El EditorialOpinión

La manipulación corroe la democracia

En una época en la que las ideologías se han desdibujado, o peor aún han muerto, como sostenían muchos pensadores políticos franceses en los años ochenta, las democracias se han ido transformando en un espectáculo dominado, muchas veces, por personajes mediáticos, que ocupan el poder pensando más en su gloria personal que en el servicio que le deben prestar a la colectividad.

Ese es el caso de Juan Manuel Santos, quien asume la presidencia de Colombia porque así lo decidió Uribe, y una vez sentado en la silla presidencial, pasa de ser halcón a paloma de la paz. Eso en si no tendría nada de malo, porque la hora de superar los 52 años de guerra civil y frente a una FARC derrotada militarmente, era la de su tiempo. 

Lo que no estuvo bien fue pretender manipular a la opinión pública colombiana, al querer vender una negociación de paz desbalanceada, e ignorar las voces de alerta de una importante porción de los colombianos, quienes al no ser escuchados, lo derrotaron en el plebiscito.

En política no se debe cantar triunfo adelantado y en eso se convirtió el evento de la firma ostentosa en Cartagena. Tampoco fue bueno que Timoshenko haya declarado que las FARC triunfaron y que él podía llegar a ser Presidente de Colombia y, por último, pesó un montón el desastre causado en Venezuela por el llamado «Socialismo del siglo XXI».

Santos pretendió entrar en la historia y tal vez obtener la «gloria» de un premio Nobel de la paz a cualquier precio, otorgando impunidad y presencia política excesiva a las FARC, y buscar el respaldo a sus ambiciones mediante una elección concebida más bien como un pacto de adhesión, en la que la propia formulación de la pregunta era un ejemplo cínico de manipulación, pues al elector se lo ponía prácticamente frente al dilema paz o guerra.

El pueblo colombiano, que no tuvo tiempo, o no le explicaron detalladamente un acuerdo de casi 300 páginas negociado en La Habana, que no es precisamente la capital de un país democrático, entendió de una manera tal vez muy intuitiva que en ese texto había gato encerrado y decidió no dar el Sí.

Lo bueno es que no fue una votación a favor de la guerra, sino de la paz, pero en condiciones más equitativas, en las que el país entero sepa de qué va el acuerdo.

Esto que sucedió en Colombia debe poner en remojo las barbas de otros gobiernos que cuales usan y abusan de la manipulación como mecanismo para permanecer en el poder.

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