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La Secretaría del Pensamiento Nacional, ¿el nuevo Ministerio de la Verdad?

Este hecho no es una aberración sino la confirmación de una metodología que incluye la creación del “Ministerio de la Cultura”, la “Subsecretaría para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia”, la creación de nuevas universidades como la de las “Madres de Plaza de Mayo” o la “Universidad Jauretche”, y centenares de otras instituciones a lo largo y ancho de nuestro país. Podríamos incluir en esta política el cambio de nombres de calles, el reemplazo de los monumentos históricos y el emplazamiento de nuevos íconos culturales, políticos y sociales; la utilización del deporte, en especial el “Fútbol para todos” y el torneo “Néstor Kirchner”; la edición de nuevas colecciones como el “Nestornáuta”; los cambios en los manuales de texto para escuelas públicas pero también de las privadas; la TV oficial, el canal “Encuentro” y el “Paka Paka” (única transmisión que puede verse en las pantallas de los aviones de la aerolínea estatal), etc.Además, desde la “Subsecretaría de Políticas Socioculturales”, el jóven militante de La Cámpora, Franco Vitali, parece ser otro de los integrantes esenciales que pergeñan la consolidación del pensamiento único, para que éste perdure una vez que el kirchnerismo pierda las elecciones. Encara esta tarea desde las dos direcciones que tiene a su cargo: la “Dirección Nacional de Promoción de los Derechos Culturales” y la “Dirección Nacional de Participación y Organización Popular”.

Toda la serie de instituciones y métodos parece inspirada en la famosa novela de George Orwell, “1984”, donde el “Ministerio de la Verdad” (Miniver) con su policía del pensamiento omnipresente y vigilante se dedicaba a reprimir todo pensamiento o palabra peligrosa. El Ministerio de la Verdad (Miniver) se centraba enmanipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado. Como ejemplo podemos mostrar lo que ocurre con el INDEC y las enormes multas que cayeron sobre economistas independientes que osaron decir que la inflación era mayor a la que calculaba el instituto de estadísticas oficiales (que luego fueron apeladas en la Justicia). O bien, la distorsión de la historia de lo que realmente ocurrió en las décadas del 70 y 80. No sólo se cambian los datos actuales, sino las series históricas que involucran al pasado, de manera tal que parafraseando a Fernando Henrique Cardoso: “En Argentina, hasta el pasado es incierto”.

Tal vez quien mejor desarrolló esta idea de controlar el pensamiento de manera efectiva fue el pensador marxista italiano Antonio Gramsci, quien se diferenció de Marx y de Lenín y propuso, en lugar de la lucha de clases, que lo esencial era la conquista de las mentes de las personas para lograr una hegemonía total. Su método consistía en la “agresión molecular” contra la sociedad civil, la cultura y los medios de comunicación. “Tomen la cultura y la educación y todo lo demás se dará por añadidura”, sostenía Gramsci. Esta nueva lucha es más sutil pero persistente y con resultados más profundos y duraderos que la lucha armada.

Ernesto Laclau fue el principal exponente gramsciano que inspiró a los líderes populistas para aplicar esas ideas en Argentina, Venezuela, y en otros países de América Latina, continuando lo que Gramsci denominaba “la larga marcha sobre las instituciones”. Para Laclau, las instituciones son creaciones de la burguesía para defender sus intereses espurios. No es casualidad que en los últimos 8 años Argentina haya descendido 41 posiciones en el Índice de Calidad Institucional, que elaboramos en Libertad y Progreso, para posicionarnos en el puesto 134 sobre 192 países evaluados.

Una manera de constatar si ya se ha logrado la pretendida hegemonía en nuestro país es analizar las propuestas de los rivales políticos del kirchnerismo. La pregunta que debemos hacernos es si los adversarios políticos disienten con el modelo “nacional y popular”, o si sólo atacan la forma en que fue aplicado. Luego podríamos ver si los medios, que son tratados como “opositores”, están proponiendo un cambio de paradigma, o si en el fondo siguen proclamando desde sus publicaciones la difusión de las ideas de los miembros de lo que Harold Bloom denominó con el acertado título “Escuela del Resentimiento”, las ideas de Marx, Gramsci, Laclau, Foucault, Freire, Lacan, Barthes, Piaget, Bourdieu o el joven Piketty…

La hegemonía se logra cuando prácticamente nadie del espectro político logra pensar de un modo diferente al orden establecido. En ese caso, el proyecto político dominante no tendría una real alternativa.

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