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La modernidad en la experiencia humana

El filósofo norteamericano Marshall Berman, en su libro “Todo lo sólido de desvanece en el aire”, examina el mapa de las aventuras y los horrores, de las ambigüedades y las ironías de la vida moderna. La arquitectura del libro se  va describiendo a través de una serie de lecturas de clásicos: “El Fausto”, de Goethe; “El Manifiesto Comunista”, de Marx y Engels; “Memorias del Subsuelo”, de Dostoievski, entre otros. Es una reflexión continua acerca del influjo del pensamiento literario en la concepción contemporánea de la sociedad.

Para Berman las voces que han vaticinado el surgimiento de la Era de la post-modernidad, no es más que un rebuscar de interpretaciones acerca de la modernidad. El tiempo post-moderno no existe, dado que apenas se inicia la modernidad. Es un asunto parecido a la muerte. La muerte interactúa con la vida, al llegar a su estado final o culminante, sólo es                                                                                                                            muerte. El ser humano va muriendo lentamente. La modernidad está en su esplendor, el proceso hacia un estado posterior aún está en ejecución y de llegar, no precisamente seria un tiempo post, sino un “nuevo tiempo moderno”. El andamiaje metodológico puede o no ser referencia para pensadores contemporáneos denominados post-modernos, pero ello no implica que estén fuera de la modernidad: “Ser moderno es vivir una vida de paradojas y contradicciones”.

Para Berman hay una forma de experiencia vital, la cual comparten hoy las personas de un mundo urbano y global. La experiencia de esas personas con las paradojas y contradicciones de las relaciones en sociedad, les hace concebir la existencia como el producto de experiencias modernas que en el espacio y el tiempo se comportan como objetos sólidos que en la medida del ejecutar de la vida va tornando transparente, se va desvaneciendo. Berman asume lo moderno como un entorno de dificultades que en la medida que se superan van moldeando nuevas dificultades. La mayoría de las personas, nos dice Berman, desean explorar y trazar el mapa de las contradicciones, haciendo comprender las formas en que pueden nutrir y enriquecer la modernidad. “La vorágine de la vida moderna ha sido alimentada por muchas fuentes: los grandes descubrimiento en las ciencias físicas, que han cambiado nuestras imágenes del universo y nuestro lugar en él; la industrialización de la producción, que transforma el conocimiento en tecnología, crea nuevos entornos humanos y destruye los antiguos, acelera el ritmo general de la vida, genera nuevas formas de poder colectivo y de lucha de clases…”

Berman divide la historia de la Modernidad en tres fases: La primera que se extiende  más o menos desde comienzos del siglo XVI hasta finales del XVIII, donde las personas comienzan a experimentar la vida moderna; la segunda, que comienza con la gran revolución de la década de 1790, inspirada por las ideas que dieron cuerpo a  la Revolución Francesa de 1789, abriendo las posibilidades de compartir la cotidianidad con las dimensiones de cambio y transformación de la vida social y política. La tercera y última fase, se da en el siglo XX, tiempo en el cual el proceso de modernización se expande para abarcar gran parte de las sociedades y culturas del mundo.

El público moderno, desde el siglo XIX, comparte la vida material con la espiritual, manteniendo lo místico  en un mundo que se estaba haciendo  a razón de la mecánica y la racionalidad. Esto dio cuerpo a una dicotomía interna , la cual dio forma y consistencia a la idea de modernidad en cauce hacia un fenómeno más complejo que se conoció como modernización. Lo material se identificó con valores espirituales y se le dio un giro total a la idea de progreso, aunque, afirma Berman, el resultado ha dado con una pérdida del contacto de las sociedades con su propia modernidad, al extraviarse el sentido de identidad que dichas sociedades definieron como moderno.

Jean- Jacques Rousseau es el primero en utilizar el término modernidad, en el sentido en que sería usado en los siglo XIX y XX., otros pensadores que ciertamente ahondaron el tema Moderno, sólo expresaban ideas de cambio, no así una sensibilidad, una espiritualidad o una dignidad que ubicara los contornos de la Modernidad en el desarrollo de una perspectiva crítica que clasifique la cotidianidad del mundo en un punto de equilibrio en que los seres humanos interpreten su lugar en el universo y los alcances espirituales que la modernidad ofrece.

La obra de Berman sostiene que los modernismos del pasado pueden devolvernos el sentido de nuestras propias raíces modernas, raíces que se remontan a doscientos años atrás. Pueden ayudarnos a asociar nuestras vidas  de millones de personas que están viviendo el trauma de la modernización a miles de kilómetros de distancia, en sociedades radicalmente distintas a la nuestra, y con los millones de personas que lo vivieron  hace un siglo o más. Apropiarse de las modernidades de ayer, nos dice Berman, puede ser a la vez una crítica de las modernidades de hoy y un acto de fe en las modernidades de mañana y pasado mañana.

El texto de Berman se resume en un pequeño párrafo del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels, que sirvió de base para el título, que dice lo siguiente: “…todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas…”

En un sentido más general y trascendente, Berman habla en su obra de una forma de experiencia vital, experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y de los peligros de la vida, que comparten los hombres y las mujeres; ese conjunto de experiencias es lo que considera Berman como Modernidad.

En próximas entregas analizaremos a profundidad la obra de Berman, buscando acercarlos a ustedes a las nuevas tendencias del pensamiento filosófico occidental.

La modernidad, nos dice Marshall Berman (Todo lo sólido se desvanece en el aire. La Experiencia de la Modernidad. México, undécima edición, Siglo XXI, 1999), está constituida por sus máquinas, de las cuales los hombres y las mujeres modernos son meramente reproducciones mecánicas. A comienzos del siglo XX, un visionario con talento, Charles Chaplin, decía: “…hombres es lo que sois, no máquinas”, refiriéndose  a la poca importancia que los seres humanos, en tiempos modernos, da a su condición espiritual y de sentimiento.

Ahora bien, algunos pensadores contemporáneos se han dado a la tarea de hablar e indagar acerca de un tiempo post-moderno. Hombres de la talla de Rigoberto Lanz, nos dice que la modernidad puede definirse como “una mirada”, un acercamiento “osado” entre el hombre y su naturaleza. Pero son, en gran medida, búsquedas individuales de respuestas a qué nos está pasando en una era de tecnología e industrialización. ¿Cómo interpretar el efecto de la era digital en una civilización que después de pasar por la máquina de vapor retó el espacio hasta llevar el hombre a la Luna? ¿Se quiere realmente  dar un nombre determinado a los nuevos tiempos, o la intención es diferenciarnos del siglo XX, por la vía de un renombrar de los paradigmas?

En nuestras disertaciones acerca del tema (disertaciones realizadas no en claustros académicos, sino con los ciudadanos comunes, habitantes verdaderos de esta aldea global), consideramos que el punto de vista de Berman es el que más coincide con un acercamiento objetivo a las pulsaciones nuevas del pensamiento. Ya en trabajos de Thomas Negel, se deja ver la intención del pensamiento norteamericano por romper las barreras especulativas de la escuela francesa y centrarse en un empirismo más humano e interpretativo de la realidad de nuestras sociedades modernas. El asunto no es definir la post-modernidad, sino la modernidad. En la medida que  se detectan los elementos de lo moderno, adquirimos criterios para comprender qué sucede con el día a día y cómo nos inserta en la búsqueda de una identidad como seres humanos.

Sin embargo, persiste la idea, nos dice Berman, de que el modernismo no significa más que problemas: tiende a proponer como modelo de sociedad moderna una sociedad que en sí misma está exenta de problemas. Omite todas “las perturbaciones ininterrumpidas de todas las relaciones sociales, la inquietud y la agitación perpetuas” que durante doscientos años han sido elementos fundamentales de la vida moderna.

La post-modernidad, en consideración de Berman, y cuyo criterio compartimos ampliamente, ha adoptado una conducta mística, que se esfuerza por cultivar la ignorancia de la historia  y la cultura moderna, expresándose en distintas formas: como sentimiento, juego, sexualidad, entre otros; la modernidad ha sido dividida en una serie de componentes separados (industrialización, construcción del Estado, urbanización, desarrollo de los mercados, formación de una elite) y se han opuesto a cualquier intento de integrarlos en un todo. Ello los ha librado de generalizaciones extravagantes  y totalidades vagas, pero también  de un pensamiento que pudiera comprometer sus propias vidas y obras y su lugar en la historia.

La post-modernidad es una idea abstracta que no tiene relación directa y palpable con una corriente determinada de pensamiento. Renunciar a la idea dogmática y doctrinal, no es una muestra de pensamiento nuevo, sino de una perspectiva de cómo entender y comprender ese pensamiento; en una palabra, es un cambio de metodología, no así de concepciones a fondo acerca del hombre y la naturaleza.

Es inútil, nos dice Berman,  tratar de resistir a las opresiones e injusticias de la vida moderna, puesto que hasta nuestros sueños de libertad no hacen sino añadir más eslabones a nuestras cadenas; no obstante, una vez que comprendemos la total inutilidad de todo, podemos por lo menos relajarnos. La modernidad está acá en su fase embrionaria como ideología dominante. El capitalismo necesita de ella tal cual se ha venido presentando: como identificación de una humanidad en constante cambio y transformación. Lo post-moderno es una idea que revolotea en nuestras mentes, pero que no anida, no calienta, no deja de ser idea; la sociedad nos invita a entendernos a pesar de las diferencias, dado que la única virtud  sobresaliente es la paciencia; lo post-moderno no existe: existe la experiencia moderna.

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