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La Venezuela perdida o por recuperar

Siempre he sido como la inmensa mayoría de venezolanos un optimista, nunca fatalista y si muy realista, y esto implica y explica la manera de ver, analizar y diagnosticar las diversas etapas y fenómenos que nuestra Venezuela ha experimentado en sus últimos lustros. Buena conseja dio hace siglos Aristóteles, precisamente cuando nos hablaba de la teoría de los mesótes o justo medio que no es más que tener una posición o postura equilibrada entre dos medidas excesivas o extremas, sin caer en la neutralidad. A partir de este argumento nos corresponde intentar dibujar, analizar, cuestionar y confrontar no sólo a dos países, dos etapas e incluso a dos tipos de venezolanos.

No se trata de destruir, no se tratar de hacer apología, no se trata de fatalismos sino hacer un ejercicio sencillo que nos situé en el tiempo y con los ejemplos más simples y cotidianos podamos aproximarnos a entender no tanto cuanto hemos perdido, sino cuanto tenemos que recuperar como país, sociedad, economía e incluso familiar e individualmente sin caer el posturas extremas entre cuarta, quinta o sexta república y por eso el viejo Aristóteles nos ilustra.

La experiencias más ricas, complejas, ilustrativas y pedagógicas son las que para bien o para mal hemos vivido en carne propia, en nuestra infancia, en nuestra juventud y madurez, en cada etapa, y tiene que ver con la familia, la educación, el estudio, el trabajo, el amor, la música, la comida, la cultura, lo religioso pero fundamentalmente con lo cotidiano, lo vivido, lo experimentado.

La Venezuela que perdimos tiene varias aristas y rótulos. Tratemos de señalar de manera arbitraria algunas áreas, campos o segmentos, repito sin caer en apologías, sin caer en triunfalismos y peor aún terminar en fatalismos. La Venezuela que yo viví, recuerdo y anhelo volver a tener no es perfecta para nada, pero es una Venezuela amable, una Venezuela segura, una Venezuela más de certezas que de incertidumbres , una Venezuela de gente de bien, una Venezuela digna, honesta, emprendedora, plural, una Venezuela abundante en todo y esa Venezuela que se esfumo por los errores de unos y otros, por nefastos dirigentes y políticos, por comodidad de muchos, por preferir el halago y no la crítica, por creer en cantos de sirenas, en ilusiones irrealizables y promesas de carretera esa misma Venezuela hay que recuperarla con esfuerzo, esmero, amor, dedicación, con valores, con fraternidad, con amabilidad, con sacrificios y buenos modales, con responsabilidad y pulcritud, con el recurso más grande que Venezuela tiene, ese que es más importante que el coltán, el petróleo, el oro, el gas, el agua que es su gente y la actual crisis lo ha demostrado cuando tenemos unos venezolanos acá y afuera, en cualquier calle de Venezuela o del mundo laborando, brillando y haciendo un trabajo, un servicio de excelencia incluyendo ser seres humanos con valores éticos y morales.

La Venezuela que recuerdo es la de cualquier colegio, liceo, kínder, unidad educativa, grupo escolar y por supuesto grandes universidades, donde no sólo teníamos buena educación, educación de excelencia, maestros y pedagogos que no sólo formaron o preformaron grandes profesionales sino seres humanos y ciudadanos educados, ponderados, plurales, respetuosos sin importar el status, clase social o adscripción político partidista.

La Venezuela que recuerdo es una Venezuela incluyente y plural éramos un solo país, Venezuela era única porque en la mesa del almuerzo, o de domino o en una reunión de cualquier tipo éramos ante todo “personas” “seres humanos”. De tal manera que en la misma mesa en una partida de domino, o en misa o haciendo mercado, o en una cola exclusivamente para votar (recuérdese que Venezuela en décadas fue la única cola que conoció y experimento la de votar del resto no se recuerda ninguna cola o fila para un fin distinto al de ejercer el derecho a voto) estaban el adeco, el copeyano, el comunista, el masista y jamás la diferencia político partidista implico odios, revanchas, afrentas, como dice el viejo adagio popular todos comíamos en el mismo plato, de tal manera que había cordialidad, respeto, civismo y venezolanidad.

La Venezuela que recuerdo es de abundancia no sólo grandes supermercados, sino que en cualquier abasto o bodega más humilde y modesta de cualquier barrio o caserío de Venezuela usted conseguía por ejemplo, si se trata de leche en polvo Klim, Camprolac, Reina del Campo, La Campiña; si era de jabón de tocador había un dilema por los estuches de tres, media docenas o individuales y precios de marcas como  Safeguard; Monclear, Banner verde, Camay, Jhonsons, Protex. En el terreno de las pastas no dentales sino alimenticias la cosa era más compleja y no olviden que Venezuela fue per cápita el mayor consumidor de pasta en el siglo XX incluso superando a la propia Italia, eran normal en el estante ver marcas como Sindoni, Ronco, Eduardo, Capri, Milani, tanto pastas de sémola durum de gran calidad largas y cortas, entre ellas vermicelli, linguini, tagliatelli, espaghetti, farfalle, tortelinni, pasticho, pastina, pudienso optar por pastas normales o sencillas o aquellas especiales como pasta al huevo o con espinacas por ejemplo.

La Venezuela que recuerdo es del colegio, es de las loncheras y meriendas, nos sólo un sándwich de queso amarillo y jamón de pierna (Oscar Mayer, Plumrouse, Louis Rich, la Monserratina y otros), jugos de todos los sabores y presentaciones, alguna fruta no sólo nacional sino importada, y por supuesto alguna golosina un cartoms, un miramar, una caramelos de café duros y riquísimos llamados vaca vieja, una fruna o un chocolate cri cri, o incluso mickiway) en el recreo se compartía, siempre sobraba y si faltaba bastaba sacar un fuerte (una moneda de cinco bolívares) para prácticamente comprar lo que usted quisiera en la cantina.

La Venezuela que recuerdo es un venezolano humilde estudiando con sacrificio formado con excelencia para luego trabajar en el sector público o privado, una Venezuela donde estudiar era un valor y donde ese profesional por esfuerzo propio o incluso todo aquel que no había podido estudiar pero igual trabajaba o manejaba un oficio podiar crecer, consolidar una familia y demás. Estamos hablando de la Venezuela  de grandes carritos de supermercado, no recuerdo cestas ni mucho menos gente dejando los pocos productos en las cajas por no tener como pagarlos, en lo particular como niños éramos objeto de reproche colocar el detergente, o la perrarina, coletos, felpudos u otros productos en la parte central y superior del carrito con el resto de los alimentos, para eso estaba la parte inferior. Pero más allá de la abundancia y ofertas que las habían por doquier, daba gusto entrar a una Cada, un Prica, un Central Madeirense, un Aranzazu, luego vendrían los Excélsior Gamas, los Makros, en ellos se podía almorzar, desayunar o tomarse un café y postre mientras Ud. iba recorriendo las etapas o departamentos de carnicería, pescadería, charcutería, panadería, perfumería, licorería, herramientas y otros.

En esa Venezuela encontrábamos de todo, en las bombas o estaciones de servicio jamás una cola y había gasolina de 83, 87, 91 y 95 octanos y aceite del que quisiera. En términos de salud las estadísticas hablan por sí solas, bajísima mortalidad infantil, altas expectativas de vida, salud preventiva y curativa optima, fuimos de los primeros países en erradicar la difteria, el mal de chagas y paludismo sólo por señalar.

Esa Venezuela que intento describir o caracterizar no sólo repito había abundancia, no había inflación, había poder adquisitivo, pero sobresalían los valores, el respeto, nuestra industria nacional daba gusto, no sólo cubríamos nuestra demanda nacional sino exportábamos de todo, desde mangos, carne, luz eléctrica, pasando por autopartes, pastillas der freno mamusa o ultra, medicamentos, algunos equipos, en esa época que no es tan distante, debo recordar el venezolano nunca fue extranjero, salíamos a estudiar, a pasear o algunos a alguna operación a Houston del resto no nos movíamos del terruño.

Esa es la época donde Valencia logra tener dos zonas industriales, grandes conglomerados industriales Ford, Chevrolet, Procter Gamble, Polar, es la época del boom en Bolívar es Sidor, Alcasa, Venalum, Ferrominera del Orinoco, es la Corporación Venezolana de Guayana, es la época donde las grandes petroleras crecen y especialmente producto de la nacionalización del petróleo PDVSA , Mene grande, Cabimas, Maracaibo destacan, en esa época se da la mayor expansión de Cadafe y Cantv, cualquier aeropuerto de nuestras ciudades tenía una docena de ofertas en términos de líneas, itinerarios, vuelos y conexiones, el común o lo cotidiano es una sociedad segura, emprendedora, dinámica, un venezolano trabajador, proactivo, sano, unos políticos serios entre lo que decían y hacían, unos partidos decentes y modernos, la palabra corrupción era escasa, hoy es una profesión u oficio y así podríamos señalar infinidad de situaciones, vivencias, anécdotas, registros y demás.

Esa Venezuela que perdimos, se esfumó o sencillamente se desdibujo hay que parirla de nuevo, hay que buscarla, a que construirla cada día, en cada acción con el concurso de lo público y lo privado, pero fundamentalmente con el concurso de todos los venezolanos. Todos juntos debemos sumar, el país requiere como nunca antes de mucho trabajo, disciplina estudio, sacrificios, esmero, reglas de juego, Estado de derecho, educación, inclusión, tolerancia, respeto. La Venezuela actual requiere sinceridad, requiere asumir las carencias y las fallas, requiere un ejercicio de cordura y amplitud mas no de impunidad en lo que ha sido la manera de saquear y destruir patrimonialmente al país en estas dos décadas, esa Venezuela que hemos tratado de dibujar de abundancia, de grandezas, de paz, emprendimiento y oportunidades la tenemos a la vuelta de la esquina en la medida en que asumamos los errores, rectifiquemos y volvamos a ser el país de mayor calidad de vida, institucionalidad democrática y gentilicio en toda América Latina.

Profesor de la Universidad de Los Andes

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