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¡La vida es sagrada!

Han conmovido al mundo las fotografías y videos de las personas asesinadas y atropelladas en Irak por los yihadistas. En nombre de Dios matan. Han provocado el trágico desplazamiento de miles de iraquíes. Joseph Tomas, el arzobispo caldeo de Kirkuk afirmó que la situación en el norte de Irak es «catastrófica, una crisis más allá de lo imaginable» (ABC 13/8/14).

En otro orden de cosas, conmueve profundamente cuando en una película se ve cómo se realiza un aborto. El niño ya en los primeros meses se chupa el dedo y hay toda una cronología de pasos que dan los bebés hasta que nacen. Millones de bebés no han nacido y no nacen. Se toman acciones cruelísimas contra ellos.

Unos por radicalismo religioso, otros por pragmatismo y comodidad, son iguales en el desprecio por la persona humana. Se unen en la cadena de exterminio. Y la víctima única es el hombre que es atropellado por su semejante. Tiene la desgracia de ser débil e indefenso mientras que el otro es muy poderoso por las armas o por su técnica.

Todo esto es el resultado del olvido de Dios, que es quien nos da la dignidad de ser las criaturas más amadas y además sus hijos. Condición que nos ganó Jesucristo por su pasión, muerte y resurrección.

El primer derecho humano es la vida, y luego la libertad religiosa. Es importante hablar de los derechos humanos y de los deberes humanos. Estos sólo se pueden vivir en plenitud en el marco de la caridad. Quizá parafraseando a San Agustín hay que pedir a Dios: «Dame Señor el amor con el que debo respetar, cuidar y servir a mi prójimo». Aunque no piense igual. Aunque sea un no nacido.

La Iglesia católica, muchas instituciones y países acogen a los miles de desplazados. También muchos cristianos y hombres de buena voluntad facilitan la adopción de niños no deseados por sus padres. Son acciones humanitarias que deberíamos emprender todos.

Debemos unirnos en el clamor: ¡La vida es sagrada!

Es un don de Dios.

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