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La Ley del Menor

Es el título de una película que vi recientemente por el canal “Europa Europa”, cuya trama asoma  asuntos  de importancia trascendental, pero desperdician la oportunidad de analizar a fondo lo esencial, manteniendo las escenas y los diálogos en lo simplemente anunciativo, en lo superficial, lo que coloca este film, que pudo haber establecido un extraordinario aporte a la mentalidad de la sociedad humana contemporánea, entre las obras ordinarias del séptimo Arte, que se conforman con fugaces escenas sin profundizar en lo fundamental, para complacer a la masa y terminar en una ubicación ambigua, que tranquilice a todos los bandos y no sea un fracaso de taquilla, o de rating por televisión.

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Protagonizan Emma Thompson y Stanley Tucci, una pareja casada desde hace 20 años, sin hijos, residenciados en Londres, Inglaterra. Ella es juez a cargo de un tribunal londinense, para conflictos familiares, él es profesor de Historia Antigua. a nivel universitario. Al inicio del film ella se ocupa del caso de unos gemelos univitelinos, cuya gestación no fue completa y nacieron unidos, aunque con cabezas y extremidades completas, la circulación sanguínea de ambos depende de un solo corazón, y el cerebro de uno de los mellizos está clínicamente muerto, de manera que el resto de su cuerpo -en crecimiento extrauterino-, representa una carga extra para el único corazón que la pareja tiene, lo que deja solamente dos opciones; A. No intervenir y dejar que esa insuficiencia haga colapsar al corazón y ambos gemelos mueran, B. Intervenir, separando con cirugía las partes correspondientes al mellizo descerebrado, lo que permitiría a su hermano seguir con vida, aunque el otro deba dejar de funcionar y sus partes removidas. La juez hace una serie de consideraciones de tipo legal, citando textos de leyes que favorecen la opción B, por cuanto permite que sobreviva uno de los gemelos involucrados en este complicado caso, en lugar de conducir a la muerte de ambos, a consecuencia de la opción A, que veta la intervención médica. Muestran por breve tiempo una foto de los gemelos unidos y no argumentan con más profundidad en el tema, aunque el factor religioso se deja entrever muy solapadamente.

Intercalan breves discusiones entre los cónyuges, él le reclama a ella su indiferencia durante ya casi un año en materia sexual, “apenas un beso en la mejilla muy ocasionalmente”, ella evita discutir el tema. Cuando él le deja entrever que esa situación prácticamente lo obliga a desahogarse con otra mujer, ella histérica responde con una incongruencia “Eso has debido decírmelo hace 20 años”. El asunto queda suspendido y sin resolverse, en lugar de al menos ofrecer las dos opciones elementales; A. Acordar cambios en la rutina de la pareja, paseos, salidas a cenar, al cine, para rescatar lo que los unió al inicio, renovar su relación, ó B. actuar como corresponde a un par de adultos profesionales y divorciarse, en lugar de prolongar esa tensa e incoherente situación. Irónico y preocupante, una juez incapaz de resolver su simple conflicto personal.  

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El Secretario del juzgado le informa que hay una demanda urgente, de un Hospital que solicita autorización para hacerle una transfusión de sangre a un paciente de 17 años que sufre Leucemia, quien, junto a sus padres y por razones religiosas, rechaza el tratamiento. El delicado asunto es de vida o muerte y debe ser resuelto en un máximo de 4 días. La juez gira instrucciones para que ambas partes preparen sus argumentos para el día subsiguiente, cuando se enfrentarán en el Tribunal. Ya en ese trámite, la abogada del menor y sus padres, alega que por sus convicciones religiosas, los tres son Testigos de Jehová, no aceptan la transfusión, pues la interpretación de “sagradas escrituras” en su templo del “Hogar del Reino” las prohíbe, y deben acatar esa prohibición por provenir directamente de “dios”, y ese ser Imaginario y omnipotente, a quien atribuyen no sólo la creación del Universo, sino el control absoluto de todo cuanto ocurra en él, consideró a la sangre como el elemento esencial de la vida, por lo que cualquier transfusión de sangre ajena constituye una pecaminosa polución, contamina el cuerpo en su esencia. Y varias veces la abogada señala que al paciente le faltan apenas 4 meses para cumplir 18, edad en que él -sin sus padres- puede legalmente decidir.

Interviene el médico a cargo del paciente, y explica que todos los valores (hemoglobina, glóbulos blancos, plaquetas, etc) del menor hospitalizado, están muy por debajo de sus cifras normales, y que no está produciendo su propia sangre, de manera que la transfusión haría subir sus valores y permitiría el uso de dos fármacos que mejorarían notablemente las condiciones del paciente, prolongando su esperanza de vida. Otro especialista del Hospital explica que sin la transfusión la muerte ocurriría en pocos días, pero en condiciones de sufrimiento extremo para el paciente; Crecientes dificultades para respirar y permanente dolor, en especial en las articulaciones, hasta sofocarlo en una terrible agonía. El abogado que representa al Hospital demandante hace la única declaración que lleva la discusión a un nivel más profundo y trascendente, que han evitado los demás participantes, alega que las “escrituras sagradas en que se basan quienes rechazan las transfusiones, fueron escritas por personas, individuos de carne y hueso, miles de años antes de que la transfusión fuese un procedimiento médico válido y beneficioso, de manera que mal pueden esas escrituras, sagradas o emanadas de nuestros remotos ancestros, prohibir algo que desconocen”, que aún no se había practicado” (como la Cesárea, como el Trasplante de órganos, como los antibióticos, las vacunas, el marcapasos, el bypass, la insulina elaborada en laboratorios, etc). 

La juez dice que ha escuchado los alegatos de ambas partes y que de inmediato hará una visita al menor en el Hospital (algo muy inusual), para tener una visión más completa de la situación, que dará su veredicto al final de esa tarde. Lo visita y éste evidencia su asombro ante su presencia, conversan un rato, incluso él interpreta en su guitarra la melodía de una canción antigua que aprendió hace poco, y su sorpresa aumenta cuando ella lo acompaña con su voz, cantando esa vieja y tradicional canción, cuya letra él desconocía (ella,  también toca el piano). Ya en el Tribunal, hace énfasis en la condición de menor de edad del paciente, y en que lo estrictamente legal debe prevalecer ante lo religioso, que la opción de mantenerlo con vida y evitarle el tormento de la corta pero terrible agonía que le espera si no recibe la transfusión, es algo prioritario para el esquema legal de la nación en que ella ejerce el Derecho, y por lo tanto autoriza al Hospital a realizar la transfusión.

En una escena paralela, aparece el marido de la juez, en un enorme auditorio en pendiente, salón de clases en cuya pizarra ha escrito los nombres de dos filósofos de la antigüedad, Epicuro uno de ellos, y apenas dejan escuchar unas pocas palabras, que denotan que ha estado disertando sobre el tema de los dioses y las religiones, pero sin permitir -de nuevo- que el debate profundice y se oigan los sólidos argumentos sobre las mentiras, fábulas, contradicciones, incongruencias y falacias que sostienen a todas las creencias, sus seres, eventos y lugares imaginarios. Desperdician la oportunidad de discutir con seriedad académica la incompatibilidad de las creencias religiosas con las certezas científicas, de las frases, parrafadas, mandamientos, atribuidas a seres todopoderosos (eran muchos, durante la vigencia del politeísmo, desde la era de las cavernas hasta hace unos 3.000 años, menos, desde que un presunto y no menos incoherente monoteísmo ha ganado terreno, con las docenas de religiones que se practican en la actualidad). No aprovecharon para difundir, por boca de la juez, de los médicos, del abogado del hospital demandante, del profesor universitario, los razonamientos que demuestran, no sólo la inexistencia de toda esa quincalla que sostiene a las religiones (dioses, cielo, infierno, ángeles, arcángeles, vida en el más allá), sino la castración que deriva de toda creencia, al convertir al homo sapiens (humano con capacidad de pensar) en sumiso lacayo de una dimensión ficticia, subalterno de seres superiores cuya caprichosa voluntad controla el Universo y provoca todo tipo de calamidades, catástrofes, plagas, tragedias, omnipotentes sádicos que obligan a sus seguidores a aceptar masoquistamente todo lo malo que acontece, como castigo merecido por su mala conducta o la de sus antecesores (el pecado original, desobedecer las “leyes sagradas”, etc).

El paciente, gracias a la transfusión y el tratamiento que esa nueva sangre permitió, fue dado de alta, sobrevivió mucho más que los 4 días -de tormento- que habría sufrido de no intervenir los médicos (no precisan si meses o años, de todas formas no es larga la sobrevida de quienes sufren leucemia), continuó mejorando su dominio de la guitarra, paseó por Londres, disfrutó su existencia, y tuvo dos encuentros más con la juez, en los que también limitaron las posibilidades de decirse las verdades, que ocultan quienes controlan el poder y manipulan a los creyentes. Es obvio que el joven no está tan fanatizado como sus padres en su culto, y no termina de entender que sus progenitores hayan preferido que muriese a los 4 días (de no haber ocurrido la transfusión) por obedecer al rebaño de irracionales ovejas de los Testigos de Jehová, [en cada religión hay prohibiciones que coliden con los avances que ha logrado la Humanidad, en materia científica, médica, legal, social, que mantienen vigentes la poligamia, el matrimonio con niñ@s, la ablación, la esclavitud, la explotación y maltrato a seres vivos, la discriminación contra las mujeres, la imposibilidad de casarse con quien cada quien elija, o de divorciarse, etc], mientras la juez, los médicos tratantes, el abogado demandante, y otras personas que ni siquiera él conoce, respaldaban la opción de que disfrutara por un mayor tiempo de su vida, en condiciones de dignidad, sin llegar a longevo, pero tampoco debiendo sufrir, en cuestión de 4 días, una muerte cruel y dolorosa. También la parte demandante logró que el bando dogmático reconociera que los Testigos de jehová se comportan como un club intolerante, acosan a cada miembro (no dejan solo al paciente en su habitación del hospital) y caso de ocurrir dudas o indisciplina respecto del credo y sus prohibiciones, lo expulsan, lo apartan del grupo (que en este caso incluye a sus propios progenitores).

Refiero una de las incongruencias del bando retrógrado religioso; Cuando hay salud, el cuerpo produce no sólo sangre renovada, permanentemente, también produce saliva, lágrimas, sudor, desechos que expulsa por la orina o las heces, pelos, cabellos, uñas, piel, hormonas, insulina. ¿Por qué no darle a cada una de esas producciones orgánicas condición de sagradas también? ¿Cómo se convierte en contaminante el mismo fluido, la sangre, por provenir de otro cuerpo, el de un semejante, incluso de su mismo tipo (A+, B+ O neg) y comprobada para garantizar que no contiene elementos dañinos?. ¿Cada sangre tiene condición de esencia sagrada única y exclusivamente dentro del cuerpo que la produjo originalmente?. ¿Quién recibe un órgano ajeno, o médula, en calidad de transplante, debe considerarse contaminado y no disfrutar de los muchos años de vida que le proporciona esa operación, ahora rutina médica?. ¿Debe morir el mordido por culebra venenosa, porque el suero antiofídico es artificial y además usan caballos vivos para procesarlo? Si “dios” todo lo puede, cuando enferman o sufren un trauma, ¿por qué en lugar de ir a un hospital, no van de inmediato  al templo, la sinagoga, la mezquita, la iglesia, la capilla, y solicitan directamente la sanación al supuesto creador?. ¿Qué esperan para DEMOSTRAR que “dios” existe, y así se terminan los cuestionamientos y la incredulidad?.  ¿La existencia de un ser divino depende sólamente de que los creyentes sean mayoría y su fe muy intensa?  Si llegan a ser mayoría quienes creen que la Tierra es plana y centro del Universo, que los dinosaurios no se extinguieron, que ningún astronauta ha pisado la Luna, y que cada quien tiene un ángel de la guarda a su lado, ¿todo eso se hace realidad automáticamente?. ¿Es un genuino homo sapiens quien rechaza las verdades demostradas por los esfuerzos científicos y se aferra a las mentiras y falacias en que se apoyan todas las religiones?. Creer es ignorar, o deliberadamente rechazar la realidad y autoengañarse.  

EPICURO, Nació en Samos, 341 a. c. murió en Atenas, 270 a.c.  Hizo esta reflexión hace más de 2.250 años  !!.  ¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo? Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo?

¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen, ni se ocupan ni se preocupan de nosotros. Vive una buena vida. Si hay dioses y son justos, entonces no les importará cuán devoto has sido, y recompensarán las virtudes de acuerdo a las cuales has vivido. Si los dioses existen pero son injustos, no querrás rendirles culto. Si no hay dioses, entonces te habrás ido, pero habrás vivido una noble vida que permanecerá en la memoria de aquellos a quienes amaste.

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Información complementaria;

1.“The children act”, nombre en inglés del film (estrenado en 2017) y del libro en que se basa (publicado en 2014). Ambos, libro y guión cinematográfico, escritos por Ian McEwan.  2. Recomiendo ver, en repeticiones de ese mismo canal Europa Europa, los films “Almas en la hoguera” y “El médico”. 3. Enlace a un artículo sobre este tema, publicado en 2011, 3 años antes que el libro, 6 años antes que la película.   http://www.analitica.com/opinion/opinion-nacional/negarse-a-ser-padres-y-abuelos/   

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Un comentario

  1. Este artículo fue publicado el 10 de enero, pero dos semanas después circuló la noticia de que habían implantado a un ser humano, cuyos riñones ya no le funcionaban y dependía de máquinas para sobrevivir, dos riñones de cerdo genéticamente modificados, para funcionar correctamente en el cuerpo del paciente y sin causar rechazo. Añadan los lectores esta valiosa información, a la que aparece al final del quinto párrafo del artículo, donde señalo otros procedimientos médicos de los cuales nada sabían los remotos ancestros que escribieron «las sagradas escrituras», atribuyéndole la autoría a los dioses imaginarios que crearon y controlan el Universo, según los creyentes.

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