Después del ejemplo que dio la población al usar la no participación como forma de expresión de su descontento, queda claro que el pueblo que actuó requiere de respuestas claras y concisas de un liderazgo que parece desconectado de la realidad.
Las promesas vagas típicas de las diversas expresiones del populismo político ya no convencen a quienes adolecen la mayor crisis estructural de la historia de Venezuela.
Lo que se requiere no son soluciones mesiánicas, sino un plan de acción acogido por la mayoría de las organizaciones políticas, así como de las diversas expresiones y organizaciones de la sociedad civil, en el que se comprometan a adoptar todas las medidas necesarias para resolver en el mejor tiempo posible la crisis venezolana. No son salvadores de la patria, ni personalidades mediáticas las que resolverán nuestros problemas, sino la unidad de todos, sin protagonismos, se debe presentar un plan serio y realista de cómo se puede reconstruir a un país prácticamente en ruinas.
Alemania después de la Segunda Guerra Mundial quedó literalmente arrasada pero supieron unirse para la reconstrucción de esa nación y obtuvieron el necesario apoyo internacional para que ello fuere posible.
Aquí, mientras no nos pongamos de acuerdo en que lo único que importa es la reconstrucción del país en paz, seguiremos siendo las victimas de los demagogos de turno. Basta ya de debates ideológicos estériles y pongámonos a trabajar con ahínco y esperanza en hacer de nuevo de Venezuela un gran país.
