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La irresponsable ofensiva madurista

Es muy difícil interpretar, con certeza, lo que ocurre  en Venezuela. Las transformaciones políticas, económicas y militares están ocurriendo con una rapidez sorprendente. De allí que la dirigencia venezolana y la de los demás países que tienen intereses vitales en tan compleja situación histórica deben analizar los hechos, con objetividad y perspicacia,  a fin de evitar actuar sin antes haber reflexionado sobre las consecuencias. Como expresé en un artículo anterior, me impresionó muy favorablemente la  fuerte personalidad de Juan Gerardo Guaidó. Su sencillez, claridad de ideas, facilidad de comunicación, seriedad y prudencia me indicaron que se transformaría en un factor fundamental en la  conducción de la oposición democrática. El  importante mensaje enviado a los venezolanos durante su juramentación como encargado de la presidencia de la República, el 23 de enero de 2019, fue recibido con satisfacción y esperanza. Ese éxito político inicial se vio fortalecido por la eficiente estrategia establecida, por él y la oposición democrática, para enfrentar la usurpación de la presidencia de la República por Nicolás Maduro.

Dicha estrategia se resume en el siguiente párrafo de su discurso el 23 de enero de 2019: “Me apego a la Constitución, y a sus artículos 233, 333 y 350, que me da la legitimidad para, como encargado de la presidencia de la República, convocar al pueblo, a la Fuerza Armada Nacional y a la Comunidad Internacional para restituir el orden constitucional. Todos sabemos que esa presidencia está siendo usurpada y no basta con apegarnos a artículos de la constitución para hacerlo realidad: necesitamos de la sumatoria de la fuerza, nacional e internacional, para lograr su plena aplicación”. Esa manera de proceder le ha permitido a la oposición obtener importantes éxitos a pesar de que no ha logrado ponerle punto final a la usurpación madurista ni haber podido lograr establecer un gobierno de transición. ¿Tiene Juan Guaidó alguna responsabilidad por no haber logrado alcanzar una respuesta definitiva a las complejas circunstancias que vive actualmente Venezuela? Creo que no. La eficacia de la respuesta es una responsabilidad colectiva tanto nacional como internacional.

 

Es necesario  evaluar las causas por las cuales no se han alcanzado esos objetivos para poder así reorientar la estrategia inicial. El mensaje a los miembros de la Fuerza Armada Nacional que buscaba influir en los cuadros militares para que, en medio de la tragedia nacional, desconocieran al régimen usurpador, no ha tenido respuesta. Las causas, en mi criterio, son: haber sometido a la  Fuerza Armada Nacional, durante estos veinte años, a un proceso de destrucción de sus principios y valores profesionales e institucionales comprometiendo su cohesión interna; y el férreo control  establecido mediante un perverso y eficaz sistema de inteligencia. Esta realidad debe ser considerada por la dirigencia democrática y los factores internacionales que la apoyan para de esta manera poder comprender que la Institución Armada tiene una limitada capacidad de reacción, sin que ello signifique que, en un momento determinado ante la agobiante situación nacional, se produzca la esperada reacción. Esta limitación obliga a incrementar y fortalecer la protesta ciudadana y la presión internacional.

Así mismo, la pluralidad de organizaciones e ideologías políticas que conforman la oposición democrática, constituye una inevitable debilidad intrínseca que limita la rapidez y eficiencia de sus respuestas. Sin embargo, la presencia de Juan Guaidó en la presidencia de la Asamblea Nacional, su reconocimiento constitucional como encargado de la presidencia de la República por más de cincuenta gobiernos democráticos y su positivo impacto popular ha tenido tal trascendencia que el régimen madurista permaneció inicialmente paralizado ante el temor de una posible protesta nacional acompañada de una intervención militar  multilateral. Lamentablemente, con el correr del tiempo, han surgido algunas dificultades en el frente opositor interno que deben ser superadas de inmediato. No es momento de egos y ambiciones personales. Todos los sectores de la oposición democrática, desde los extremos al centro, deben ser tomados en cuenta por Juan Guaidó para lograr construir la indispensable unidad nacional para que, bajo su conducción, nos pueda garantizar la derrota definitiva de la usurpación madurista.

La presión internacional se ha ido incrementando, de manera importante, al establecer los Estados Unidos un conjunto de  medidas económicas que debieron haber sido suficientes para que el régimen usurpador aceptara una solución política ante la actual tragedia nacional. Pareciera ser que esa no es  la percepción de Nicolás Maduro. No encuentro otra explicación que me permita entender la peligrosa decisión tomada por el régimen madurista de utilizar, una vez más, al ilegítimo TSJ para urdir medidas judiciales contra Juan Guaidó y Roberto Marrero. Afortunadamente esas medidas no se han podido concretar plenamente gracias a la rápida y firme respuesta de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima. No tengo dudas en afirmar que esa respuesta unitaria debe haber alertado a los asesores cubanos sobre una posible intervención militar multilateral. De allí el desesperado llamado de Nicolás Maduro a los presidentes de México, Uruguay y Bolivia para que busquen promover un diálogo con la oposición liderada por Juan Guaidó. Lamentablemente, la palabra y credibilidad de Maduro carece de valor alguno. Esa es la razón por la cual  Juan Guaidó ha rechazado cualquier posibilidad de diálogo con el régimen usurpador.

La crisis venezolana ha llegado a alcanzar tal nivel de gravedad que no se observa ninguna alternativa pacífica de solución. Nicolás Maduro, por su insaciable ambición, se ha transformado en el gran obstáculo para poder construir un posible acuerdo nacional que permita instaurar un gobierno de transición que convoque a unas elecciones transparentes para elegir a un nuevo presidente constitucional, con suficiente legitimidad y apoyo institucional, para que pueda ser capaz de enfrentar con éxito la gran debacle nacional. La dureza del debate surgido en el Consejo Permanente de la OEA  y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas muestra las grandes dificultades existentes para encontrarle solución al problema venezolano  y a su grave impacto regional.  Ojalá Nicolás Maduro entienda que su imprudente conducta puede terminar provocando la tan mencionada intervención multilateral. Si llegara a ocurrir él sería el gran responsable ante la historia.

 

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