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La revolución cavernícola

Las revoluciones no realizan jamás elecciones libres por considerarse con derecho a gobernar a perpetuidad. La prueba más visible y más cercana es la revolución cubana, 57 años continuos en el poder tienen los hermanos Fidel y Raúl Castro, y están seguros de seguir ejerciéndolo mientras vivan.

Ese derecho lo invocan los chavistas. Murió el comandante, pero sus herederos se consideran con derecho pleno a seguir gobernando de por vida. Cuba es un país arruinado, que ha vivido de la ayuda caritativa internacional (primero la Unión Soviética, luego Chávez), sólo los Castro lo pueden gobernar, y lo harán hasta que exhalen el último suspiro. El entendimiento con el imperio norteamericano se justifica porque hoy para ellos es la única manera de sobrevivir. Ese arreglo pragmático no inhabilita a los Castro para continuar alentando la “revolución continental”, ahora desde Caracas teleguiada desde La Habana.

Siendo evidente y visible su fracaso histórico, llama la atención que el modelo cubano mantenga su atractivo entre los habitantes del tercer mundo. No les importa que se sostenga durante tantos años la Libreta de Racionamiento y que los cubanos coman tan mal, y continúen resignados a seguir viviendo con tantas estrecheces. En cierta forma, La Habana continúa siendo La Meca de los revolucionarios tercermundistas. Una explicación puede estar en que los autócratas no ganan el poder en una elección, lo alcanzan a través de una revolución armada victoriosa. Cuando Fidel Castro baja victorioso de la Sierra Maestra y ocupa el Palacio Presidencial por la fuga del dictador Batista, se convirtió en héroe de la juventud del mundo entero. Algo le queda de aquella aureola.

Esa leyenda dorada no existe en Venezuela, salvo en la abusiva propaganda oficial. Como estamos viéndolo cada día, los venezolanos están en la ruina, no pueden comer completo, se mueren por falta de medicamentos al punto de que las morgues están repletas sin capacidad para albergar nuevos cadáveres que se suman al granel aportado por las muertes violentas.

Esta es la respuesta insensata al clamor nacional a favor de un cambio político pacífico, constitucional, electoral, a través del Referéndum Revocatorio. Los que saben de historia, de economía, de política, tienen que estar estupefactos ante la ceguera de quienes nos gobiernan.

Si ese cambio no se produce pronto, la crisis de Venezuela se convertirá en catástrofe histórica. Como va a desaparecer todo rastro de vida civilizada, volveríamos a la época de las cavernas. Imperará un “socialismo” cavernícola, cuyo símbolo será Trucutú con su mazo dando.

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