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La prioridad geopolítica saudí vs. el precio del petróleo

El reino saudí, con una producción en torno a los 9,6 millones de barriles de petróleo al año, actúa desde hace varios años como una especie de banco central mundial del crudo al ser el único país capaz de abrir y cerrar el grifo a voluntad. Lo que ha cambiado son sus prioridades, hoy más geopolíticas que económicas.

Si bien es cierto que la salud fiscal de Arabia Saudí sigue debilitándose, como bien lo indican los informes del Fondo Monetario Internacional (FMI), el país está sobrado después de más de una década de bonanza petrolera, a pesar de la crisis, y puede aguantar precios aún más bajos durante un tiempo sin amenazar su economía.

Las maniobras de Riad, tanto en el mercado del oro negro como en el ámbito diplomático, exteriorizan que su prioridad, por encima de la economía, es proteger sus intereses estratégicos en Oriente Medio, desde la lucha contra el Estado Islámico hasta aupar a Egipto y debilitar a Irán.

En definitiva, los saudís tienen margen para soportar precios bajos del petróleo mientras exista un beneficio geopolítico. Su estrategia no es descabellada, aunque confunda a los mercados en lo que pareciera ser un despropósito. Arabia Saudí está aprendiendo a usar su músculo petrolero no solo para influir en la economía mundial, sino directamente en sus prioridades estratégicas. Y forzar una bajada del precio del crudo cumple varios objetivos.

La prioridad geopolítica

Este no ha sido un buen año para Arabia Saudí. En Siria los extremistas islámicos se apoderaron de la rebelión contra el régimen proiraní y alauí de Bashar al Assad y la propagaron a Irak y sus fronteras árabes para formar el Estado Islámico, indiscutiblemente la mayor preocupación saudí –y de todos– a corto plazo.

Su máximo rival por la hegemonía regional, Irán, ha mejorado su posición aunque esté igualmente abrumado por el EI. Logró evitar la caída de Assad, imponer un gobierno chií en Irak, ganar la lealtad de los kurdos y avanzar en las negociaciones con Occidente. También ha estrechado lazos con China y Rusia en el proceso, y ha comenzado a recuperar su renta petrolera a medida que el aislamiento diplomático se suaviza.

Riad también ha tenido reveses en su propio vecindario. Está peleado con su socio árabe y vecino Catar, con el que congeló relaciones por múltiples disputas. En Yemen los rebeldes houtis alineados con Teherán también han logrado entrar en el Gobierno tras varias victorias militares, mientras que la amenaza de Al Qaeda aumenta en su frontera. En Líbano su enemigo Hezbolá, del eje iraní, se ha consolidado, así como Hamás, que salió airoso de la última invasión israelí.

Quizá su única victoria ha sido en Egipto, en todo caso, una de las más importantes. Un régimen aliado en El Cairo es indispensable para Riad, sobre todo si la alternativa es su segunda mayor dolor de cabeza, los Hermanos Musulmanes. Imponerse en Egipto ha sido económicamente costoso, además que exigió enfrentarse a EE UU, lo que sumado a Siria y las negociaciones con Irán enfrió la sintonía entre los aliados militares.

La manera más rentable y efectiva de proteger sus intereses en cada uno de los desafíos estratégicos es inundar el mercado y forzar la bajada de los precios del petróleo.

Para empezar, una campaña militar sostenida contra el EI como lidera Estados Unidos implica una avalancha de riesgos que son económicamente más asumibles con precios del crudo bajos. De hecho, el mayor miedo de los mercados no es la amenaza del terrorismo indiscriminado en Occidente, sino que la organización yihadista ataque la infraestructura petrolera en Medio Oriente, desde hace años un blanco declarado para poder desestabilizar a los regímenes árabes.

Y la única manera de contrarrestar esa presión geopolítica sobre los precios del oro negro fue inundar el mercado y permitir que las reservas internacionales aumentaran, sobre todo antes del invierno. Mientras los analistas de mercado auguraban un precio de hasta 150 dólares el barril por la amenaza del Estado Islámico, los precios han descendido y se mantendrá así mientras Arabia Saudí lo quiera.

No es casualidad que las reservas de crudo globales se dispararon justo desde que el EI conquistó la ciudad iraquí de Mosul. Es cierto que la producción en Libia, EE UU, Angola, Nigeria y otros ha aumentado, pero el suministro mundial supera la demanda entorno a un millón de barriles por día, ya que Arabia Saudí casi no ha disminuido sus exportaciones, además ofrecidas con un descuento.

El pasado agosto el Reino dijo producir 400.000 barriles por día menos, pero esa reducción se anticipaba por el final del verano y un menor consumo eléctrico. Es probable que de hecho no redujo sus exportaciones.

La bajada de precios también debilita las economías de todos los productores, aunque los árabes tienen mucho más margen que los demás. Puede interpretarse como un beneficio colateral, pero que en todo caso le viene muy bien a Europa y EE UU, sobre todo cuando tiene otro frente abierto con Rusia. Está claro que no hay solución militar en torno a la crisis de Ucrania, por lo que los saudíes indirectamente están ayudando a Occidente a doblegar al Kremlin estrangulando la economía rusa.

La bajada de precio también disminuye los recursos del EI, ya que –según la inteligencia estadounidense– la organización ingresa al menos un millón de dólares al día para financiarse, la mayor parte proveniente de la venta de petróleo y productos refinados que ha capturado. Dicho eso, un descenso de los precios del crudo no afectará mucho la capacidad de recaudo del EI, que de todos modos se mueve en mercados negros en varios países. Más efectivo fue atacar varias refinadoras móviles que los yihadistas tenían bajo su control.

Y así como perjudica a varios de productores, ayuda desproporcionadamente a otros aliados. La bajada de precios es un alivio para países más expuestos a la factura petrolera, específicamente a Egipto, el cual ya ha recibido ayuda saudí en forma de productos petroleros valorada en más de 5.000 millones de dólares desde julio de 2013. Reducir este coste alivia algo la crisis interna de Egipto, mucho más que regalar oro negro, sin duda, porque se traduce en más inversión pública y más empleo.

Una ventana con caducidad

Todo en su contexto, claro. La bajada de precios no va a derrotar al EI, ni doblegar a Rusia o Irán ni salvar a Egipto. Esto es una ventana que Arabia Saudí solo podrá mantener abierta durante un tiempo limitado. Las reservas saudíes pueden perfectamente financiar la guerra en Siria, aupar a Egipto y cumplir otros objetivos muy concretos, pero no pueden mantener el enorme gasto público a largo plazo, sobre todo con sus múltiples y costosos caprichos geopolíticos.

Arabia Saudí sabe que su rivalidad con Irán y sus intereses a largo plazo pasan por proteger su músculo económico, lo cual implica que Riad no dejará caer los precios ni mucho ni durante mucho tiempo.

El reino saudí aumentó el gasto público, que casi en su totalidad proviene del petróleo, más de 50% entre 2010 y 2013 para fortalecer aún más su estado de bienestar hiperpaternalista, para desarrollar proyectos de infraestructura y con el fin de ayudar a países como Egipto, Siria, Líbano y otros. De aquí a 2018 el gasto aumentará aún más a medida que se incremente el dinero destinado a infraestructuras y subsidios de vivienda.

De hecho, según el FMI, el gasto es tal que Arabia Saudí puede generar déficit público en 2015. Sin correcciones, éste podría aumentar hasta representar un 7,4% del PIB en 2019. Estos datos no han tomado en cuenta el reciente desplome de los precios del petróleo, aumentando la presión fiscal mientras continúen así. El FMI calcula que el país necesita un precio del barril de Brent de casi 91 dólares, y algunos analistas estiman que en los próximos meses puede bajar hasta 75 dólares, dependiendo de lo que los saudíes hagan.

El FMI es alarmista. El país casi no tiene deuda y cuenta con reservas monetarias que están entre las más grandes del mundo. A Riad le preocupa el medio y largo plazo en términos económicos, por lo que podría fácilmente aguantar precios incluso de 85 dólares durante seis meses, siempre y cuando se recuperaran para que el promedio sea de al menos 90 dólares en 2015.

Este escenario es poco probable. Pero quién sabe. Será lo que los saudíes decidan.

 

Andrés Cala, (Colombia). Graduado en Ciencias Políticas y posee un Master en Periodismo. Es un galardonado periodista, columnista y analista residenciado en Madrid cuya carrera abarca tres continentes y más de una docena de países. Sus trabajos han sido publicados y traducidos en todo el mundo, incluso en la política exterior, el New York Times, el Wall Street Journal, Dow Jones Newswires, y Times. Antes de mudarse a Europa, cubrió la guerra civil de Colombia, la transición democrática en los países del Caribe, la prisión de Guantánamo, el golpe de Estado de 2004 en Haití, y la inmigración y la política en los EE.UU. En Francia y en España su trabajo de investigación se ha especializado en la geopolítica y la economía, en particular en relación con la energía, y en la crisis política y económica de Europa. En 2012 Bloomsbury publicó su primer libro en coautoría con Michael J. Economides: El Punto Ciego de EEUU: Chávez, Petróleo, y Seguridad de EE UU.

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