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La paz del Castro chavismo santista

El 23 de septiembre del 2015 pasará a la historia de nuestro país como el día en que se cometió el más grave acto de traición a la tradición democrática de Colombia, calculado y ejecutado por Juan Manuel Santos en su condición de Presidente de la Republica y comparable solo a la felonía realizada por el presidente José Manuel Marroquín con la “venta” de Panamá.

El episodio empezó cuando después de su posesión el 7 de agosto del 2010 Santos se reunió con Chávez y lo declaró “su nuevo mejor amigo”. Allí lo que se pactó fue iniciar el más tenebroso y truculento maridaje bajo la égida de los hermanos Castro, dictadores seculares en la Isla de Cuba y responsables en el siglo pasado del mercenarismo pro soviético, cuando enviaron hombres del pueblo cubano para servir a los intereses de los nuevos zares rusos en su política expansionista en el África y donde a nombre del “socialismo” asesinaron a miles de hombres, mujeres, ancianos y niños en Angola. Los Castro sólo son bendecidos por los partidos y grupos políticos adscritos a la corriente pro-mamerta de América Latina y el mundo, que en Colombia están representados por el Polo Democrático Alternativo y los supuestos “progresistas”.

Pónganle el nombre que quieran a quienes así hablamos y concluimos: traidores, derechistas, fascistas o cualquiera de los epítetos a que están acostumbrados los “izquierdistas” colombianos. Como afirmaba Francisco Mosquera “ese archipiélago de grupos y subgrupos clasificados bajo el membrete de “izquierda”, un distintivo que en Colombia sirve para todo aunque no exprese nada”, hoy al servicio de los más oscuros intereses contra la nación por sus ambiciones electorales que los llevaron a beber del manantial terrorista, aunque muchos de ellos no hayan respaldado el uso de las armas.

Fidel Castro, Raúl, Maduro, Santos y sus secuaces han entrampado a Colombia. Para lograr su propósito han levantado la bandera del combate contra el fascismo, tal como lo hizo el Partido Comunista contra Gaitán en la década del 40 del siglo pasado y hoy adecúan esa misma táctica contra el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, el único líder de masas en la nación capaz de detener, por el respaldo mayoritario entre los más de 45 millones de compatriotas que habitamos nuestro país, que Colombia se transforme en la nueva Venezuela. Uribe no sólo tiene el apoyo, sino que ha logrado desentrañar el peligro que se avecina y las frases “almibaradas” de quienes dirigen el complot.

El comunicado leído en La Habana, bajo la parafernalia orquestada por Raúl Castro y con la presencia de Juan Manuel Santos y Timoshenko, está basado en la total impunidad para las Farc. El narcotráfico, el secuestro, el reclutamiento forzado de niños y todos los crímenes de lesa humanidad, si se confiesan, tendrán “castigo” de 5 a 8 años que será determinado por una Jurisdicción Especial para la Paz integrada por magistrados nacionales y extranjeros y consistirá en “un componente de restricción de libertades y derechos”. Los delitos políticos o conexos gozaran de amnistía o indulto. Es decir, que no habrá un día de cárcel y por tanto el Estado Mayor terrorista de las Farc podrá participar en política y aspirar a cargos en los cuerpos legislativos y a la presidencia de la república. ¡Enhorabuena!

Los hechos son tozudos e irrefutables. Chávez la emprendió contra Uribe y Maduro militarizó la frontera, desató una violenta represión contra los colombianos acusándolos de para- militares, les marcó su casa a humildes pobladores y ordenó derrumbarlas, se apropió de sus pocos bienes materiales, asesinó indígenas, violó el espacio aéreo, vulneró nuestra soberanía y dignidad. Previamente callaron los países de Unasur ante el fallo amañado de La Haya que pretende despojar a nuestra nación de 75.000 kilómetros cuadrados de mar territorial, fallo que fue recibido con alborozo por el estado mayor del narco-terrorismo y el Sr. Ortega, presidente de Nicaragua, recibió la felicitación de las Farc. En el penúltimo acto de esta comedia Santos viajó a Ecuador, bajó la cabeza y se plegó a la infamia cometida por el déspota Maduro contra nuestra patria y nuestros hermanos colombianos. En el entreacto los filibusteros de la “izquierda” que tanto alardean de defender la soberanía frente a Estados Unidos se colocan a la orilla del Presidente Santos y sienten el terror que les produce perder a Bogotá, para continuar saqueándola y fungiendo de representantes de la pobrería, otorgándoles irrisorios auxilios, sin permitir el desarrollo de la producción y la infraestructura. Los uribistas, los integrantes del Centro Democrático y la mayoría de la población bogotana debemos prepararnos para votar por Francisco Santos a la Alcaldía de Bogotá, porque él representa el rechazo al pacto de impunidad y entre otras cosas por eso se diferencia de los otros candidatos.

Como afirma el ex presidente y senador Uribe estamos ante un Golpe de Estado contra la democracia. El Congreso será sustituido por el Congresito, las leyes se amañan para complacer a las Farc, las cortes se suplantan con las anunciadas Salas de Justicia y con el Tribunal para la Paz. El cerco se cierra sobre Colombia a nombre de una concepción que es la causante de este enredo: que el país vive una guerra y por tanto hay que acabar con el “conflicto armado”. Lo cierto es que nuestra nación es víctima del ataque de grupos terroristas que se fundaron en el periodo de la guerra fría, entrenados y financiados desde el exterior y en consecuencia el desangre y las tropelías contra nuestros campesinos son ejecutadas por grupos de malhechores al servicio del socialismo del siglo XXI y del narcotráfico internacional.

Lo demás son paparruchadas de Santos y su círculo palaciego que ha echado por la borda la tradición democrática de Colombia. La paz con los terroristas no puede ser obtenida sobre la base de allanarles el camino a la dirección del Estado. A Uribe le corresponde la difícil tarea de profundizar su liderazgo y recurrir a organizar no sólo a sus adeptos más fervientes sino a la mayoría de la población colombiana para salvar la nación.

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