánica hasta la azotea, apreciar la Torre norte con su enorme antena, ambas terrazas con barandas de tubo redondo para sostener los andamios usados para limpiar los ventanales. A las 9 pm un policía nos desaloja de la azotea, finaliza el horario de visita. Ya a nivel de calle nos sentamos en un serpenteante banco a disfrutar de la sobria y elegante fuente redonda, creo que ambos eran de granito marrón pulido. Cerca de las 10 pm preguntamos en el Hotel a un lado del WTC por la parada de buses, a unos 80 metros en la misma solitaria calle. Allí esperamos infructuosamente por más de 20 minutos, nos habían asustado con los peligros del Metro pasadas las 9 pm, pero no quedaba otra opción, y bajo tierra nos trasladamos a la hiperactiva calle 42, caminamos al hotel en la calle 45, y a nuestra habitación en el décimo piso, con ventana a la calle. En la esquina, “Planet Hollywood” de Bruce Willis, Silvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, al otro lado de la avenida el inmenso Marriot (ocupa media manzana –en NY son el doble-, el espacio de varios edificios demolidos para construirlo, uno de ellos el modesto hotel en que nos alojamos mi madre y yo en el 74).

Fuimos en tren al norte de Virginia, huéspedes de mi primo ahijado, su esposa e hijo. Íbamos a diario a la cercana capital, Washington, la urbe más rica en Museos, en especial a los lados de la franja que va del Obelisco al Congreso. En uno de los cinco lados del famoso edificio del Pentágono, funciona una estación de buses, y debajo una del Metro. Utilizamos ambos medios de transporte para ir a Washington y regresar a Fairfax. Visitamos el Cementerio de Arlington, los Memorials (monumentos de homenaje); El Obelisco a Washington, especie de Partenón a Lincoln, elegante glorieta a Jefferson, sobrios monumentos a los fallecidos en Corea y Vietnam, y el que me pareció más hermoso, por la calidad y significación de sus  esculturas, el dedicado a Franklin Delano Roosevelt. La inmensa, variada y elegante Union Station, la Casa Blanca, la maravilla del Cine IMAX en tres dimensiones. Cruzábamos el río Potomac de ida y de vuelta, conocimos los expendios flotantes de pescado y mariscos en su orilla, un vecino “All you can eat” de grandes dimensiones y calidad. Fuimos al Zoológico, al Centro Kennedy, al hotel Watergate, Georgetown, el Newseum. Paseamos por la avenida con más sedes diplomáticas (frente a la embajada de China, protestaban por la represión contra el culto Falun Gong). Vimos obras de Calder, Rodin, Renoir, Van Gogh, y estatuas en honor a Churchill y Ghandi. El Reloj con energía y precisión atómica, a la entrada del espacio que comparten el Observatorio Naval y la residencia del Vicepresidente. Es admirable la grandiosa escala de la ciudad, diseñada a fines del siglo 18, y su pulcritud actual.

Hoy 11 de septiembre, al cumplirse 17 años del cobarde mega-atentado contra NY y Washington, equiparable con lo que sufrió Pearl Harbor en 1941, quiero hacer un sincero homenaje y desagravio a las miles de víctimas de los cuatro secuestros de aviones -para ser usados como enormes proyectiles contra objetivos en ambas ciudades-, episodio que modificó la actitud de la mayor parte de la humanidad, aumentando las medidas de prevención respecto del Terrorismo, y las acciones para neutralizar potenciales amenazas (a pesar de lo cual han ocurrido terribles atentados en Madrid, Londres, París, Niza, Túnez, Nueva York, Barcelona, siendo ya endémicos en Irak y Afganistán). Los atentados del 11-S-01 asesinaron casi tres mil seres humanos, civiles, bomberos, policías, paramédicos, víctimas de los choques de dos aviones contra las Torres del WTC, el incendio inmediato y el colapso posterior de ambas estructuras, sorprendiendo en su interior a muchos que ingresaron con la intención de rescatar a quienes quedaron dentro en los pisos superiores.  La mayoría repudió aquella barbarie, pero una minoría podrida ha tenido cuestionables reacciones, desde la aberrada satisfacción que públicamente mostró la delincuente argentina Hebe de Bonafini, en paralelo a las celebraciones de grupos musulmanes en medio oriente (todos los perpetradores eran de esa religión y miembros de Al Qaeda), a negar por completo la participación de aviones, afirmar que un avión no puede provocar el colapso de una torre, hasta las versiones conspiranóicas que culpan nada menos que al presidente Bush o a Israel por “derribar con explosivos las torres del WTC”, en absurda y ridícula competencia con quienes sostienen que la Tierra es plana, o que ningún astronauta ha estado en la Luna.

Resumiendo el atentado; Los 4 grupos de terroristas compraron pasajes en vuelos de costa a costa (del este Atlántico al oeste Pacífico), esos enormes aviones (Boeing 767 y 757) llevaban máxima carga de combustible, y al chocar produjeron no sólo daños a una porción de cada estructura, sino un pavoroso incendio que debilitó el resto de la estructura alrededor del área de la colisión y el incendio, generando su desplome y el efecto dominó sobre los pisos inferiores. La Torre Norte sufrió el primer impacto, la Torre Sur 17 minutos después, pero en esta el choque fue más abajo, por lo que su colapso ocurrió antes, pues el intenso fuego afectó una masa mayor, a más pisos, y el mayor volumen de acero estructural perdiendo su resistencia por las elevadas temperaturas, generó que colapsara primero la torre que fue chocada en segundo lugar, soportó 56 minutos, la Torre Norte cayó 25 minutos después, soportó 102 minutos.

Despegues: 7.59 am, vuelo 11, Boeing 767 de American Airlines Boston-Los Ángeles, 92 a bordo. 8.14 am, vuelo 175 de United Airlines, Boeing 767 Boston-Los Ángeles, 65 a bordo.  8.20 am: vuelo 77 American Airlines, Boeing 757, 64 a bordo, Washington-Los Ángeles. 8.41 am, vuelo 93 United Airlines Boeing 757, 44 a bordo, New Jersey-San Francisco. Siniestros:  8.46 am vuelo 11 se estrella contra Torre Norte WTC. 9.03 am Vuelo 175 se estrella contra Torre Sur WTC. 9.07 am: Bush es notificado en Sarasota. 9.38 am vuelo 77 se estrella contra Pentágono. 9.59: cae la Torre sur. 10.03 am vuelo 93 cae en espacio campestre de Pensilvania (sus valientes pasajeros contraatacaron a los terroristas, y se inmolaron para impedir que lanzaran ese avión contra su objetivo, el edificio del Congreso). 10.28: cae la Torre norte. Bush va a Luisiana, luego a Nebraska. 5.25 pm: se derrumba Edif. 7 del WTC, dañado por incendio y escombros, soportó 8 horas 39 minutos. 7 pm el presidente Bush Junior ya en la Casa Blanca.

El complejo de 7 edificios del WTC ocupa un área de 64.749 m2. Sufrió un atentado previo en 1993, camioneta con explosivos en el sótano, 6 víctimas. El 11S01 hubo 2.997 víctimas, de 80 nacionalidades. Los espacios que ocupaban las torres 1 y 2 hoy albergan dos Memorials con mármol negro y permanente cascada, los nombres de las víctimas grabados sobre el mármol a la altura de la planta baja (y debajo de ambos cuadrados una muestra de objetos e imágenes relacionados con el atentado). El edificio “One WTC” que substituye las torres destruidas, tiene -incluyendo una larga antena de comunicaciones- 541 mts, que son 1776 pies y el año de  Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. Con 102 pisos, fue inaugurado el 3 de noviembre del 2014. Su diseño comienza y termina en cuadrados similares a los que conformaban las Torres Norte y Sur, pero se convierten en ocho triángulos isósceles giratorios, y el cuadrado final de la torre rota 45° con respecto al cuadrado de la base. Una hermosa obra de Arquitectura e Ingeniería que proyecta el espíritu de superación ante cualquier adversidad, del pueblo estadounidense, y simultáneamente mantiene vivo el recuerdo de todas las víctimas, e incentiva la solidaridad de la porción mayoritaria de la Humanidad, identificada con los principios de la Democracia, el absoluto respeto por los Derechos y las Libertades, y la constante Evolución Social, en las antípodas de los energúmenos que buscan imponer al mundo sus anacronismos e intolerancia.

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