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La libertad, más que un discurso

La libertad no es sólo un estado de bienestar humano. También, es un proceso de implicaciones que toca intereses y necesidades. Y desde los cuales, se movilizan organizaciones e instituciones que le imprimen forma, sentido y esencia al país que circunscribe al hombre político. Asimismo, al hombre económico y al hombre social como ser racional. Como ser inteligente. Como ser de respeto en ámbitos donde impere la tolerancia, solidaridad, dignidad y la verdad.

La libertad debe considerarse como la conjugación de actitudes frente al abanico de posibilidades que tiene todo individuo en procura de su proyecto de vida. Es decir, del proyecto de vida conveniente a su pensamiento y desempeño en el fragor de la sociedad. Razón le sobró al poeta español, Ramón de Campoamor, cuando expresó que “la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe”.

La libertad, preferentemente, debe enfocarse partiendo de esta perspectiva. Lo contrario, sería caer en un saco de vacuas explicaciones que no llevan a destino alguno. Aunque con abundancia se ha escrito y dicho sobre tan trascendente concepto. Sólo que no muchos lo comprenden. Menos, lo asumen como criterio de ejercicio político-gubernamental. Y hasta de vida personal.

Interpretando a Otto Von Bismark, político alemán del siglo XIX, hay quienes como él aseguran que la libertad es un lujo que no todos pueden darse. Sin embargo, de cara a esta disertación, conviene considerar que, como valor, la libertad encierra sólo lo que su praxis es capaz de dispensar. Afirmar  que el hombre ha nacido libre, no necesariamente deja ver que la libertad habrá de ampararlo en el curso de su vida. 

Es ahí cuando la libertad debe entenderse desde otros enfoques. Aquellos que sitúan su importancia más allá de las contingencias de la política, de la economía y de la sociología. No obstante, su importancia se halla cuando las realidades se prestan a dotar al hombre de las condiciones que han de permitirle una vida exenta de cadenas. Justo, es la razón que le endosa la justicia a la cual se supedita como ejercicio de vida. 

Por eso, a decir del escritor y periodista mexicano Carlos Fuentes, “la libertad no existe, sino es su búsqueda. Y esa búsqueda, es la que hace libre al hombre”. Precisamente, en virtud de lo que esa búsqueda compromete, es por lo que el mundo se convirtió, literalmente, en un campo de batalla. Batalla ésta que no sólo ha requerido de recursos bélicos. También, se ha visto apuntalada en la palabra dirigida a excluir y, al mismo tiempo, a exaltar realidades primadas por valores de igualdad, tolerancia, solidaridad y responsabilidad. 

La libertad como inspiración 

Es entonces que luego de ver tanta agua correr hacia el mar, resulta perturbador dar cuenta de situaciones contradictorias. Situaciones precedidas y presididas por causas tendentes a frenar y trastornar la libertad como derecho humano que en esencia es. Las mismas, particularmente apremiadas por la mezquindad de sistemas de gobiernos obtusos. En manos de resentidos, egoístas  e individuos de pensamiento retrógrado.

Ha sido una cruda pelea entre la luz y la oscuridad bajo la cual, muchos gobernantes, han pretendido encerrar las libertades. El mismo Simón Bolívar, manifestó en sus históricas correspondencias, su apego a las libertades. Su discusión por la libertad, le distinguió como hombre ganado a la institucionalidad establecida por las libertades. A pesar de las dificultades que engendra mantenerlas por encima de las tiranías. Lo contrario, conjuraba cultivar un país de esclavos. O sea, una sociedad que podía prestarse a fungir de cómplice de toda usurpación, para vivir hundida en la miseria. 

La libertad, aunque sumergida en las más urdidas condiciones de penuria política, económica o social, siempre se caracterizará por su vehemencia. Una razón que sólo puede brindarle su interpretación ante los hechos que la acosan. Y buscan someterla. 

Por eso, las realidades apuestan a que su valor siga concibiéndose en terrenos en los que adquiere sentido su naturaleza epistemológica y fáctica. De ahí que debe haber siempre lugar para reivindicarla en todas sus dimensiones. Por eso bien vale, admitir la frase que intitula esta disertación. En la misma, cabe todo una realidad tan verídica como cierto es el cielo visto como cúpula del mundo que habita el ser humano. De ahí que la frase de presentación de este análisis, refiere una verdad del tamaño de una catedral. Es ahí justo, cuando la libertad supera toda ideología, circunstancia o pretensión. Así es propio hacerle ver a todos, que la libertad es más que un discurso

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