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La sorpresa y la protesta en América Latina

Se han configurado numerosos factores para que las elecciones en América Latina no tengan los resultados que la mayoría de las encuestadoras en cada país anunciaban, trayendo como resultado la sorpresa en cada uno de ellos, pero podemos decir que todos llevan apuntar al voto protesta. Sin embargo ¿a qué se debe este tipo de voto? ¿a qué hay que prestarle atención? ¿acaso la incertidumbre será una nueva tendencia en los comicios venideros?.

En las elecciones en Colombia se indagó mucho sobre la primera vuelta, se lanzaban en contienda como principales Juan Manuel Santos del partido oficial y Oscar Iván Zuluaga por el partido Uribe Centro Democrático. Su resultado no obstante, no fue como se esperaba. Meses anteriores a la fecha electoral Santos era el favorito a la reelección y Zuluaga era un “aparecido político”.

El centro de batalla sería en las clases urbanas, pero el reto eran los indecisos y el pesimismo.  A inicios de año la revista Semana señaló que seis de cada diez colombianos pensaban que el país iba por mal camino.

Como resultado en primera vuelta el ganador fue Zuluaga. Ya en la votación final Santos fue reelecto presidente de Colombia, con una abstención de 60% en el primer evento y en el segundo de 53%.

En Panamá se enfrentó el partido Cambio Democrático con José Domingo Arias a  la alianza El Pueblo Primero, con la candidatura de Juan Carlos Varela.

En este país participó el 70% del electorado en una elección con la característica de ser la primera en admitir postulaciones de candidatos independientes para la presidencia. Sin embargo, hubo un alto porcentaje de indecisos de 12,4% según encuestadoras locales y a quien se le dio un puesto de tercer lugar en preferencia, resultó siendo el electo como presidente del país con un 39% (Varela). Este candidato tenía un discurso llevado a una gestión más social y de lucha contra la corrupción.

En Costa Rica la disputa electoral estuvo entre Johnny Araya del oficialista Partido Liberación Nacional y Luis Guillermo Solís del Partido Acción Ciudadana. En primera vuelta Araya obtuvo un 29,64% y Solís un 30,84%.  Ya para la segunda vuelta los porcentajes fueron a favor de Solís en 77%.

El abstencionismo rondó en más de 30% para las dos vueltas, y las encuestadoras a lo largo de la campaña daban resultados desiguales, pero lo sorpresivo fue la manera en que Solís obtuvo la victoria en la primera vuelta, siendo de un partido no tradicional y a quien le adjudicaban un 3% de preferencia.

Las quejas e insatisfacciones por la gestión de Chinchilla y sobre todo por la desigualdad del país, cobraron fuerza y costaron un gran capital político al candidato oficialista, con el peor resultado para su partido en décadas.

También el discurso en contra de la política tradicional del país de José María Villalta hizo eco para el aumento de su popularidad y la izquierda.

Referente a Brasil, en su primera vuelta venció Rousseff con un 41,58% de los sufragios, mientras que Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña, consiguió un 33,82%, donde sorpresivamente superó a Marina Silva, quien llevaba con más fuerza la bandera del cambio pero que decepcionó por no haber sido fiel a sus ideales. Ambos condenaban la corrupción y el rumbo de la economía.

Estos casos nos revelan que el votante hoy en América Latina está ante un torbellino de sentimientos que lo hacen emitir un voto de protesta activo.

Se puede decir que tiende a ser apartidista, pues rechaza la clase política de su país, busca credibilidad de la dirigencia política, su coherencia en los ideales y la práctica, muchas veces incentivando y perteneciendo a candidaturas o movimientos de independientes.

Asimismo, es intolerante a la mala gestión, a la corrupción, al mal vivir.  Se siente pesimista sobre el rumbo que puede llevar su país si no hay cambios. Por consiguiente, se convierte en indeciso sobre a quién plasmar su confianza y siente descontento con su forma de vida.

Estas características llevan a que la democracia tal como la conocemos se vea envuelta en transformación y retos. Los ciudadanos que hoy son capaces de votar lo hacen con un sentido de empoderamiento y búsqueda de ser más y vivir mejor, pues quienes han mejorado su clase y conocimiento, aspiran a que esa condición sea progresiva, buscando el mejor estatus.

Las alertas en las primera vueltas a los presidentes de países como Colombia y Brasil, son mensajes claros de que el poder a pesar de cualquier fuerza del aparato estatal, lo tienen los ciudadanos, y ellos dispondrán del destino de cualquier político hasta que cada uno de sus sentimientos sean canalizados. Esa es la forma en la que opera la democracia, y los votantes lo entienden.

Bien lo explicó Bertrand Russell: “tengo recelo del Gobierno y desconfío de los políticos; pero como es preciso tener un Gobierno prefiero que sea democrático”.  Este voto protesta seguirá, y lo hará exigiendo atención y acción a través de la democracia a los gobiernos sin distinción alguna de ideología y tamaño del país.

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