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La inflación bolivarista

Para entender bien las cosas, hay que ponerlas en perspectiva. Pongamos en perspectiva el tema de la inflación. Cuando el predecesor llegó a Miraflores, a comienzos de 1999, la tasa de inflación era de 29% y la tendencia era hacia la baja. En aquellos tiempos lejanos, todavía los niveles de inflación en la región latinoamericana y en otras partes del orbe se encontraban, en general, por encima del presente.

En esa época, el precio del petróleo en el mercado internacional se situaba en el vecindario de 10 dólares. En esa compleja y accidentada década, la última del siglo XX, el precio promedio de la cesta petrolera venezolana se ubicó entre 14 y 15 dólares el barril.

Más de 16 años después y luego de recibirse y despacharse en Venezuela más de mil millardos de dólares de la bonanza petrolera del siglo XXI, la inflación asciende –conservadoramente estimada– a 200% en el 2015. Y la tendencia es a crecer de manera exponencial, cada vez más rápido. El fracaso no puede ser más estrepitoso, en particular si se compara con la tasa de inflación anual de Colombia, 4%; de Perú, 3%; de Ecuador, 3%; de Panamá, 2%, de República Dominicana, 1%.

Esa inflación completamente desbocada es consecuencia de una economía completamente desbarajustada. ¿Y quiénes desbarajustaron la economía en un grado sumo, casi insuperable? Pues los que la vienen “manejando” desde el poder a lo largo de más de tres lustros. No tres meses, o tres años, sino tres lustros y pico. Tiempo suficiente para mejorar o para destruir. En el caso del llamado “socialismo del siglo XXI”, para destruir, evidentemente.

En estos largos años se ha malbaratado una oportunidad muy especial para promover el desarrollo, tanto económico como social. No sabemos si Venezuela tendrá una oportunidad semejante en el futuro. Lo que sí sabemos es que el presente sólo ahondará la mega-crisis que azota la vida diaria de la abrumadora mayoría de los venezolanos. Esto es si el presente no cambia. Si se mantienen las cosas como están, comenzando por la configuración del poder.

El país entra en los terrenos de la hiper-inflación, y ello seguramente explica –que no justifica—la censura del BCV al no publicar las cifras oficiales en materia de aumento de precios y asuntos sucedáneos. No obstante la referida censura, esas cifras se terminan estimando de manera oficiosa, y las conclusiones son alarmantes: 200% de inflación en términos muy prudentes, y el empuje hacia arriba luce indetenible.

El pueblo venezolano, empobrecido severamente por la escasez y la inseguridad, se empobrece todavía más por la desbocada inflación, que en lenguaje coloquial se le llama el altísimo costo de la vida. Sí, lo de la guerra económica es verdad, pero la guerra es del régimen en contra de la población. Quién tenga un ápice de duda, puede sacar las cuentas de la inflación. De la inflación bolivarista, o la causada, por acción y omisión, por la hegemonía que todavía impera en nuestro país.

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