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La izquierda latinoamericana empantanada

Hay quienes señalan que no tiene mucho sentido hablar en pleno siglo XXI de las etiquetas, de ciertos esquemas y básicamente de las ideologías políticas, más dado los cambios y mimetismos que han sufrido tanto la izquierda como la derecha donde aparentemente la más conservadora ha resultado la izquierda y la más reformista la derecha.

Más allá de esa consideración muy general queda claro que la izquierda latinoamericana se distancia de la izquierda europea, sin bien comparten un mismo tronco ideológico queda claro que nuestra izquierda es profundamente conservadora para no decir rancia, y en ciertos casos reaccionaria, y así como ocurre con el capitalismo y el socialismo, pues una cosa son las promesas e ideales y otras las realidades y verdades, la puesta en práctica deja claro que si bien el capitalismo no es un sistema perfecto pero si perfectible el socialismo como la izquierda están en deuda, están en retroceso, no han podido honrar y cumplir su decálogo al menos en América Latina y las experiencias de Argentina, Brasil, Chile y Venezuela son nefastas.

Muchos aspectos o variables pueden ponderarse para evaluar el desempeño de la izquierda latinoamericana pero salta a la vista no sólo unas gestión muy precarias tal vez muy impactantes, vistosas o mediáticas pero sin logros reales o logros en las primeras de cambio mas no logros sostenidos en términos de indicadores socioeconómicos. Pero el tema no puede limitarse a inflación, desempleo, riesgo país, inseguridad, sino que vas más allá y tiene que ver con la corrupción que inoculo las gestiones de varios presidentes, y la corrupción se traduce es menos obras, en menos recursos, en menos inversión social, menos hospitales, menos escuelas, menos autopistas, menos postes de luz.

La historia de la corrupción política es vasta e ininterrumpida, estando lamentablemente presente en todos los tiempos, culturas, sectores y sistemas políticos, sin embargo el hecho a destacar viene dado por crear los mecanismos y dispositivos institucionales que se traduzcan en mayores controles de este flagelo. Además, los supuestos e indicadores de la corrupción como práctica, actitud y comportamiento desviado asumen una gama amplia que oscila desde el soborno, la extorsión, los arreglos, las alteraciones fraudulentas de diverso tipo (un concurso, una licitación, una decisión, etc.), las malversaciones y fraudes, manejo especulativo con fondos públicos, la parcialidad, la colusión entre otros.

Ciertamente, el fenómeno de la corrupción política se presenta como un rasgo casi distintivo y característico de los gobiernos y administraciones públicas en nuestra región latinoamericana, donde Venezuela no es bajo ningún caso la excepción. En nuestro país dicho flagelo se ha convertido casi ya en un oficio, practica y arte que se manifiesta a lo largo y ancho de nuestra geografía y en una diversidad de situaciones (tráfico de influencias, malversación de fondos, comisiones, obtención de cupos en la universidad, becas, ascensos, otorgamiento de permisos, concesiones y patentes, etc.,) pasando por el soborno, la extorsión hasta los arreglos para un pasaporte hasta una sentencia de algún tribunal.

La corrupción como práctica degenerativa implica necesariamente una violación de las normas morales y jurídicas, de allí que dicho fenómeno incluya desde la desmesura, abuso, inmoralidad en el empleo y manejo de fondos públicos hasta incluso la compra de decisiones políticas. Como afirman algunos autores la corrupción debe ser abordada como una enfermedad social. Evidentemente, la corrupción no distingue economías, culturas, religiones, ocupaciones y sistemas políticos, lo que si es cierto es que se presenta como un factor y fenómeno que está a la defensiva y se encuentra en incremento en muchos de nuestros países, donde observamos el desarrollo de redes clientelares, y una especie de círculos de productores y consumidores de actividades y procesos que se desprenden de esta.

No es ético, no es tolerable la corrupción que terminó devorando e hipotecando las gestiones de Cristina Fernández de Kirchner, Luis Ignacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, ni mucho menos la gestión de la presidenta Michelle Bachelet o el fallecido presidente Hugo Chávez Frías o Nicolás Maduro. La izquierda latinoamericana exhibe fatiga, deterioro y no puede deslastrarse de su fracaso y más de la corrupción actual que salpica a buena parte de sus figuras más emblemáticas.

Teodoro Petkoff de manera precisa califico hace algunos años que “el fenómeno chavista surgido de la confluencia del militarismo nacionalista con distintas corrientes del naufragio marxista-leninista y de la izquierda grupuscular, conforma un movimiento y un gobierno esencialmente personalista, con fuertes rasgos de militarismo, mesianismo, caudillismo y autoritarismo, plasmado en un discurso con claras resonancias del fidelismo «sesentoso», que encuentra eco en vastas capas de la empobrecida masa popular venezolana. Ideológicamente, se apoya en una utilización instrumental del potente mito bolivariano, suerte de religión laica venezolana, de difícil comprensión en otros países del continente, donde la huella del procerato libertador no posee, ni de lejos, la profundidad que tiene en el alma venezolana”.

Y agrega el propio Petkoff “El recuerdo de Bolívar, paradójicamente, ha sido cultivado desde hace bastante más de un siglo sobre todo por nuestros hombres fuertes, como un modo de legitimar sus desmanes con el aval de ultratumba de El Libertador, pero, por los retorcidos senderos de las frustraciones colectivas, entró hondamente en la psicología popular venezolana. Otros también lo han utilizado como herramienta política, pero ninguno con la fuerza y la eficacia de Chávez” y ahora más recientemente Nicolas Maduro.

En el caso venezolano si algo ha quedado demostrado en estos años con cifras, estadísticas y estudios consolidados es que le socialismo del siglo XXI fue un experimento muy costoso, un modelo inviable que hace aguas y que amenaza duramente la viabilidad del propio régimen venezolano bajo la presidencia de Nicolás Maduro. Ciertamente encontramos en estos años que la revolución recurrió a la instrumentalización del resentimiento social, la intimidación innecesaria de la clase media, la ineficiencia administrativa, el conflictivismo permanente, la segregación política y social de sus opositores y la corrupción rampante que unido a una grotesca militarización de la política, y un irresponsable manejo de Pdvsa, industrias básicas, las finanzas y la propia economía cuestionan la viabilidad del chavismo como proyecto de transformación social profunda, hoy estacando, amenazado y en franco retroceso.

La izquierda latinoamericana está empantanada. En Argentina al menos dos izquierdas con un mismo origen se confrontan y da la impresión que una izquierda moderna y revisionista representada en Sergio Masa le sale al paso a la degradación de los Kirchner. Seguramente en Venezuela en esta transición que vivimos los venezolanos un sector del Chavismo se asuma crítico y revisionista frente a los controversiales hechos y realidades del actual desgobierno.

Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]
@rivasleone

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