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La falacia del siglo XXI

Como proyecto bonapartista, la revolución bolivariana no se plantea la conformación de un nuevo bloque de poder, sino de la sustitución de los «viejos actores», por “nuevos actores”, entiéndase el gorilato milico y la pandilla de delincuentes ideológicos que los acompañan. Por ello a pesar de su autoproclamación de «socialista» su proyecto económico-social se mantiene completamente en el marco de un modo de producción capitalista de Estado. Le han dado continuidad a las políticas perversas del pasado estableciendo alianzas estratégicas con el gran capital monopolista, particularmente con las transnacionales vinculadas al negocio energético (Chevron, ConocoPhillips, Shell, Mitsubishi, BP). Han profundizado la apertura petrolera  mediante la creación de las leoninas empresas mixtas con transnacionales como BR, ENI, Chevron, BP, Mitsubishi, Rosneft, Petrobras, Petrochina, Repsol, etc., en la faja bituminosa del Orinoco, siguen hipotecando al país, incluyendo su subsuelo (préstamo Chino), han devaluado la moneda e impuesto una precarización laboral, etc. Políticas antinacionales que nada tienen que ver con revolución o proyecto socialista alguno, y muy contrariamente a lo que se afirma, obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales no vinculadas a los grandes capitales. En la práctica significa un retorno a las siniestras alianzas entre el Estado y el gran capital nacional-extranjero que ha permitido un grosero enriquecimiento de la burguesía tradicional en el pasado y la boliburguesía en tiempos de revolución, a expensas de un brutal empobrecimiento de grandes sectores de la sociedad venezolana.

Son unos verdaderos bastardos que han usurpando el lenguaje revolucionario, el cual publicitan por conveniencia, pero que en la praxis desprecian pues reprimen a la clase trabajadora y satanizan a los movimientos sociales a quienes les han conculcando sus espacios de lucha. Además, mediante el engaño y las falsas promesas han institucionalizado sistemas nefastos de contratación (tercerización) o nuevas formas de súper-explotación (cooperativas y empresas sociales) los cuales privan al trabajador de sus derechos laborales.

Políticas que han profundizado la crisis económica y social, lo cual se refleja en una elevada tasa de inflación (56,8% al cierre del 2013), un desabastecimiento que alcanza el 28-32% dependiendo de la región del país, un desempleo real cercano al 16% de la fuerza laboral activa, el cierre de miles de empresas, el deterioro de la capacidad adquisitiva del venezolano y un proceso de desindustrialización del país. Aunado a una crisis grave del sistema de salud pública, de una violencia delincuencial desbordada, de la ideologización de la educación y de un incremento de la pobreza según reflejan los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas. Cifras alarmantes que indican que 9.174.142 venezolanos (32,1% de la población) viven en la pobreza y 2.791.292 (9,8% de la población) viven en condiciones de pobreza extrema. Todo ello en un país que posee una de las reservas petrolíferas más importantes del planeta y que disfruta de una extraordinaria bonanza petrolera.

En resumen, la falacia del Siglo XXI representa un proyecto represivo, de bota y fusil que lucha por imponer un mayor control político y social mediante la militarización de la sociedad y la justicia.

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Un comentario

  1. Aparte de lo mencionado por el autor, se tendría que engranar la tesis del hoy casi desaparecido de los medios de comunicación , aquel viejo estalinista, el profesor Giordani, sobre mantener el suministro de alimentos a la población como instrumento de control político sobre las masas con la finalidad de garantizarse la adhesión – aunque fuese interesada -, de una artificial y conscientemente dirigida burocracia parasitaria al servicio del Estado ; y también, la tesis del ministro de educación de »educar» al pueblo de manera masificada, pero no como instrumento de movilidad social, sino para que sirva como instrumento de dominación ideológica y control de la población al servicio de un proceso de consolidación del »pensamiento único» y el »partido único», al mejor estilo de las dictaduras socialistas (comunistas), ya extintas en el mundo.

    Las deformaciones de esta experiencia socialista (comunista) a destiempo de la historia, se han dado gracias al mal uso de una renta petrolera – en cuanto que administrada pésimamente – ; a la injerencia del modelo cubano de finales de los años 50 ; a la ausencia de una ideología definida y remplazada por mitos nacionales; y sobre todo, la incapacidad de »inventar» una alternativa económica sustentable en el tiempo, que ha terminado en un fracaso absoluto y quedar todo reducido a un saquéo sistemático de los pocos recursos disponibles en este momento. Pensar que este mal llamado »Socialismo del siglo XXI», tiene futuro, es impensable ; y es que este modelo ruinoso está mas que agotado, con el agravante de que no hay vías alternas para retomar el rumbo dada la extrema dependencia externa, de por si agotada por las múltiples hipotecas, una deuda externa bastante elevada, pero sobre todo por el casi absoluto control de las grandes corporaciones sobre la economía nacional y su destino presente y futuro. Si estamos mas cerca de algo, es de una revolución burguesa al mejor estilo neo – imperial, hecho que quedará en evidencia al momento en que la presente clase gobernante abandone el poder y se conozca a fondo la realidad del actual desastre.

    Nunca antes los fenómenos de desigualdad social se habían expresado tan drásticamente en medio de una »economía de guerra» y evidente implementación de un »período especial» que ya amenaza con ser eterno. Basta observar la enorme cantidad de pequeñas y medianas empresas que ya tienen sus puertas cerradas y donde el sector comercio, ya no puede suministrar los bienes y servicios indispensables para el normal desenvolvimiento de la economía local. Leyes de impacto económico regresivo como la LOT y la de »precios justos», han resquebrajado la moral productiva y los trabajadores se encuentran desmotivados para producir ; y la ley de los precios justos, han incentivado el acaparamiento y la especulación amen de un contrabando de extracción que ha permitido florecer un mercado negro con unos precios inaccesibles para la mayoría de la población. Hasta las »misiones» se han visto afectadas en su cantidad y calidad, pues no se tienen las divisas suficientes para importar alegremente. Nunca se pensó en la población sino en los grandes negociados que incluso hoy, en medio de la crisis, persisten. No existe un solo servicio en el país que funcione medianamente bien, todo se ha reducido a un aparato de propaganda política vacío de contenido real. Hoy, una contradicción insalvable.

    Ya el Capitalismo de Estado es insuficiente e incapaz de resolver los problemas. Al país en su momento no le tocará otra que aceptar las recomendaciones del FMI y aceptar su rol de jugar el papel pasivo de medidas impuestas desde los grandes centros del poder industrial y financiero, entrar al juego de la globalización total y someterse a los designios de terceras naciones, ya que no se estará en condiciones de resistir u oponerse. Solo así podrá sobrevivir. Todo lo demás son cuentos de políticos de viejo y nuevo cuño, habladores de pendejadas y obligados a mantener un populismo de pacotilla e incapaces de afrontar una realidad que ya hace rato los devoró. Ni siquiera tienen alguna idea de como salir de la crisis ni como hacer lo necesario para superarla, pero si sabrán hacer lo que se les indique. Salir de la presente autocracia es parte de la solución del problema, pero tan solo será entrar en una nueva etapa tanto o mas problemática que la actual. El país está cambiando y para siempre, lo difícil es ver con claridad el futuro y poder actuar en consecuencia. Todo esta por ver y hacer, la incertidumbre será nuestra fiel compañera por lo que resta de este tumultuoso Sg., XXI, y donde evidentemente, muchos de nosotros no veremos por estar tres metros bajo tierra…a Dios, gracia.

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