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La política exterior de los viejos enemigos

Al finalizar la guerra fría mucho se apostaba a que la democracia y el liberalismo sería nuestra definición absoluta, que el ocaso de la Unión Soviética era una respuesta en rechazo al comunismo, que Occidente sería la ruta a seguir y debía darse un gran adiós a un sistema internacional bipolar y una bienvenida a la supremacía de los Estados Unidos.

Sin embargo, el mundo no se comportó bajo esa premisa y los problemas del pasado vuelven con fuerza, enseñando que en la política internacional el imperialismo, el nacionalismo y la rivalidad son conceptos que no se pueden tratar con desdén.

Es así como hoy, observamos a Vladímir Putin, el jefe de Estado soviético, quien nos ha demostrado que la realpolitik está cobrando más fuerza que nunca.

Putin ha desarrollado una política exterior de astucia, ha sabido cuando realizar “golpes maestros” y dejar a Occidente ante una gran disyuntiva en su proceder.

Cuando Obama trazó una línea roja para un ataque militar en Siria por el uso de armas químicas, solo se pensó que el congreso podía detener tal acción, pero se presentó un giro inesperado al anunciar Rusia, como una especie de salvador ante la violencia, que había concebido un plan en el cual el mandatario Sirio, entregaría su arsenal mediante la verificación internacional, demostrando la poca capacidad de disuasión de los Estados Unidos cuando a Medio Oriente se refiere. Posteriormente se intentó tildar como una iniciativa conjunta.

Seguidamente, demostró a Occidente, a la OTAN y a Ucrania, que si es posible que un perro que ladre muerda. Con la anexión de Crimea, Putin nos indicó que la soberanía es un concepto permeable, que se ajusta a las necesidades e intereses vitales del más grande y que la neutralidad no cabe en las zonas de influencia.

También que la violencia no es el único medio por el cual el territorio de un país puede ser anexado, sino mediante la intervención por la influencia y la manipulación cultural en los ciudadanos y su élite burocrática, ya que el nacionalismo es un arma de doble filo, que en este caso rindió frutos al mandatario soviético.

Asimismo, ha sabido jugar a la dependencia energética de sus vecinos como forma de escudo de protección, cuando se debe sopesar qué tan serias deberían ser unas sanciones económicas en contra de éste. La Unión Europea busca salir de una aguda crisis económica, sobrellevar las diferencias entre sus líderes, acallar las peticiones de independencia, luchar contra el extremismo, la emigración, y trata de crear el espíritu europeísta en cada uno de sus países, razones suficientes para crear el escenario propicio para Putin, pues aunque no debería ser excusa, sus factores internos empañan el buen juicio de la Unión.

Y aunque su actitud desafiante no ha escapado de represalias, Putin demuestra que siempre puede haber un as bajo la manga, como ejemplo, cuando firmó a mediados de este año, el acuerdo de cooperación energética de suministro de gas ruso a China, por más de treinta años y por cientos de millones de dólares.

Occidente ha fallado en no ver el mundo a través de los lentes de Putin, pues el sesgo cognitivo en palabras de Robert Jervis, debe superarse para una comprensión exhaustiva de los hechos. Lo que lleva a la miopía en cómo llegar acuerdos con el impetuoso mandatario, pues sus necesidades no son comprendidas, lo que finalmente explica porque éste pareciera jugar con el mapa de Europa.

Putin no vive en el mundo de la guerra fría, juega con las condiciones del hoy, donde quizás éste no pueda llegar a ser el más importante (también enfrente problemas domésticos), y pudiera cometer errores al sobrestimar su propia influencia, ya que una cosa es la identidad que quieres proyectar, otra como te perciben y una muy distinta es de verdad quien eres, pero si puede entorpecer las armoniosas relaciones internacionales del resto, al obligar a lidiar con él en los problemas más acuciantes del mundo moderno.

Ante las estrategias que se buscan implementar para dar coto a la conducta de Putin, los líderes de Occidente deben recordar la perspicacia del Sir Winston Churchill al enfrentar a sus enemigos, tratando de evitar conducir una política en la que luego se tuviera que explicar por qué fue que no ocurrió lo que se predijo en cómo combatirlos. Es momento de la realpolitik en Occidente y los ciudadanos del mundo estaremos a la expectativa.

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