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La voluntad en “Así Hablaba Zaratustra”

Imagen: Dibujo alegórico a la voluntad en Nietzsche, del arquitecto Eduardo Azócar, 2020.

El presente ensayo es otro avance del libro “La voluntad en Nietzsche”, que ya salió publicado por la plataforma internacional Free-Ebooks.net (Dirección para la descarga gratuita: https://espanol.free-ebooks.net/ebook/La-Voluntad-en-Nietzsche), y en el cual se explora en las ideas de Nietzsche y el verdadero sentido de su postura filosófica y política entorno a la categoría voluntad, como una fuerza interna y externa para el logro de deseos y aspiraciones de los seres humanos civilizatorios y planetarios. En este aparte se aborda esta experiencia desde obras tan emblemáticas como  “Así hablaba Zaratustra”, texto que se puede catalogar como narrativa filosófica (aunque para algunos autores es inclasificable),  por el mensaje que oculta a través de sus metáforas y fabulaciones, y por el estilo acucioso del uso de oraciones cortas que dan la sensación de un movimiento constante en el ritmo de la lectura. Nietzsche toma de protagonista a Zoroastro, la traducción como Zaratustra, quien fuera un profeta nacido en lo que hoy día conocemos como Irán, y quien en vida fuera fundador del mazdeísmo o zoroastrismo, corriente religiosa que tuvo su incidencia en la India  y el propio Irán. Zoroastro promovía la adoración a Ahura Mazda como único Dios, pero ya en el último estadio de la secta, se propuso suplantar por el Dios Mithra y a otras divinidades, inclinándose el grupo hacia  el monoteísmo.

Son embargo, la corriente religiosa de Zoroastro, basada en la eterna lucha del bien contra el mal, influyó en la geopolítica del antiguo Imperio Persa, sobre todo en la época sasánida,  pero la expansión del Islam, y la caída del Imperio Sasánida, conquistado por los califas Omeyas, puso fin a esa corriente espiritual que, a juicio de José Sordo Medina (2016) basó su doctrina en los “…textos denominada Avesta (fundamento). La doctrina de Zoroastro venera a un dios supremo, creador de todo, Ahura-Mazda (el Señor Sabio) que es el Bien y quien se ha revelado al profeta y ha invitado a aceptar su mensaje. Al aceptar libremente la invitación, Zaratustra opta por el Bien (o Dios), es decir, el núcleo de la reforma que propone Zaratustra es un imitatio dei (imitación a Dios). Este planteamiento sirve para todos los individuos, que poseen la libertad de seguir el ejemplo Dios y convertirse así en mazdeos o mazdayasnios… Aunque la evolución de esta religión parece haber provocado incoherencias y contradicciones en este aspecto, lo que parece caracterizar al mazdeísmo es el dualismo radical entre dos grupos de espíritus opuestos (qué podrían considerarse abstracciones éticas divinizadas): Amesha Spentas (bienhechores inmortales, santos inmortales) con Spenta Mainyu a la cabeza y los espíritus malignos con Angra Mainyu como líder. Ambos espíritus principales de cada facción se consideran,… hijos gemelos de Ahura-Mazda…Aun así, hay partes de la doctrina que parecen identificar al espíritu bueno con Ahura Mazdâ y no con uno de sus hijos gemelos, lo que convierte al Sabio Señor y a Angra Mainyu en hermanos con un poder similar…No obstante, de lo que no hay duda es de que el triunfo final llegará cuando acabe el mundo y se logrará por la intervención de las huestes del bien. El Sabio Señor tendrá que emplear todos los recursos si quiere tener éxito en su lucha contra el espíritu del mal.”

Desde el punto de vista del rigor histórico-biográfico-bibliográfico, la obra “Así hablaba Zaratustra”, según lo describe la hermana del filósofo alemán, Elisabeth-Föster Nietzsche, en la introducción que redactó en 1906, a una edición especial de las obras de Nietzsche, y en especial del texto “Así hablaba Zaratustra”. En ella Elisabeth dice: “El Zaratustra es la obra más personal de mi hermano, la historia de sus experiencias más íntimas, de sus amistades e ideales, de sus entusiasmos, de sus desilusiones y dolores más amargos. Pero sobre todo en él se eleva resplandeciente la imagen de su más alta esperanza, de su meta más lejana. La figura de Zaratustra la ha tenido mi hermano en mente desde su más temprana juventud; me escribió una vez que ya de niño la había visto en sueños. A esta figura de sus sueños le dio distintos nombres en distintas épocas: «pero finalmente – escribe en una de sus notas tardías – tuve que honrar a Zaratustra, un persa. Los persas fueron los primeros en tener una visión de la historia en su totalidad. Una sucesión de desarrollos, según ellos, cada uno presidido por un profeta; y cada profeta tiene su Hazar, su reino de mil años… Todas las ideas sobre Zaratustra, lo mismo que la figura del pregonero, tienen un origen muy temprano. Quien estudie atentamente los Fragmentos Póstumos de los años 1869-1882, encontrará ya por doquier el conjunto de ideas del Zaratustra en embrión… (Un) gran número de las ideas principales de esta obra han aparecido ya mucho antes en los sueños y escritos del autor, Así hablaba Zaratustra no surge hasta el mes de agosto de 1881 en Sils Maria; y fue la idea del eterno retorno de todas las cosas la que finalmente indujo a mi hermano a informar con palabras poéticas su nuevo círculo de ideas… Mi hermano escribe sobre el origen de la primera parte del Zaratustra…El invierno de 1882-83, vivía yo en aquella graciosa y tranquila bahía de Rapallo, no lejos de Génova, enclavada entre Chiavari y el promontorio de Portofino. Mi salud no era óptima; el invierno, frío y sobremanera lluvioso; un pequeño hotel, situado directamente junto al mar, de modo que por la noche el oleaje imposibilitaba el sueño, ofrecía, casi en todo, lo contrario de lo deseable. A pesar de ello, y casi para demostrar mi tesis de que todo lo decisivo surge a pesar de, mi Zaratustra nació en ese invierno y en esas desfavorables circunstancias… Zaratustra fue escrita después de un periodo más o menos corto de preparación, unos diez días. La composición de la cuarta parte solo fue interrumpida ocasionalmente. Las primeras notas relativas a esta parte fueron escritas mientas él y yo estábamos juntos en Zúrich en septiembre de 1884…En el noviembre siguiente, mientras estaba en Mentone, comenzó a elaborar estas notas, y después de una larga pausa termina el manuscrito en Niza entre finales de enero y mediados de febrero de 1885. Mi hermano llamó entonces a esta parte la cuarta y última; pero incluso antes, y poco tiempo después de la impresión privada, me escribió diciendo que él quería escribir todavía una quinta y sexta parte, y notas relativas a estas partes están ahora en mi posesión. Esta cuarta parte (cuyo manuscrito original contiene la nota: Solo para mis amigos, no para el público) está escrita como algo completamente personal e impuso a los pocos a los que envió un ejemplar el más estricto secreto sobre su contenido. A menudo pensó hacer pública esta cuarta parte también, pero dudó si todavía sería capaz de hacerlo sin alterar considerablemente ciertas partes de ella. En todo caso tomó la decisión de distribuir este manuscrito, del que solamente se imprimieron cuarenta copias de la cuarta parte como un regalo para «los pocos que fueron agradecidos con él. Tan solo tuvo la oportunidad de regalar siete ejemplares bajo este punto de visa — estaba muy solo y entonces era una persona incomprendida…”.

Me disculpa el lector si por el estilo barroco no tiene simpatía, lo digo en cuanto a lo extenso del párrafo que precede estas líneas, pero era fundamental dejar en blanco y negro el origen de la obra “Así hablaba Zaratustra”, desde una voz tan calificada como la de  Elisabeth-Föster Nietzsche, que no solamente fue su hermana, sino su confidente, su mejor amiga en los momentos más duros de su existencia.

“Así Hablaba Zaratustra”, como obra en sí, consta de cuatro partes. En la primera parte aborda la idea de “la muerte de Dios”, a través de los símbolos de dos animales, un águila, la cual identifica el orgullo, y una serpiente, la cual se relaciona con la sabiduría; Zaratustra, luego de un proceso de meditación profundo,  baja de la montaña para dar a conocer a los hombres; habla a todos para darles su mensaje,  y crea su grupo de discípulos a los cuales entregar su conocimiento. En ese proceso de meditación colectiva, Zaratustra hace alusión a la muerte de Dios, como idea central para devolverles a los hombres su libertad; que se encuentre libre, para desechar la preocupación por conquistar otros territorios, y se ocupe  de conquistar su mundo, su morada.

Zaratustra sufre en este periplo de existencia y diálogo, las tres trasformaciones que dice que debe experimentar el hombre en su evolución espiritual, resaltando los elementos que pueden atacar las virtudes del humano, causando la somnolencia de su moral, como lo son el no moverse, el obligar al cuerpo a no ser cuerpo, a través de prácticas como el ascetismo. Después de estas enseñanzas, Zaratustra decide regresar a la montaña, pero no se va en silencio, dice a sus discípulos unas contundentes palabras: “El hombre del conocimiento no solamente tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos…Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona?…Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no os aplaste una estatua! ¿Decís que creéis en Zaratustra? ¡Pero qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes, ¡Pero qué importan todos los creyentes! No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe…Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros; y sólo cuando todos hayáis renegado de mí volveré entre vosotros…En verdad, con otros ojos, hermanos míos, buscaré yo entonces a mis perdidos; con un amor distinto os amaré entonces…Y todavía una vez debéis llegar a ser para mí amigos e hijos de una sola esperanza: entonces quiero estar con vosotros por tercera vez, para celebrar con vosotros el gran mediodía…Y el gran mediodía es la hora en que el hombre se encuentra a mitad de su camino entre el animal y el superhombre y celebra su camino hacia el atardecer como su más alta esperanza: pues es el camino hacia una nueva mañana….Entonces el que se hunde en su ocaso se bendecirá a sí mismo por ser uno que pasa al otro lado; y el sol de su conocimiento estará para él en el mediodía. Muertos están todos los dioses: ahora queremos que viva el superhombre. ¡Sea ésta alguna vez, en el gran mediodía, nuestra última voluntad! Muertos están todos los dioses; ahora queremos que viva el superhombre.”

En la segunda parte, Nietzsche hace referencia a la “voluntad de poder”. Zaratustra regresa de la montaña y continua su predicación, siendo duro en su discurso contra los sabios, los poetas, los sacerdotes, entre otras figuras de la sociedad, porque ellos han cultivado la mentira y se han opuesto siempre a demostrar el verdadero sentido que mueve al hombre a los dominios del poder.  Zaratustra pregona la necesidad de que los hombres se  liberen  de la venganza y en su lugar lleven a la realidad su voluntad del poder. En este sentido expresa Zaratustra: “Todo lo sensible en mí sufre y se encuentra en prisiones: pero mi querer viene siempre a mí como mi liberador y portador de alegría. El querer hace libres: ésta es la verdadera doctrina acerca de la voluntad y la libertad- así os lo enseña Zaratustra… ¡No-querer-ya y no-estimar-ya y no-crear-ya! ¡Ay, que ese gran cansancio permanezca siempre alejado de mí! También en el conocer yo siento únicamente el placer de mi voluntad de engendrar y devenir; y si hay inocencia en mi conocimiento, esto ocurre porque en él hay voluntad de engendrar…Lejos de Dios y de los dioses me ha atraído esa voluntad; ¡qué habría que crear si los dioses – existiesen! Pero hacia el hombre vuelve siempre a empujarme mi ardiente voluntad de crear; así se siente impulsado el martillo hacia la piedra…”Terminada su frase, Zaratustra  regresa a la soledad de sus montañas.

Como tercera parte, Nietzsche coloca en la voz de Zaratustra una nueva categoría filosófica: “el eterno retorno”. Todo comienza cuando Zaratustra cuenta lo que le sucedió durante un sueño, en donde se le ha presentado el concepto de la visión y el enigma, el cual le produce miedo por lo indescifrable de su significado. Es allí donde Nietzsche explica  que el eterno retorno es una manera y forma de ver la realidad hasta sus cauces más profundas; no significa la repetición de las cosas individuales, aunque en los textos conocidos como La voluntad de poder formula su tesis como si se tratase de una doctrina cosmológica, al decir que “…el número de átomos y la cantidad de energía que forman el mundo son finitos y, al ser el tiempo infinito, sólo son posibles un número determinado de combinaciones, por lo que el estado actual debe repetirse infinitas veces…” (Varios autores, 2006, pág. 51).

Desde un punto más concreto, el eterno retorno es una doctrina moral donde lo trágico y dionisíaco de la vida se muestra en su propio mundo, unido a la sensibilidad y amor entre los hombres; el eterno retorno supone la reflexión sobre el tiempo que se muestra destructor y aniquilador de las potencialidades de la voluntad de poder. Es una crítica a la oposición habitual entre pasado y futuro: el instante no es un simple tránsito desde un pasado hacia el futuro, sino que en él mismo se muestra el tiempo eterno. El eterno retorno es el fin de toda finalidad trascendente: tanto de un fin en sentido escatológico -como el predicado por las religiones que hablan de un juicio final-, como del fin de una conflagración universal al final del ciclo del gran año (Varios autores, 2006, pág. 55). La doctrina del eterno retorno no es descriptiva, sino prescriptiva, es decir,  se instituye por medio de una decisión humana para que realmente cada momento contenga en su todo, la esencia de su sentido.

Por último, la cuarta parte,  donde Nietzsche hace alusión a “la última tentación”; ésta para él, mostrando a Zaratustra en su montaña, con una edad avanzada,  donde se representan criaturas que emiten gritos de angustia,  es una simbología  del tedio a la vida, representado por un adivino; la falsedad del poder, representada por el Rey;  el veneno del positivismo; y la fantasía que esclaviza, representada por el mago, el cual hace alusión a la muerte de Dios, el cual lo representa el Papa. Hay un sentimiento de rencor hacia el asesino de Dios, representado en la figura del hombre con aspectos horripilantes,  y la figura de un viajero y su sombra, que deambulan  buscando la felicidad. En el aparte subtitulado “La Fiesta del asno”, Zaratustra entiende la trampa de la tentación, de modo que los expulsa de sus montañas. Luego Zaratustra emprender otra vez su viaje, pero en esta ocasión su rumbo es desconocido, quizás hacia la mente de su autor que para entonces, entre los dolores de cabeza y su debilidad de salud, rondaban espacios de locura y desproporción de la realidad.

Dice Zaratustra en “La Fiesta del asno”: “Aquel que dijo Dios es espíritu – fue el que dio hasta ahora en la tierra el paso y el salto más grandes hacia la incredulidad: ¡no es fácil reparar el mal que esa frase ha hecho en la tierra!…Mi viejo corazón salta y retoza al ver que en la tierra hay todavía algo que adorar. ¡Perdónale esto, oh Zaratustra, a un viejo y piadoso corazón de papa!- Y tú, dijo Zaratustra al caminante y sombra. ¿Tú te denominas y te crees un espíritu libre? ¿Y te entregas aquí a tales actos de idolatría y comedias de curas? ¡Peor, en verdad, te comportas tú aquí que con tus perversas muchachas morenas, tú perverso creyente nuevo!…Bastante mal, respondió el caminante y sombra, tienes razón: ¡más qué puedo hacer! El viejo Dios vive de nuevo, oh Zaratustra, digas lo que digas…El más feo de los hombres es culpable de todo: él es quien ha vuelto a resucitarlo. Y aunque dice que en otro tiempo lo mató: la muerte no es nunca, entre los dioses, más que un prejuicio…Y tú, dijo Zaratustra, tú perverso mago viejo, ¡qué has hecho! ¿Quién va a creer en ti, en lo sucesivo, en esta época libre, si tú crees en tales asnadas divinas?…Ha sido una estupidez lo que has hecho: ¡cómo has podido cometer, tú inteligente, tal estupidez!…Oh, Zaratustra, respondió el mago inteligente, tienes razón, ha sido una estupidez, – y me ha costado bastante cara… -Y tú sobre todo, dijo Zaratustra al concienzudo del espíritu; ¡reflexiona un poco y ponte el dedo en la nariz! ¿No hay aquí nada que repugne a tu conciencia? ¿No es tu espíritu demasiado puro para estas oraciones y para el tufo de estos hermanos de oración?… Algo hay en ello, respondió el concienzudo del espíritu y se puso el dedo en la nariz, algo hay en este espectáculo que incluso hace bien a mi conciencia…Tal vez a mí no me sea lícito creer en Dios: pero lo cierto es que en esta figura es en la que Dios me parece máximamente creíble….Dios debe ser eterno, según el testimonio de los más piadosos: quien tanto tiempo tiene se toma tiempo. Del modo más lento y estúpido posible: de ese modo alguien así puede llegar muy lejos…Y quien tiene demasiado espíritu querría sin duda estar loco por la estupidez y la necedad mismas. ¡Reflexiona sobre ti mismo, oh Zaratustra!…Tú mismo – ¡en verdad!, también tú podrías sin duda convertirte en asno a fuerza de riqueza y sabiduría. ¿No le gusta a un sabio perfecto caminar por los caminos más torcidos? La evidencia lo enseña, oh Zaratustra, – ¡tú evidencias!…-Y también tú, por fin, dijo Zaratustra y se volvió hacia el más feo de los hombres, el cual continuaba tendido en el suelo, elevando el brazo hacia el asno (le daba, en efecto, vino de beber). Di, inexpresable, ¡qué has hecho! Me pareces transformado, tus ojos arden, el manto de lo sublime rodea tu fealdad: ¿qué has hecho? ¿Es verdad lo que éstos dicen, que tú has vuelto a resucitarlo? ¿Y para qué? ¿No estaba muerto y liquidado con razón? Tú mismo me pareces resucitado: ¿qué has hecho?, ¿por qué tú te has dado la vuelta? ¿Por qué tú te has convertido? ¡Habla tú, el inexpresable!…Oh Zaratustra, respondió el más feo de los hombres, ¡eres un bribón!…Si él vive aún, o si vive de nuevo, o si está muerto del todo, – ¿quién de nosotros dos lo sabe mejor? Te lo pregunto. Pero yo sé una cosa, – de ti mismo la aprendí en otro tiempo, oh Zaratustra: quien más a fondo quiere matar, ríe…No con la cólera, sino con la risa se mata…- así dijiste tú en otro tiempo, Oh Zaratustra, tú el oculto, tú el aniquilador sin cólera, tú santo peligroso, – ¡eres un bribón!… Y entonces sucedió que Zaratustra, asombrado de tales respuestas de bribones, dio un salto atrás hacia la puerta de su caverna, y, vuelto hacia todos sus huéspedes, gritó con fuerte voz: ¡Oh vosotros todos, vosotros pícaros, payasos! ¡Por qué os desfiguráis y os escondéis delante de mí! ¡Cómo se os agitaba, sin embargo, el corazón a cada uno de vosotros de placer y de maldad por haberos vuelto por fin otra vez como niños pequeños, es decir, piadosos, -por obrar por fin otra vez como niños, es decir, por rezar, juntar las manos y decir: ¡Dios mío! Mas ahora abandonad este cuarto de niños, mi propia caverna, en la que hoy están como en su casa todas las niñerías. ¡Refrescad ahí fuera vuestra ardiente petulancia de niños y el ruido de vuestros corazones! Ciertamente: mientras no os hagáis como niños pequeños no entraréis en aquel reino de los cielos. (Y Zaratustra señaló con las manos hacia arriba.) Mas nosotros no queremos entrar en modo alguno en el reino de los cielos: nos hemos hecho hombres, – y por eso queremos el reino de la tierra…”

Ahora bien, identifiquemos en “Así hablaba Zaratustra”, el sentido que Nietzsche le dio a la voluntad del hombre, porque no se trató solamente de ceñirla al ideal de poder, porque si bien de eso trató el pensamiento de Nietzsche, no es menos cierto que su percepción de voluntad abarcó otras realidades y espacios en las difíciles relaciones de los hombres consigo mismos y con su entorno.

Nietzsche, a través de Zaratustra, expresa: “Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del an-helo. Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente…Yo amo a quien de su virtud hace su inclinación y su fatalidad: quiere así, por amor a su virtud, seguir viviendo y no seguir viviendo…”

Acá Nietzsche, delimita la esencia y vitalidad humana como expresión de la virtud, elevando la conducta humana hacia una “vida virtuosa”, como la entendieron los griegos. En este aspecto es importante la voz de Aristóteles, a quien se le acuña el término eudaimonía, traducido como felicidad, bienestar , vida buena, vida virtuosa; junto con los términos «aretē», que es la virtud o excelencia, y «phronesis», traducido como sabiduría práctica o ética. A felicidad está en la vida virtuosa. ¿Cuál es nuestra función en este mundo? La felicidad es en los griegos la recompensa de una vida virtuosa;  Platón, a su manera, distinguió  en esa vida una vegetativa, propia de las plantas, otra sensitiva, propia de los animales, y otra racional, propia de ese animal racional que es el hombre. La vida virtuosa busca conseguir que los deseos y la sensibilidad, orientados hacia el respeto a las leyes y preceptos consensuados de moral, muestran el camino hacia la vida feliz.

En otro aparte expresa Zaratustra: “Una nueva voluntad enseño yo a los hombres: ¡querer ese camino que el hombre ha recorrido a ciegas, y llamarlo bueno y no volver a salirse a hurtadillas de él, como hacen los enfermos y moribundos! Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y la tierra y los que inventaron las cosas celestes y las gotas de sangre redentoras: ¡pero incluso estos dulces y sombríos venenos los tomaron del cuerpo y de la tierra!…”

Zaratustra, Nietzsche en consecuencia, no acepta que exista algo denominado cuerpo y alma; menos espíritu, en estado absoluto;  para él solamente hay cuerpo, pero cuerpo diferenciado, como Dioniso y el tigre. La voluntad que se enseña es la del conocimiento, con sus ritmos y altibajos, en una vida influyente y creadora, contaminada por la desigualdad entre los hombres, en ese sistema de valores que la aristocracia y el señor burgués han establecer, bajo la jerarquía de las castas nobles y castas esclavas;  entre más débil e impotente sea una vida, los hombres insistirán en la igualdad de todos, tanto más intentará rebajar a los únicos; allí se pregona la voluntad de igualdad , como una acción impotente de la voluntad de poder  que dé respuesta a los esclavos y desafortunados.

Nietzsche insiste en ir a fondo en su percepción de la voluntad: “Pero así lo quiere mi voluntad creadora, mi destino. O, para decíroslo con mayor honestidad: justo tal destino – es el que mi voluntad quiere…Todo lo sensible en mí sufre y se encuentra en prisiones: pero mi querer viene siempre a mí como mi liberador y portador de alegría…El querer hace libres: ésta es la verdadera doctrina acerca de la voluntad y la libertad- así os lo enseña Zaratustra… ¡No-querer-ya y no-estimar-ya y no-crear-ya! ¡Ay, que ese gran cansancio permanezca siempre alejado de mí! También en el conocer yo siento únicamente el placer de mi voluntad de engendrar y devenir; y si hay inocencia en mi conocimiento, esto ocurre porque en él hay voluntad de engendrar…Lejos de Dios y de los dioses me ha atraído esa voluntad; ¡qué habría que crear si los dioses – existiesen!…Pero hacia el hombre vuelve siempre a empujarme mi ardiente voluntad de crear; así se siente impulsado el martillo hacia la piedra…”

De acuerdo al texto anterior, la voluntad es una capacidad que está inserta en la condición humana del hombre y que se piensa que hace falta, pero no es así, está ahí, letente, como ese saber que decía Sócrates todos los hombres tienen y que había la necesidad de sacarlo por la vía de la mayéutica;  la voluntad la propone Nietzsche como la facultad de decidir y ordenar la conducta individual; la  voluntad mueve a los seres vivos a realizar acciones de manera inconsciente, pero que si intencionalidad ya está pre-establecida por el instinto y la carga de experiencia de las especies en evolución y transformación permanente. En el casos de los hombres, es una voluntad creativa, innovadora, impulsiva, que deja tras de sí una estela de sensaciones y sentimientos que elevan la condición humana, sea por su grandeza en acciones buenas, o sea por su incisiva maldad en acciones malas.

Nietzsche dirige un zarpazo a su criterio de igualdad: “Y voluntad de igualdad – éste debe llegar a ser en adelante el nombre de la virtud; ¡y contra todo lo que tiene poder queremos nosotros elevar nuestros gritos!…Vosotros predicadores de la igualdad, la demencia tiránica de la impotencia es lo que en vosotros reclama a gritos igualdad: ¡vuestras más secretas ansias tiránicas se disfrazan, pues, con palabras de virtud!…”. En un aspecto concreto, se aprecia la igualdad como expresión de la virtud, y a su vez, la virtud es absorbida como conducta de ese hombre que  entiende la poderosa influencia creadora del razonamiento y la lógica de ese razonamiento como producto del lenguaje y la dialógica, se da en anhelo de igualdad entre los hombres, ya que, en el nuevo sistema de valores, lo que parece concurrente es la desigualdad, luchando  con la jerarquía de las noblezas del alma. Mientras más débil e impotente sea una vida, expone Nietzsche, tanto más importa promover la igualdad de todos, y de ese modo se tiene la voluntad de igualdad como elemento transformador de la manera de actuar de la voluntad de poder, y consolida el mensaje de que Dios ha muerto para que los individuos autotrasciendan, por la muerte de la divinidad única que pone al descubierto el carácter de trágica aventura y de manipulación de los grupos de poder en la existencia humana. Se acepta la vida como parte de un  juego creativo que marca, por la vía de esos dados a quien Einstein  atribuyó que servían de entretenimiento para Dios,   los dados en todas y cada una de las tiradas, dar por válidos los tantos obtenidos, fueron capaces de juzgar cuáles obran desde su inocencia y placer, y quiénes extraen de la misma acción una experiencia válida  para controlar desde el  corazón en la doctrina del eterno retorno, aprendiendo a reír como nunca se ha reído, de ese modo  se va participando en desbordantes actividades cuyo descanso termina por anidarse bajo los influjos de la embriaguez.

Si se lleva la idea de voluntad a la teoría gerencia moderna, se hace similitud al término “sinergia”, el cual hace alusión a la integración de elementos que da como resultado algo más grande que la simple suma de ellos; a juicio de Barb Rentenbach (2017),  literalmente sinergia significa trabajo conjunto, donde todos sus sistemas (nervioso, óseo, muscular, circulatorio, respiratorio, digestivo, endocrino) operan en plena colaboración y el resultado es esa maravilla llamada cuerpo humano. La sinergia, o voluntad nietzscheana, se sustenta en la teoría general de los sistemas (TGS), planteada inicialmente por el biólogo austriaco Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) y llevada a otro nivel por el filósofo de la ciencia nacido en Hungría,  Ervin Laszlo (1932), que hace mención al sistema viviente donde cada una de las partes interactúa con las demás y con el todo, generando sinergia entre ellas. La voluntad, al igual que la sinergia,  son posturas que se presentan como el producto de un trabajo en equipo, sincronizado, bajo una sinfonía elemental, cuya  síntesis y sincretismo, ve en la complejidad sistémica la  forma comprensible como llegar a la composición objetiva de la realidad.

Cuando Zaratustra hace mención a la superación de sí mismo, está refiriéndose a la voluntad. De tal manera lo describe Nietzsche a través de Zaratustra: “¿Voluntad de verdad llamáis vosotros sapientísimos a lo que os impulsa y os pone ardorosos?…Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡así llamo yo a vuestra voluntad! Ante todo queréis hacer pensable todo lo que existe: pues dudáis, con justificada des- confianza, de que sea pensable…. ¡Pero debe amoldarse y plegarse a vosotros! Así lo quiere vuestra voluntad. Debe volverse liso y someterse al espíritu, como su espejo y su imagen reflejada…Ésa es toda vuestra voluntad, sapientísimos, una voluntad de poder; y ello aunque habléis del bien y del mal y de las valoraciones. Queréis crear el mundo ante el que podáis arrodillaros: ésa es vuestra última esperanza y vuestra última ebriedad…Los no sabios, ciertamente, el pueblo, – son como el río sobre el que avanza flotando una barca: y en la barca se asientan solemnes y embozadas las valoraciones…Vuestra voluntad y vuestros valores los habéis colocado sobre el río del devenir; lo que es creído por el pueblo como bueno y como malvado me revela a mí una vieja voluntad de poder…Habéis sido vosotros, sapientísimos, quienes habéis colocado en esa barca a tales pasajeros y quienes les habéis dado pompa y orgullosos nombres, – ¡vosotros y vuestra voluntad dominadora!…Ahora el río lleva vuestra barca: tiene que llevarla. ¡Poco importa que la ola rota eche espuma y que colérica se oponga a la quilla! … No es el río vuestro peligro y el final de vuestro bien y vuestro mal, sapientísimos: sino aquella voluntad misma, la voluntad de poder, – la inexhausta y fecunda voluntad de vida. Mas para que vosotros entendáis mi palabra acerca del bien y del mal: voy a deciros todavía mi palabra acerca de la vida y acerca de la índole de todo lo viviente. Yo he seguido las huellas de lo vivo, he recorrido los caminos más grandes y los más pequeños, para conocer su índole…” (Nietzsche, 1990).

La voluntad de poder, por su parte, es para Nietzsche  el mejoramiento o acción  afirmativa de la vida; se apoya en el darwinismo social, como medida en que se critica la validez del concepto de adaptación, que considera la voluntad de poder por vivir en relación permanente con los elementos constitutivos del poder.

El hombre de Nietzsche, lleva una vida según la voluntad de poder, en la cual se comporta como un superhombre, ya  que intenta superarse a sí mismo y mejorarse en todas sus facetas, sin menoscabo de la condición humana. Es lo que destaca Nietzsche que en Zaratustra encontró “…voluntad de poder; e incluso en la voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor…” (Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, 1990).

De manera puntual, Nietzsche coloca en Zaratustra su visión de voluntad: “…La voluntad no puede querer hacia atrás; el que no pueda quebrantar el tiempo ni la voracidad del tiempo – ésa es la más solitaria tribulación de la voluntad….El querer hace libres: ¿qué imagina el querer mismo para liberarse de su tribulación y burlarse de su prisión? ¡Ay, todo prisionero se convierte en un necio! Neciamente se redime también a sí misma la voluntad prisionera…Que el tiempo no camine hacia atrás es su secreta rabia. Lo que fue, fue – así se llama la piedra que ella no puede remover…Y así ella remueve piedras, por rabia y por mal humor, y se venga en aquello que no siente, igual que ella, rabia y mal humor…Así la voluntad, el libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que puede sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás…Esto, sí, esto solamente es la venganza misma: la aversión de la voluntad contra el tiempo y su Fue…En verdad, una gran necedad habita en nuestra voluntad; ¡y el que esa necedad aprendiese a tener espíritu se ha convertido en maldición para todo lo humano!…”

Nietzsche, consigue identificar en la voluntad del hombre su  irracionalismo, ya que identifica al buscar instaurar la racionalidad a toda costa, termina obrando irracionalmente; Nietzsche asume la negación de que el ser humano es un ser racional; a su juicio,  es la irracionalidad, esa ha sido la falla de la filosofía occidental, pensar bien del hombre cuando sus obras y pensamiento lo muestran errático e inconsciente ante la verdad.

En su texto “La voluntad de Poder”, Nietzsche, refiriéndose a la ciencia, dice que “… ha sido hasta ahora un proceso de eliminar la confusión absoluta de las cosas mediante hipótesis que lo explican todo; un proceso originado en la repugnancia del intelecto por el caos”; la ciencia ha producido un racionalismo, en  consecuencia, no hay una idea del conocimiento en sí, sino del conocimiento que representa la debilidad del hombre; se necesita saber, investigar, conocer, entre otras cosas; los  por qué de la debilidad y el miedo de los hombres; los filósofos occidentales no son capaces de aceptar el caos de la realidad, y en consecuencia el hombre no es capaz de vivir sin certezas: primero, usó a los dioses para explicar aquello que no conocía; luego usó a la ciencia para dar un sentido racional a lo que le rodea.

En un aspecto puntual, Nietzsche rechaza la figura institucional y doctrinal de la Iglesia, porque la ve producto de la manipulación y la mentira, existiendo en razón de minimizar la conciencia del hombre y sus valores; en su obra “El Anticristo” (1980), expone: “Todos los conceptos de la Iglesia se hallan reconocidos como lo que son, como la más maligna superchería que existe, realizada con la finalidad de desvalorizar la naturaleza, los valores naturales; el sacerdote mismo se halla reconocido como lo que es, como la especie más peligrosa de parásito, como la auténtica araña venenosa de la vida…” Nietzsche proclamó que Dios había muerto y que los dogmas morales del cristianismo (pacifismo, tolerancia, amor fraterno, entre otros) no son más que elementos falsos y manipuladores. Todos surgieron de una filosofía débil que, mediante principios oscuros y deformados, fortalece la debilidad por la vía del temor y el miedo.

En su percepción de la voluntad de poder, Nietzsche pregunta: “¿Queréis que el hombre bueno, sea modesto, diligente, bienintencionado y moderado?” Y él mismo se responde: “A mí se me antoja el esclavo ideal”. Nietzsche internaliza que los principios éticos anterior a él son falsos; detrás de ellos existe una idea vil de la moral tradicional, debe ser destruida para dar paso a una nueva realidad donde la visión del hombre tenga un lugar privilegiado de la fuerza y la determinación.

En “La voluntad de poder”, Nietzsche dice: “…La religión ha degradado el concepto del hombre; su consecuencia es la noción de que todo lo bueno, grande y verdadero es de naturaleza suprahumana y sólo se alcanza por obra de la gracia…El cristianismo es una doctrina que predica la obediencia…” Es decir, el cristianismo y sus códigos dogmáticos, están impidiendo al  hombre llegar hasta  su máximo potencial como persona.

Por ello en “Así hablaba Zaratustra” (1990), hace alusión al hombre renovado, el Super-hombre: “El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda sobre un abismo”. Este Super-hombre es un ser con una moral nueva, poderosa;  capaz de auto producir propios valores, y en sincronización con las leyes de la naturaleza, teniendo como virtudes la fortaleza, la determinación, la pasión y la crueldad.

Recalca Nietzsche: “…Os diré lo que es el superhombre. Es el sentido de la tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno. Son despreciadores de la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están envenenados. La Tierra está cansada de ellos; ¡muéranse pues de una vez!”.

La voluntad en Nietzsche está representada por el Super-hombre, quien aniquilará los falsos valores  y construirá nuevos código morales que no han de responder ante ningún Dios, o idea abstracta divina,  ni se valdrá del chantaje y el miedo para imponer tiranías o estructuras de Gobiernos despóticos; el Super-hombre es el vicio convertido en virtud por los débiles, por ello, según Nietzsche, los cambios vienen desde la esencia misma de los falsos valores que se rebelan e implosionan para generar no un cambio, sino una transmutación de la moral (entiéndase: darle fin a la moral de esclavos y débiles, promovida por la moral cristiana, la cual ha imperado en el mundo occidente moderno).

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