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La perversión del jurado en la Academia

Desde que tuve uso de razón como estudiante siempre vi con recelo el papel de la autoridad académica. En ese camino hubo excelentes exponentes de ideas y pensamientos, pero también hubo tránsfugas, mentirosos, indeseables; personajes que no enseñaron el sustento del saber, sino las escaramuzas que hagan posible hacer ver ese saber más como un elemento informativo que como la base para la comprensión a profundidad de la realidad y sus variantes en la cotidianidad de la vida.

Me hizo plantearme con seriedad nuevamente esas angustias, al releer la autobiografía intelectual (titulada “Unended Quesd”, Búsqueda sin término) del filósofo alemán  Karl R. Popper (1902-1994), para quien sus referentes académicos no solamente le permitieron consolidar su pensamiento científico, sino moldear una personalidad tolerante, humilde y con un sentido de respeto hacia la diversidad de puntos de vista con que se aprecian los hechos y los fenómenos por parte de quienes estudian o investigan la realidad.

Esto nos lleva a la figura del Jurado calificador, ya sea desde el rol del docente o desde el rol valorativo de un Trabajo de Grado o una Tesis Doctoral; el jurado se define como la persona con un dominio de conocimiento reconocido y aplicado que se convoca para dictar una cátedra o para valorar una indagación de carácter científico que realiza un aspirante a un grado académico mayor al que ostenta. Ya por el hecho de que el estudiante parte de un conocimiento base, ser profesional de carrera, da una idea clara que se está frente a una persona que tiene un criterio acerca de las cosas, que se conoce algunos elementos que interactúan ese mundo y que persiguen dilucidarlos pero no desde el punto de vista del Jurado, sino de ellos mismos.

En la academia el tema del Jurado no se discute porque las mismas normas internas cierran filas alrededor de sus competencias. Les dan un lugar de “príncipes del saber”, de sabelotodo andante que pueden tomar una decisión de “aprobación” o “reprobación”, desde la ligereza de su pensamiento. El Jurado, sobre todo de trabajos científicos, incluyendo  revisores de revistas arbitradas, se le ha dado una burbuja de potestad inmensa; no solamente puede decidir la pertinencia o no de un estudio, sino no ser interpelado por su decisión, menos ser sometida a revisión por otros potenciales Jurados. Se abusa del término “inapelable” y, peor aún, se convence al evaluado o investigador de que está bien asumir esas reglas de juego, que eso habla bien del nivel de saberes que reposa en el candidato evaluado. Estos argumentos son pura “paja”, puro “colchón de aire”, en términos de mi maestro el Dr. Alfonso Gándara Feijoo.

A grandes rasgos, un Jurado, o evaluador de trabajos de grado,reporta por escrito su concepto sobre el trabajo leído, incluyendo además los comentarios y recomendaciones que considere pertinentes; participa en la sustentación pública del trabajo, por parte del estudiante, siendo testigo del cumplimiento a cabalidad establecidos en la resolución para la revisión de los documentos de las Universidades o instituciones públicas o privadas donde se está sometiendo a valoración un trabajo científico. El jurado calificador es autónomo en sus decisiones con respecto a la evaluación y calificación del documento científico por él evaluado,comprometiéndose a adquirir la responsabilidad de contar con la disponibilidad de tiempo necesario para ejercer la labor, de tal forma pueda darle cumplimiento a los tiempos establecidos por la resolución que le adjudicó de autoridad para ser Jurado.

Ahora bien, por sobre las normas internas de las instituciones de educación universitaria está la lógica valorativa de los trabajos científicos que se inscriben en el manejo de los paradigmas y los enfoques ontológicos, axiológicos y epistemológicos, que delimitan el cuerpo de un trabajo de investigación. En ese plano de comprensión del discurso científico se ha de tomar en consideración el alcance, originalidad del aportey cuya dedicación ha exigido en promedio un semestre académico, por tanto los resultados deben evaluarse teniendo en cuenta esa dedicación; el trabajo de grado busca un primer contacto con la solución de un problema; a parte de lo anterior, la formación del estudiante se da en el dominio de las técnicas más importantes en su campo del saber; de esto se deriva que los trabajos de grado pretenden dar soluciones a problemas prácticas.

Es importante aclarar que en el desarrollo de las investigaciones científicas tiende a solicitar al estudiante el desarrollo de otras actividades dependiendo de las necesidades de la organización o institución, estas deberán ser aclaradas por el estudiante en el momento de presentar el informe final.

Otro aspecto que debe considerar el Jurado es la interpretación y discusión de los resultados, validez de las conclusiones; en el planteamiento del problema y los objetivos deben estar claramente definidos al igual que el alcance de los resultados; las diferencias entre resultados teóricos y experimentales (en caso de existir) deben ser explicadas. Se debe precisar el aporte del trabajo en la solución del problema planteado precisando el aporte en la institución universitaria donde fue desarrollado.

En un plano concreto, el Jurado ha de partir de la premisa comprobada de que el aspirante o investigador tiene un dominio del tema estudiado. Debe haber una revisión crítica de la literatura sobre el tema, especificando en qué se diferencia el aporte con respecto al trabajo de los demás; el dominio del tema se evidencia en las citas de los resultados reconocidos, sobre los cuales se apoya el trabajo.

Y, como identificación fundamental para entender el cuerpo y arte del documento científico, es necesario valorar la calidad del informe final, haciendo énfasis en que el discurso sea claro y preciso, que se muestre conocimientos acabados del tema, lo que se valida desde un ejercicio de síntesis, por lo tanto el manuscrito debe ser ágil manteniendo siempre un hilo conductor para ellector.

¿Cuál debería ser el aporte del Jurado desde la lógica metodológica? Debe ser de orientador en cuanto al estilo científico mostrado, no un “objetador automático”, menos aún un oráculo de lo que es “bueno o malo investigar”. Unas connotadas doctoras de una Universidad privada le cuestionaron a mi tutoreada, a nivel doctoral, la cual aborda el tema de la “institucionalidad educativa en Venezuela”, que eso no existía, que en Venezuela no había institucionalidad en educación. Entonces: ¿qué significado tiene la Ley Orgánica de Educación del 2009? ¿No es acaso un documento que le da rango institucional  a las organizaciones educativas? Por supuesto, las veteranas doctoras solamente se encargaron de expresar que esa era su postura y listo, sino cumple con cambiar de objeto de investigación la candidata, entonces queda reprobada en su esfuerzo investigativo.

Abusos como el anterior es común en todas las Universidades del Sistema Educativo Venezolano, se ha vuelto viral ser un Jurado castrador, indolente y sobre todo ególatra, que en vez de someter a valoración un documento científico, aspiran que el investigador haga un estudio en razón de los criterios propio de un Jurado que, según la ocasión, es ignorante en la temática sometida a valoración.

Tal cual expresara en su época mi también maestro Ángel J. Cappelletti: “…un jurado es una piedra en el zapato para la creatividad de un verdadero investigador…”; o como recalcaba el Dr. José Padrón: “…quien evalúa tiende a sentirse intimidado cuando se enfrenta a una idea innovadora y auténtica, a ello se debe la razón de por qué algunos estudiantes no están motivados para cerrar sus ciclos académicos”.

Soy de los que opina que un trabajo científico no debe hacerse a la medida de un Jurado, los Jurados no deben marcar pautas, solamente servir de consulta especializada; cuando un Jurado piensa que tiene el derecho de tomar una decisión y que la misma, sea “tomada de los cabellos o no”, no tendrá mayor consecuencias para él y abusar de la autoridad investida para incidir en el futuro de una investigación científica, entonces se está ante un proceso valorativo contaminado, errático y violatorio de la condición humana de quien funge como investigador. Lo que deben hacer las Universidades y las Instituciones de Educación Superior, es ubicar al Jurado en un rango de opinión especializada y no en el marco de una toma de decisiones final que se resguarda en lo inapelable y termina por mediocridizar la academia y aislar buenos potenciales investigadores de los escenarios naturales de estudio que por su talento y vocación merecen.

El sentido común nos indica que un Jurado es un territorio de sensibilidades y subjetividades en efervescencia continua, donde se impone las frustraciones y los instintos más bajo de la condición humana; un Jurado en la academia no es un sujeto de fiar, no es una personalidad pura que venga a coadyuvar en el documento científico que le toca valorar, sino que se comporta con la pedantería y patanería del ignorante, de quien se siente designado por Dios para trasgredir las reglas elementales de la convivencia humana, sobre todo, trasgrediendo los valores respeto y tolerancia. Puede que no sean todos los Jurados, pero es que son demasiados con ese comportamiento miserable y ruin, que cultiva en la academia el Síndrome Todo Menos Tesis, haciendo de la realidad investigativa un escenario oscuro, complicado y cerrado, para quienes no cuentan con la buena suerte de un Jurado que se entienda como parte de la solución y no del problema.

Esta realidad no la cambiaré yo con un escrito pero sí haré el trabajo para crear inquietud y algún sobresalto en esa realidad que se vive a nivel Universitario; se hace urgente que se redefina las competencias del Jurado, que se minimice su influencia negativa y que sus actitudes desequilibradas y dignas de ignorancia tengan la posibilidad de ser confrontadas y que tengan un peso de sanción si se demuestra el nivel de descaro e improvisación de una decisión académica.

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