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La Muerte – Cuando Perdemos a Nuestros Padres (1)

Conversábamos sobre la muerte… Mi amiga me comentaba lo difícil que le era concientizar que había perdido a sus padres en estos últimos años.   Primero había perdido a su madre y recientemente a su padre. Ahora estaba huérfana y así se sentía, a pesar de tener a su alrededor muchas otras bendiciones.

Hablábamos de lo triste de las despedidas. Me comentó que al perder a sus padres había perdido su referencia. Ya no tenía a quién acudir cuando quería preguntar algo, incluso sobre su propia vida. Nuestros padres sabían cómo habíamos llegado a este mundo.  Como regla general, habían participado en nuestros logros. Nos habían alimentado, nos habían cuidado, habían visto nuestros primeros pasos, nos habían acompañado en el camino. Aún siendo adultos, la mayoría de nosotros aún nos dirigíamos a ellos cuando necesitábamos recordar algo importante sobre nuestras experiencias o cuando deseábamos entender eventos que nos habían ocurrido. En efecto, eran nuestras referencias y, al perderlos físicamente, nos sentíamos desamparados. Yo, que perdí a mi padre en el 2007, le comentaba que siempre lo tengo presente y que siento que me acompaña cuando me encuentro en una situación de necesidad. En esos momentos, aparece algo relacionado con Hungría (país donde él nació) alrededor mío cuando, por lógica, no tiene sentido que esté allí, o alguien dice algo que solo decía él…

Mi amiga me comentó que al perder a nuestros padres, por primera vez, realmente, dejábamos de ser niños.  Pensé que tenía mucha  razón en su comentario. Siempre seremos niños a los ojos de nuestros padres.   Por mi parte, le dije  que aún hoy, cuando veo a mi mami diariamente, tan solo con su mirada me siento amada.  Ese amor incondicional de madre brilla en esos ojitos que adoro y alimenta mi alma.  Sé que ella es feliz al verme.  Y yo también soy feliz.  Cuando me dice “Mi niña consentida”, simplemente me derrito por dentro…Sé que así me ve y así me siento…

Pienso en quienes no pudieron disfrutar de sus padres por cualquier razón.  Espero que todos hayan encontrado alguna otra figura  en sus vidas que les haya brindado ese maravilloso amor incondicional.

Lo importante es que amamos y fuimos amados.  Ese amor, aunque ya nuestros seres queridos no estén, lo tenemos en nuestros corazones y nos nutre si lo recordamos y lo alimentamos con nuestros pensamientos.  A quienes aún tenemos la dicha de contar con nuestros padres o con alguno de ellos, o con seres que hayan representado ese amor incondicional, aprovechémoslos, disfrutémoslos, compartamos con ellos, escuchémoslos.  Sus años les han brindado sabiduría y aún tienen mucho que darnos y mucho que recibir.  Rodeémoslos de amor, de cariño y de respeto.

Prendamos una vela y pasemos la luz!

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