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La ideología antes que el amor a la patria

Pareciera que los altos mandos militares están sufriendo de ese morbo; que prefieren olvidar aquello que dijo Bolívar —al cual tanto adoran de boca para afuera—: “el amor a la patria es primero”.  Claro que dentro de quienes sufren esa ceguera voluntaria hay que incluir a una cuerda de avispados que son movidos, no por la doctrina, sino por el afán crematístico.  Y a los que son una mezcla de ambos: que creen de buena fe que hay que seguir las órdenes de Cuba porque es lo que redimirá a la humanidad, pero que, mientras se logra eso, hay que obtener la mayor cantidad de proventos posibles. Parafrasean aquello de San Agustín: “hazme casto, pero no muy pronto”; pero con perversión: “que venga el comunismo, mientras tanto, acaudalo como capitalista”.

La Constitución, que dicen amar y respetar tanto, les prohíbe la “participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”, y uno los ve, uniformados, con impudicia y cinismo extremos, llevando la palabra en mítines del PUS.  Y, algo que es peor, predicando dentro de los cuarteles y persiguiendo a los subalternos que quisieran únicamente hacer carrera de manera institucional, como lo pensaban cuando los llamó la vocación.  A esos, los hostilizan, tratan de hacerles la vida y el progreso profesional imposibles.  ¡Que castigan en amor a la patria y al concepto de deber, pues!

Antes de que esta “forma de acción” se hiciera rutinaria y hasta perfunctoria aquí, solo hubo un caso de esa perversión. Sucedió bien lejos: en Etiopía.  Cuando Haile Selassie fue derrocado en 1974, en ese país se instaló una junta militar de ideología marxista, el Dergue.  Dicha junta —que no fue capaz de contener la hambruna que surgió, ni los grupos secesionistas que aparecieron— estuvo al borde de la desintegración hasta que, ¡oh, manes del rescate!, aparecieron la Unión Soviética con mil millones de dólares y los cubanos con 17.000 soldados en pie de guerra.  Apoyado así, el teniente coronel Mariam desarrolló una campaña de terror revolucionario en el cual se detenía en masa a los oponentes, se torturaba sistemáticamente y se asesinaba a los adversarios.  O sea, igualito que en la Venezuela de estos días, donde el régimen se mantiene a duras penas por la plata rusa, los milicianos cubanos y la violencia en contra de la población.

Fue en esa circunstancia, que se enjuició a uno de los primeros integrantes de la junta, el teniente coronel Atnafu Abate, por poner los intereses de su patria antes que la ideología.  Según la sentencia: “En este tiempo, cuando los obreros, los campesinos, los hombres de uniforme y todas las masas de trabajadores están intensificando la lucha revolucionaria guiados por los principios del Marxismo-Leninismo, el teniente coronel Atnafu ha sido antagonista a esa idea y (…) ha argüido que los intereses de Etiopía deben ser puestos antes que la ideología”.  Y lo fusilaron.  Puesto en otras palabras: lo ejecutaron por ser patriota…

Aquí, aunque todavía no se ha llegado a las ejecuciones (que yo sepa), se persigue por meras sospechas a los oficiales patriotas (en el buen sentido del término, no en el del abusado por los rojos).  Más de doscientos militares están en prisión con acusaciones absurdas, sin fundamento ni evidencias, de conspiración y traición a la patria.  Otros, que ven como viene la jugada, han decidido desertar y salir huyendo del país.  Y, aun así, el Padrino se atreve a señalar que en las FAN hay una “unidad monolítica”.  Pero las decisiones que toma lo delatan: hace jurar a los efectivos “lealtad absoluta” al ilegítimo. ¿Para qué, por qué?, si ya ellos lo hicieron al momento de graduarse o al de ser alistados.  Se lo pasa jactándose de la “unidad monolítica” que hay dentro del estamento militar; pero, ¿cómo puede haberla cuando en los cuarteles y bases, los uniformados tampoco están ajenos a la hambruna, a la falta de medicamentos?  ¿Es que acaso, cuando salen no perciben lo que se ha deteriorado el país, la pobreza de la nación? Si todo está tan tranquilo de la Prevención hacia adentro, ¿por qué los comisarios del G-2 cubano están tan atareados en su cacería de brujas?

Las más recientes fotografías y tomas de la televisión muestran al nortesantandereano muy atareado visitando cuarteles, más rodeado de uniformes que de civiles.  Si eso no es un síntoma de debilidad, pues se le parece mucho. Esos alardeos de que tiene la lealtad de los militares, y del compromiso de estos con la robolución, no son sino el equivalente de los silbidos que emite el tipo que debe atravesar un cementerio después del anochecer: un intento de hacer invisible el culillo que le cunde. El malestar interno de la institución está patente, aunque sub rosa por las amenazas de los altos mandos.

¿Cómo puede sentirse el militar a quien le ordenan impedir el ingreso de la ayuda humanitaria, consistente en medicinas, alimentos y útiles de aseo, cuando su mamá, su esposa y sus hijos carecen de ellos?  ¿Cuando las crisis económica y social no hacen diferencia entre civiles y uniformados?  Sabe que las órdenes abusivas que recibe son ilegales, y hasta inhumanas; pero le toca cumplirlas porque lo han aterrorizado.  Confía en que La Haya lo perdonará porque está muy por debajo en el escalafón, pero mira esperanzado hacia el futuro, cuando a sus jefes los aprehenda la Justicia…

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