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¡La guerra por la paz!

Es el título de un libro que escribimos en 1999 y que luego de tres o cuatro reformas y agregados cada vez que ocurría un desvarío del “comandante eterno”, no lo hemos publicado y ahora nos hemos propuesto sacarlo a luz en futuro inmediato, ya que ni Sun Tzu, ni Mao Tse-tung, sobre quienes ha girado el mundo sobre su visión de la guerra, aunque con 25 siglos de diferencia, tampoco Carl von Clausewitz hace menos de dos siglos, con su libro clásico De la Guerra donde nos dice que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, fueron tan prolíferos como la teoría que ha surgido en Venezuela, alimentando el espíritu de guerreros que quieren cambiar la política preceptuada constitucionalmente, por un asalto al poder, que es lo mismo que preceptuó Clausewitz.

De los filósofos se extrae que: “la guerra es necesaria, pero hay que evitarla”; mientras que el filósofo Kung Chiu, llamado por sus alumnos Kung Fung-Tze o Kung el Maestro y por nosotros Confucio, iba de ciudad en ciudad, intentando convencer a los príncipes de que había que dejar la lucha por el poder y regresar a la senda ilustrada de los “reyes-sabios”; nuestros guerreros del teclado, no solo aúpan a la guerra, sino que tratan de alimentarla provocando a los posibles adversarios: el gobierno y la oposición.

Pero hay algo muy grave, es que provocan a los militares porque “no asumen su tarea de salvar al pueblo”, algo inaudito, cuando los militares integran una institución llamada FAN, que en los artículos 328 y 329 de la CRBV, se les prohíbe su participación en la política. Es precisamente la participación y el respaldo del mando militar al gobierno, lo que ha impedido hacer el cambio mediante actos constitucionales.

Del libro mencionado, extraemos para referencia y análisis prudente: “En el siglo V a.C., unos pocos años después de la muerte de Confucio, unas coaliciones de clanes atacaron a la dinastía de los Chin, la derrocaron y se enfrascaron en un estado de guerra permanente durante los siguientes tres siglos. Ese es el periodo que los chinos llaman de los Estados Beligerantes, uno de los más caóticos en la larga historia de China. Existían ocho grandes Estados que conquistaron o absorbieron a una docena de principados más pequeños. Gobernantes ambiciosos guerreaban y conspiraban entre sí permanentemente, mientras el desorden cundía por todo el país y bandas de asaltantes y espadachines saqueaban lo que había salvado de los ejércitos en marcha”.

Tal vez no seamos chinos, pero es posible que su influencia este contagiando a los teclados de nuestros guerreros, quienes sin escrúpulos ni raciocinio hablan de acción militar o invasión extranjera, como si de una serie de televisión se tratara. Tan sosegados, que son escuchados por muchos ingenuos opositores, que no se han ido del país, pero aplauden los que ya lograron trabajo en el exterior. Mientras tanto, ven los mensajes tecleados como algo valiente y procero.

Los gobernantes lo desoían y preferían estudiar al estratega, ya que los problemas a los que se encontraban enfrentados eran de orden más práctico: como ejercer la administración interior y las relaciones exteriores, de modo de preservar y hacer más prósperos sus Estados, aumentando su poder a expensas de sus adversarios reales o potenciales.

En días pasados calificamos a algunos personajes opositores como “teóricos del abismo” y pareciera que el germen o virus se ha difundido y está alimentando a opositores dentro y fuera del país, criticando y mal poniendo a los líderes de la Asamblea Nacional y de la MUD que están cerca de lograr una negociación con los radicales del chavismo en el gobierno, que se han dado cuenta de su fracaso y quieren cubrirse las espaldas culpando a Maduro del caos.

Negociación, que entre otras cosas como prioritarias están la ayuda humanitaria que mitigue el hambre y salve vidas, y se asegure un proceso electoral transparente para cambiar al presidente, que es lo mismo que cambiar de gobierno y de sistema.

Sin dudas, se ve a las claras la inutilidad de la guerra, por lo que terminamos con otro pasaje del libro: “El Ping Fa, nombre con que se conoce a ‘El Arte de la Guerra’ en su idioma original, comienza con una verdad del tamaño de una catedral: ‘La guerra es un asunto de vital importancia para la nación, es la providencia de la vida o de la muerte; es la vía para la supervivencia o la ruina’”; y no debemos olvidar, que en el Estado la guerra es el resultado de la ceguera de los gobernantes, pero el mundo se mantiene en súplica por la paz.

@Enriqueprietos

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